Hasta que hace unos días tropecé con este libro en una mesa de novedades, nada sabía de José Fernández Bremón. Y ello a pesar de que hace cuatro años la editorial Lengua de Trapo publicó una recopilación de su narrativa breve bajo el título Un crimen científico y otros cuentos; de hecho ésa fue la única recopilación que su autor preparó en vida, y cuya primera edición data de 1879. Luego, el silencio y el olvido.
Una obligada presentación del autor: Fernández Bremón (1839-1910) fue un madrileño nacido en plena eclosión del Romanticismo, que alcanzó notoriedad como periodista y como dramaturgo, fue amigo personal de Clarín y de ideas profundamente conservadoras. Tengo la impresión que su popularidad eclipsó, durante su vida, sus innegables virtudes como cuentista, y le hizo caer en un olvido del que, por fortuna, se le está rescatando. Lo apunta la especialista en su obra, y autora del prólogo de esta recopilación Rebeca Martín: "La singularidad de sus cuentos más célebres le valió al autor una fama de ingenioso que lo acompañaría hasta el final de sus días, si bien probablemente fuera esa misma singularidad la que contribuyó a expulsarlo de las historias de la literatura".
Las afinidades literarias de Fernández Bretón, siempre según dicho prólogo -aunque son evidentes en los relatos-, no pueden ser más eclécticas: Dickens, H. G. Wells, Conan Doyle, Dumas, Vélez de Guevara, Zorrilla, Moratín y Cervantes. Es decir: bebía de la tradición y en muchos casos se sumaba a ella -por lo menos en la elección de temas-, era un hijo de las corrientes y modas de la época pero también estaba al día de cuanto ocurría en la literatura más popular e influyente del resto de Europa. Así, entre sus relatos hay hijos legítimos del romanticismo, herederos del costumbrismo más castizo y también el reflejo de los descubrimientos científicos que en vida del autor marcaron toda una tendencia literaria. Es eso que ahora se ha dado en llamar Steampunk: la literatura victoriana tuvo tanta fe en la ciencia y los avances técnicos que llegó a crear un género literario con sus esperanzas. Sólo que el caso de Fernández Bremón ocurre más bien lo contrario: él no alberga esperanza alguna en la ciencia y el progreso y cree -y lo escribe- que las novedades nos han vuelto más incivilizados, hasta devolvernos a nuestro estadio más primitivo.
Sin embargo, dicho así podría parecer que la literatura de Fernández Bremón es anacrónica e indigerible, y nada más lejos de la realidad. Tiene un talento este autor que le hace sobrevivir al paso de los años: el de distanciarse de cuanto cuenta a través de la ironía. Si tuviera que destacar un solo elemento de esta heterogénea colección de cuentos -escritos entre los años 1880 y 1909- éste sería el sentido del humor. No hay cuento que no despierte sonrisas o, directamente, carcajadas. Los hay, desde luego, abiertamente hilarantes, como "Vestir al desnudo", en el que el uso poco cauto de un crecepelo milagroso obliga a los miembros de la Academia francesa a ser esquilados. Y eso es sólo el principio de una trama rocambolesca que preconiza la literatura del absurdo. Pero incluso los de tono más grave, como "El Romance del Astrólogo", basado en un crimen real ocurrido en Madrid en el siglo XVII, contiene buenas dosis de sentido del humor.
Que los intereses del autor eran amplios lo demuestra la variedad de asuntos tratados, su naturaleza de recopilador de curiosidades y rarezas, su plasmación de casos reales, pero también la utilización de un alter ego en forma del narrador-curioso que protagoniza algunos de los relatos, de los mejores de la colección: "En San Isidro" o "Los bolsillos de los muertos" son dos de ellos. El primero parte de una excusa costumbrista -la asistencia a la popular romería madrileña- para presentar un caso, aparentemente real, de joven resucitada. Al respecto de la muerta que cobra vida termina diciendo el autor, muy en su estilo: "La Matilde que encontramos en la pradera no pertenecía al otro mundo. La convidé a rosquillas y se comió más de una libra". "Los bolsillos de los muertos" parece ser un resumen -delicioso- de historias recopiladas por el autor en su contacto con los enterradores. Hay varios cuentos resueltos con este recurso que podríamos considerar periodístico, y son todos estupendos. Además de que aportan la inquietante sensación de que con cualquiera de las maravillosas anécdotas que los forman podría el autor haber urdido un relato entero.
Hay también mucha crítica social y política. En algunos casos, asusta la vigencia de algunas de las feroces críticas. El banquero protagonista de "El futuro dictador", por ejemplo, está dispuesto a cuaquier vileza con tal de enriquecerse. Y el rey protagonista de "Rey, verdugo y antropófago" fenece sólo para demostrar que el poder devora a los gobernantes del mismo modo que él devora a sus súbditos.
El último de los asombros que quiero constatar tiene que ver con la forma. Varios de los relatos de esta colección están tramados a partir de fragmentos: confesiones, cartas, recortes de periódico, diálogos,, anotaciones... hasta formar un mosaico que se completa a los ojos del lector. Estos cuentos, escritos de esta forma, podrían haber sido terminados ayer mismo. Así lo percibe el lector, por lo menos.
Lo único que me queda es desear que alguien rescate de las hemerotecas los muchos cuentos que Fernández Bremón publicó en vida en los periódicos y que aún no están al alcance del lector. Centenares, quizá.
Ojalá sea pronto.
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