Pensar en silencio no es posible. Tantas substancias nadando
en el cerebro.
Hormonas, consignas, neurotransmisores. La guerra vive dentro
de tu cabeza. Con sus cañones.
Ya no es tiempo de soñar. Pero sí despertar, sí
despertar y salvarnos.
No declararle la guerra a nadie. Ni a las sacerdotisas impías. Ni a los jueces tergiversadores. Ni a los soldados tribales. Ni a los vendedores armados. Ni a las viridianas equívocas. Ni a los ángeles chiflados. Ni a los sacamantecas. Ni a las alcahuetas. No declararle la guerra a nadie.
No es vuestro el heroismo, guerreros. Vuestro no.
Por cada juez hay mil bandidos hambrientos. Por cada sacerdote, mil pecadores confusos. Por cada ángel custodio, mil desahuciados.
Ya no es tiempo de soñar. Pero sí despertar, sí
despertar. Y salvarnos.
Bordar en el hierro
luz sin dogmas ni dureza.
Paso de hormiga, canto
de pez fuera del agua.
Otra historia sencilla. Otra cueva limpia.
Sí. ¡Despertar
en el alma!
Más guerra dentro, no.