La poesía asusta.
A ti ¿no te da miedo?
O quizá debería estar prohibido entrevistar a poetas. Sólo se les autoriza a explicarse en programas de la tele, como Madrid Directo, donde pueden dar tan a gusto el mismo tipo de explicaciones que la vecina a la que se le ha inundado el baño y lo cuenta ante la cámara.
Cuando les entrevistan en El País, da mucho miedo, como Francisco Brines:
“Lo misterioso de la poesía es que tú la escribes pero tú no la eliges. Se apodera de ti. No sabes lo que vas a decir, sin embargo, sin saber lo que vas a decir, pones o tachas. Es algo muy extraño, pero ocurre así”. (El País, 29 abril 2010)
Ahí queda eso.
¿Qué ha querido decir?
¿Que escribe lo primero que se le pasa por la cabeza y, si cuela, cuela?
¿O que es víctima de un secuestro?
¡Liberad a Brines! La poesía se ha apoderado de él. Le obliga a escribir lo que a ella le da la gana. Ha sometido su voluntad. ¡Le ha convertido en un zombi! ¡La noche de los muertos vivientes!
Así me imagino a la poesía apoderándose del indefenso Brines:
¡Socorro! Piedad para Brines.
Lo peor es que la poesía toma posesión del cuerpo de Brines, que ya está mayor, cuando le da la gana. ¡Hasta cuando está al volante!
“Compongo poemas en el coche. Son muy cortos, porque es muy peligroso”.
Piedad para Brines… ¡y para los demás también! Imagínate, un tío al volante, hasta las trancas de poesía.
Brines vive al lado de Piles, así que menudo peligro: cualquier día vamos Anusca y yo con las bicis por ahí y, de pronto, nos embiste el vehículo letal de Brines, y va y nos atropella un tarjeta-dorada poseído por la poesía, componiendo poemas al volante.
Que intervenga la DGT, por favor. Que hagan controles. Que hagan soplar a los conductores y, como den positivo en índice lírico, que les quiten el lápiz.
A veces la poesía obliga a Brines a escribir un haiku japonés:
Hace de él lo que le da la gana, ya te digo: ¡si está poseído! Y añade:
“Los que leen poesía la necesitan como drogadictos”.
¡Ha caído en la espiral de la poesía!
-¿Y tu hijo, cómo sigue?
-Ya ves, está de la droga… es un caso perdido.
-Pues mira que el mío… ¡está de la poesía! Te lo roba todo para comprar endecasílabos y ponérselos…
-Y se pondrá al volante, el inconsciente.
-Ya te digo, conduce en lo que se droga con octavas reales.
Tenemos que hacer algo. Una cadena humana. Llevar todos un lazo por la libertad de Brines. No sé, ya pensaremos de qué color. Pancartas, como hicimos con Willy: ¡Liberad a Brines! Un film. Lo que sea. Un concierto “Entre amigos“, con Serrat, Sabina, Pablo Milanés e Ismael y su banda del Mirlitón. Que se abrazen en el escenario y digan: “¡Todos somos Brines!”. Pegatinas: Yo también soy Brines. Un últimatum o exorcismo de ZP: Poesía, abandona el cuerpo de ese hombre, yo te lo ordeno con la autoridad que me ha conferido la Alianza de Civilizaciones.
Lo que sea, pero que este señor pueda descansar tranquilo, que no es vida esa que lleva, víctima de la poesía.
O que Brines se decida y meta en cintura a la poesía, claro.
Como Juan Ramón Jiménez, que decía:
“Yo tengo escondida en mi casa, por su gusto y el mío, a la Poesía. Y nuestra relación es la de dos enamorados”.