Llueve Dentro de la Sed
Jesús Zomeño
Llueve dentro de la sed. El gas ha nublado mis ojos y sin embargo veo el paisaje dentro de la ceguera.
Veo a Hahn abriéndose paso en la trinchera con las piernas cortadas a la altura de las ingles en busca de agua para apagar el fuego de su corazón porque dicen que murió enamorado.
Veo a Meyer que grita cuando le atraviesa un trozo de metralla. Saltó por los aires la sartén donde freía un huevo con manteca cuando empezó el bombardeo. Ahora recuerda a su esposa y a sus hijos sentados para cenar y sonríe mientras se despide de ellos con un mango de sartén clavado en la cabeza.
A Garin le veo masticando piedras para que le crezcan los dientes, bebiéndose el agua de lluvia que empapa el uniforme de los muertos, orinándose encima para que nadie le beba a él la vida que dice se derrama del cuerpo al morir. A Garin no le protege la alambrada que le rodea porque el enemigo lo tiene en su cerebro.
Veo a Kay que habla de las salchichas mientras recoge sus tripas del suelo. El final no importa mientras sea feliz uno mismo.
Veo a los nuevos reclutas sentados en el lodo cuando llueve. Al que llora lo matan porque los soldados alemanes no lloran y aquí sobran los espías.
Veo a Frederick en Berlín de vuelta al instituto agarrándose con los dientes al estribo del tranvía porque no tiene brazos, corriendo a lo largo del pasillo porque no tiene dedos con que pasar las hojas de los libros, sentado en el suelo porque no tiene manos para escribir las respuestas, regresando a casa andando porque no le quedan dientes con que agarrarse.
Veo que Helmuth bebe agua de la boca de su madre, cuando llueve a ella le desborda desde el nicho de arriba.
Veo a Barend escribiendo a su familia una carta en la que explica que murió sin darse cuenta, precisamente cuando estaba pensando que se comería un plato de lentejas al llegar a casa. Le busca trascendencia a lo que le ha sucedido y no sabe si la culpa ha sido de las lentejas o del obús.
Veo que las flores crecen sobre el campo de batalla y que ajenos a la belleza los cadáveres soportan el peso del aroma.
Veo que a Zelig le golpean en la cabeza con un cucharón de madera porque la metralla lo decapitó y su esposa se alimenta del recuerdo. Flota hirviendo entre cebollas y patatas y sonríe en Navidad encima de una bandeja sobre la mesa.
Veo que a Stein le comen los piojos y que tiene los dientes podridos, es bizco, tartamudea y huele a mierda porque nunca se ducha ni lava su ropa. Nadie diría que es hermoso si no fuera porque es un héroe.
Veo a los veteranos masturbarse debajo de las mantas llenas de piojos. No lo hacen porque piensen en mujeres sino para probar si aún sienten algo... y después lo dejan.
Veo a Goh que le da de comer a su perro cada vez que mata a un francés porque piensa que tantos huesos terminarán desbordando y llegarán hasta donde espera su perro ladrando hambriento.
Veo que Varick escupe al agua que beben los otros por si la nostalgia fuese contagiosa y desertaran todos para volver a casa.
Veo a Otis cosiéndose el pantalón a la cintura para que nadie vea que no tiene piernas porque está convencido de que el propósito basta para tenerse en pie.
Veo que Morgen mandó tatuarse un mapa en la espalda y que ahora grita que no sabe dónde está el tesoro porque no lo ve.
Veo que todo el odio que sintieron Helmuth y Goh hacia sus enemigos no ha servido para que éstos dejen de ser felices.
Me doy cuenta que es terrible estar ciego porque la realidad les limita el espanto a quienes abren los ojos y ven, sin embargo estando ciego nada limita lo que imagino.