Intimidades
Carmen Camacho
Tú te quejas,
cuento intimidades,
hablo de esto sin parar.
Tiendo tus días, saco los trapos,
refiriego salivas,
no guardo
los trastos
de amar.
Nos aireo, qué verdad.
Qué poca vergüenza,
cuando me aproximo,
cuando me adentro.
Podría contar las horas
de la guasa más guarra,
las cosas
que me dices
por
lo
bajo,
los regodeos de las mantas apretadas,
el humo entero de esta sarna.
Van, me dices, los amigos
y se quedan
con la copa sin hielo,
abren las pupilas y las vuelven
al limón de hoy, a la barra
que limpia queda aún peor.
Pero nena, ¿no te das cuenta?
ahora saben todos las cosas
sin respiro,
lo de tus zapatillas,
las náuseas del nitrito,
la carne en remojo,
tus sueños impares,
lo del culo sin remedio.
Lo de nuestra sangre.
Tienes razón,
y sin embargo
te acostumbras a pasar tumbado
en mi conversación,
a que te agarre
las manos y las muestre,
así de sucias,
a que diga
cómo lames
las esquinas.
Para más pelos
a ti te enseño el caldo
de los placeres de otros días,
te interpreto el don de lenguas
de los amantes vástagos
que me soltaron
aquí;
esto es un batir de otras yemas,
nobles, que alegraron mi año,
el daño
que no me van a hacer.
Esto es un sindiós, lo sé.
Y seguiría.
Por mí te desvisto
hoy mismo en plena calle,
te entronizo/
te embeleso
en las colinas que te otean.
Pues eso:
Que desnudos.
Que nos vean.
Rezo al atrezzo que cae.