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ISSN 1989-4163

NUMERO 03 - JUNIO 2009

 

Todo es Mentira en las Películas

Elena Medel

Autora: Rosana Popelka. Editorial Baile del Sol. 2009.

Natalia se depila antes de una cita y enumera marcas de cuchillas y de geles, hipermercados con descuentos fabulosos. Luis duerme en un colchón que ocupa la parte trasera de su furgoneta, por si la noche y la carretera juegan en su contra; hojea el periódico frente al café. P desencadena la zozobra, escucha los mensajes de su contestador automático, asiste a las reuniones de padres del colegio. Accedemos a Todo es mentira en las películas de un empujón, sin descripciones que nos embriaguen ni citas lapidarias acerca del sentido de la vida, guiados por una voz aséptica, notarial no sólo en los análisis, los extractos de la prensa o los folletos de viajes. Caemos en un relato dispuesto a modo de patchwork, que se presenta como novela pero muta en libro de cuentos, poemario, guión de ese cine cuya honestidad cuestiona, fragmentos de unas vidas que podrían truncarse en la puerta de al lado, sin que nos enterásemos de sus problemas. Porque en la pantalla grande, comenta Luis, los protagonistas se aburren en unas vacaciones eternas. Y —añadimos nosotros— las relaciones humanas se desarrollan en tobogán, rápidas y fáciles, con textura de papilla y credibilidad de humo.

La vida, esa que te despierta a las seis de la mañana y te desvela con las facturas por pagar, funciona de otra manera: mientras el celuloide nos muestra puros y perfectos, la rutina nos saca los colores y las ojeras. La literatura de Roxana Popelka se cimienta en la imagen y la acción, acribilla con gestos, pero nos habla del mundo desde la verdad. Flaubert se jactaba de ser Madame Bovary, y el lector —o lectora— de Todo es mentira en las películas no erraría al confesarse Natalia Otero: sus recuerdos, sus dudas, sus alegrías, nos han ocurrido. Reconocemos las excursiones de su infancia, el paisaje de su vida adulta, la música que anima sus tardes y la que deprime aún más su soledad. Roxana no tiene miedo a nombrar, a citar diversos ecos propios y contemporáneos, a situar a sus personajes en un entorno real: caducan las ideas, no las referencias, que atan nuestros pies al suelo.

Roxana Popelka nos aboca al dolor porque subraya nuestros fracasos e imperfecciones: Todo es mentira en las películas no funciona como una novela, sino como un espejo. Releo a Roxana y, justo entonces, por esos caprichos del azar, descubro a Annie Ernaux. «Siempre quise escribir como si no fuera a estar cuando publicaran lo escrito. Escribir como si fuera a morirme y ya no hubiera jueces. Aunque es posible que sea una ilusión creer que el advenimiento de la verdad depende de la muerte». Me gustaría pensar que la intensidad de las primeras líneas de La ocupación, su vocación de poética abismal, establece un vínculo casi familiar con la obra de Roxana Popelka. Todo es mentira en las películas apuesta —aleluya— por el riesgo y la crudeza; nos abofetea e incomoda. Duele tanto. Es vida, y es de verdad.

Todo es Mentira en las Películas
 
 

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