Like a dog without a bone
an actor out alone.
The Doors
Nacemos bajo la tormenta. Nacemos
en la casa de las cartas marcadas, en un juego
de trampas y zancadillas, en una ciudad
que nos mata en la noche
con sus huellas blancas y sus horas de alcohol;
a la intemperie de todas las verdades,
en una avenida fantasmal que termina
donde empieza el arrabal de las mentiras.
Somos parte de la tormenta, de la devastación.
Somos vulgares actores que improvisan
una escena de violencia y sexo,
que creen que la gloria les tiene reservada
una estrella en la acera roja del firmamento.
Pero hemos sido lanzados al ruedo de la vida
como toros embolados, con el fuego de la sangre
hirviéndonos la razón, dirigidos por el temor
y la semilla negra de las huellas borradas.
Somos jinetes bajo la tormenta, jinetes
que huyen bajo el estrépito de la lluvia
como perros abandonados, que huyen
por ciudades que tejen telas de araña
en las afueras, en los sórdidos bares, en las camas
de tristes hoteles con vistas a la nada.
Somos parte de la tormenta. Jamás
-aunque huyas y huyas y huyas...-
te librarás de ella.
a la memoria de Janis “Pearl” Joplin
La noche cae sobre el mes de octubre
como cae la aguja sobre el disco de vinilo.
El ruido de fondo rasga la piel neblinosa
de los últimos latidos del silencio.
Ella, desnuda, con sólo un juego de collares
y la mano escondiendo los secretos del pubis,
se enfrenta a los fantasmas invisibles
que viven detrás de todos los espejos.
En una mesa un papel, una jeringuilla,
una botella de Southern Comfort,
un vaso que nunca está demasiado lleno,
la pena que teje con hilo grueso la memoria
y el frío de la soledad
de quien está fuera de lugar y de tiempo.
Con una pequeña navaja traza
un ligero corte en su muñeca izquierda.
Una gota de sangre, de vida, de blues,
de furia, de rebeldía,
recorre la palma de su mano, sigue su curso
por el dedo corazón, se detiene un instante
y cae sobre el papel. Ella
contempla como esa gota de sangre
se extiende sobre el papel como una mancha
que describe su vida y el momento.
Pero esa gota,
esa gota de sangre seca,
ya no es reflejo de la vida.
Su quietud, su gravedad,
simboliza la cruda sentencia de la muerte,
el fin del festival de los días felices.
Ella se recuesta sobre la cama, reclinando
hacia atrás la cabeza, contemplando
la frialdad blanca de los techos...
Cierra los ojos y sonríe. Será
la heroína de todos sus sueños. Heroína
cabalgando por los valles agitados de su corazón,
por las largas avenidas de su sangre lenta.
La noche cae eterna sobre el mes de octubre.
La aguja se encalla entre los surcos del disco,
en el laberinto de un estribillo repetido:
A woman left lonely,
A woman left lonely,
A woman left lonely...
hasta que la luz se difumina en la última carretera
que conduce a través de los mares de la muerte.