Beatriz Segura se presenta con dos manuscritos en El Gurugú, la casa de Alberto, mentor y amante, quien permanece inválido tras un atentado que sufrieron años atrás en Indonesia.
El primer documento es el diario de a bordo de un criminal sin escrúpulos.
En el otro, Beatriz relata cómo conoce en Cala Ratjada a un grupo de amigos y socios de una empresa informática cuya venta a una multinacional se está negociando. Ellos son: el arrogante Marcos, el Schopenhaueriano “Chope”, el atractivo Marcial y el mujeriego Javier. Uno de ellos aparece ahogado. Cuando regresa a Palma de Mallorca, coincide en el funeral con Julio, un guardia civil viejo conocido. Tras el sepelio, los amigos, acompañados del padre del fallecido y sus respectivas mujeres, la invitan a cenar, estrechando su vínculo. Al ser atropellado otro de los socios, la insaciable curiosidad de Beatriz le hace lanzarse a averiguar si hay algo más detrás de esas muertes. Para ello, usa sin reparo los recursos a su alcance: su amistad con el guardia civil, los contactos y la sabiduría de Alberto, su arrojo y, sin pudor alguno, sus armas de mujer. Su empuje la llevará a intimar con resignados ancianos, ardorosas prostitutas, estirados ejecutivos, camareros aprovechados y esposas marido-dependientes, a quienes, en cuanto le es posible, grabará con su cámara de video para regalar las impúdicas cintas a su impedido amante y protector, a modo de consuelo. Pero su investigación le llevará más allá de donde hubiera querido, hasta compartir la agonía de un suicida y ser cómplice de un asesinato.
