Despertar para encontrarme esto…
Reflexión primera (Ángel González).
Revolotea sin alejarse de la tierra. Busca alimento entre los pinos. Huye de los murciélagos. Se oculta de las aves.
- Despertar para encontrarme esto; la oscuridad, el cielo gris, el eterno luto de un mundo sin colores.
Revolotea toda la noche. Al llegar las primeras luces revolotea hacia ellas y se sorprende con cada nuevo matiz, con cada nuevo tono, con cada irisación y cada reflejo.
Le hace daño la luz.
- ¡La luz, buscar la luz!
Siente el calor que producen los primeros rayos de sol sobre sus alas y a medida que aumenta la claridad un dolor punzante va creciendo en su cabeza. A veces se siente desorientada, el mundo que conocía era este y sin embargo, todo es diferente tras el pincel de la luz.
- ¡La cálida brisa, el resplandor, el cielo azul!
Divisa un cielo diáfano, intenso, casi cyan. Ya no revolotea, ahora vuela con decisión, en una trazada recta, tensa como la cuerda de un arco, directa hacia el azul.
Siente una especie de vértigo y un instante antes de colisionar advierte desconcertada que está descendiendo. Ya es demasiado tarde, choca contra ese cielo y el dolor, insoportable, se hace uno con su sorpresa. Está atrapada en el azul, no puede separarse de él, voltea el cuerpo con vigor y mueve con energía las alas que han quedado atrapadas por un líquido pegajoso.
* * *
Llegó a la isla buscando la luz, buscando algo que añoraba desde hacía mucho tiempo. Aceptó el primer trabajo que le ofrecieron y ahora está pintando una piscina con ampollas en las manos, con la espalda dolorida y los pies cansados, trabajando a cambio de un sueldo que a duras penas le permite sobrevivir.
– Despertar para encontrarme esto…
Al llegar a su casa intenta leer y no encuentra una postura en la que resistir el dolor de espalda. Le cuesta sobreponerse a unas manos tan hinchadas que apenas le permiten usar la máquina de escribir.
Despierta sabiendo que la felicidad tiene un horario definido, que eres tú quien pone ese reloj en marcha, que es fácil ser feliz, que es así de sencillo.
Y sin embargo, se niega a hacerlo. Piensa que una isla no es lugar para un hombre solo, que un hombre solo en una isla siempre es un náufrago. No conoce a nadie, será difícil encontrar otro trabajo.
- Abrir los ojos para ver lo mismo.
Y seguir lamiendo mentalmente las heridas, mientras mueve un rodillo que va cambiando el color de una piscina, arrollando su vida, escondiendo tras un azul cyan sus esperanzas.
- Poner el cuerpo en marcha para andar lo mismo.
A un metro de él, una mariposa revenida y sucia cae sobre la piscina, más que caer parece estrellarse. Es una polilla del pino, un artrópodo lepidóptero que vuela por las noches y se oculta en los árboles antes del amanecer.
La pintura se seca con rapidez.
Bate sus alas inútilmente tratando de desprenderse del clorocaucho, y a cada golpe sus alas van desvaneciéndose, esparciendo un polvillo color canela sobre el fondo azul.
Él también se siente como una mariposa pegada al suelo por las alas.
Su jefe camina por al lado de la piscina reprobándole con la mirada, nunca tiene bastante. En la mente del trabajador resuena un pensamiento: “ojalá ganes más dinero, ojalá ganes mucho más dinero y nunca tengas bastante”
¡Mueve las alas! ¡Mueve las alas! ¡Mueve las alas! ¡Mueve las alas!