El frío seco, el sol radiante, parece un día de otra parte. El cielo raso, impoluto de no ser por un par de nubes que nadie se explica. El monte Ulía con su perfil amable, salpicado de villas con vistas increíbles. Y el encanto de la barandilla en el paseo de Salamanca.
Se ha adelantado a sus padres. Ellos van paseando tranquilamente y él “vuela” con su Rockrider amarillo chillón heredada de un primo, excitado, desoyendo las indicaciones. Está hecho un bala. Se la estaban guardando para cuando creciera lo suficiente.
La mar está algo picada, se ve en la espuma que deja el agua al golpear contra las rocas de ahí abajo. ¡Cómo está de mayor el nene!, le suelen decir sus tías. La bicicleta está bien apoyada contra la barandilla roñosa.
La verdad es que en nada ha pegado el estirón.