Los árboles violentos
Borrar talando liberada mente
los árboles violentos del lenguaje
¿pero dónde anidarán? ¿dónde los pájaros?
¿cómo el río sin agua?
¿cómo el grito sin boca?
Claro, claro que inexiste la poesía,
claro que la hormiga,
claro que la vibración
seminal de las raíces,
claro que los cuernos
como filamentos exquisitos
e imbatibles del caracol,
es obvio es opio
nuestra marca palíndroma de nacimiento
somos nietos de la niñumbre
temblorrosa de frío,
templorosa de miedo,
¿y qué heliotropo
brota del papel y te arde entre los párpados?
Dime, dime, poeta,
¿qué mierda de qué perro invisible
estás buscando pisar
para fingir la palabra suerte?
En serio
Me he pasado toda la noche ordeñando los adjetivos
para que tengáis un olvido fresco mañana.
He recogido la cosecha de relámpagos.
Mañana humedad, me duelen las metáforas.
Venga. En serio.
¿Habéis pensado alguna vez en la muerte azul marina?
¿la muerte con su escoba de espuma,
bájame la lámpara un poco más,
hace frío y el fondo del mar está electrificado?
¿habéis calculado la cienmillonésima falta de importancia
con la que suena un cuerpo al caer
desde lo alto de un edificio efímero?
¿habéis previsto el taburete
los cincuenta y nueve centímetros necesarios
la ropa oscura ante la eyaculación inútil?
¿el camino pedregoso regado de un calor insoportable
y de kilómetros y kilómetros de polvo crudo?
¿jornadas, medir la distancia en jornadas,
tener los pies a reventar de heridas y jornadas,
los pies mordidos por insectos que han enloquecido repentinamente?
¿La muerte es la yegua, la luna galopa?