Pese a lo que pueda pensarse cuando sólo se le conoce por sus abrigos y bufandas, Juan Planas Bennásar (Palma, 1956) no es un poeta maldito, como tampoco lo es bendito, ni de la experiencia ni del silencio. Huye de las etiquetas lo mismo que de los cenáculos literarios y si uno se le acerca y le habla de poesía corre el riesgo de que le espete: “Sabemos lo que vale un cuadro de Picasso pero ¿y un verso de Juan Ramón?”.
Es autor, tanto en prosa como en verso, de los siguientes libros: Hipertelía (1982), Pasión Impresa (1984), Insomnios (2003), Fuera del Tiempo (2004), Alrededores o la mansión de las luciérnagas (2006), Duellum (2006), Los pliegues ocultos (2006), El bálsamo de la indiferencia (2008), Tratado de las cosas sin nombre (2009), Los lugares del sitio (2011), El árbol de Teneré (2012), Arpas y laúdes (2020) y Cercandanza (2020).
El año 2020, tan nefasto en general, ha sido en lo literario excepcional para Juan Planas Bennásar, ya que ha publicado los libros de poesía “Arpas y laúdes” (Òrbita Editorial) y “Cercandanza” (Los Papeles de Brighton), así como los dos primeros volúmenes de su obra completa que cubre su poesía de los años 1982 al 2009, así como parte de su obra en prosa y artículos periodísticos.
Empecemos por lo genérico:
P. ¿Cómo le está afectando la pandemia en lo personal y en lo literario?
R. La pandemia nos está afectando a todos y nos está afectando, además, mucho. Nuestro modo de vida ya no es el que era y es muy probable que nunca vuelva a serlo. Ante algo así se nos aparecen, y yo los percibo de forma bastante agitada, sentimientos muy diversos: asombro, incredulidad, rabia, frustración, miedo y también algo de nostalgia.
P. ¿Cuáles son sus planes a corto y medio plazo?
R. En unos meses estará en las librerías, si el estado general del país no lo impide, un nuevo libro mío, de la mano de la editorial La Lucerna, titulado Las piedras del águila. Se trata de un libro que he escrito en prosa, pero con voluntad de poema, de diario impuntual, de celebración biográfica. Me parece que nunca había llegado tan lejos en el viaje del discurso de la consciencia como en este libro escrito, paradójicamente, durante estos últimos meses de confinamiento más o menos voluntario… Por lo demás no tengo más planes que seguir viviendo y escribiendo, que no es poco y viene, además, a ser lo mismo.
P. ¿Cuándo descubrió que lo suyo era la creación literaria?
R. Un día en clase, con diez u once años, se me ocurrió escribir una especie de relato absurdo y disparatado con personajes infantiles sacados de tiempos y lugares muy distintos, mezclados, tal vez, sin ton ni son. Se lo fui pasando a los compañeros y disfruté viendo cómo algunos de ellos se quedaban como enfrascadosy risueños con mi texto. La sensación de felicidad que sentí entonces no se me ha olvidado todavía…
P. ¿Qué obras literarias le han marcado más profundamente?
R. Las primeras lecturas siempre son las que dejan huella, aunque no siempre esa huella sea positiva. Hay libros que leí y no debí haberlo hecho. Con todo, me sigo quedando con mis clásicos de siempre: Juan Ramón, Eliot, Pound, Dante, Milton, los místicos hispanos,Gracián, Ungaretti o Holderlin.
P. ¿Qué lugar o situación de tu pasado recuerdas con más nostalgia?
R. Soy muy poco nostálgico, la verdad. Cada tiempo tienes sus cosas buenas y sus cosas no tan buenas. Aprovechar las enseñanzas de unas y otras y mantenerse fiel a las exigencias de la vida (que no son pocas) es lo que, en definitiva, nos debiera de mantener en pie.
Sigamos por Cercandanza:
P. ¿Por qué el título?
R. Siempre andamos cerca de nosotros mismos, nos rondamos sin llegar a alcanzarnos del todo. Esa consciencia de aproximación, ese movimiento de búsqueda y también, cómo no, de fracaso es lo que viene a designar, con notable precisión, además, la palabra Cercandanza.
P. ¿Qué tipo de poesía se va a encontrar el lector en el libro?
R. Supongo que encontrará mi poesía de siempre puesta al día una vez y otra, un libro y otro, de forma continua, sin detenerse por nada (tampoco me permito relamerme las heridas) en la medida de lo posible.
P. ¿Qué une a los poemas?
R. En Cercandanza es la memoria, el tiempo biográfico (no el histórico) el hilo que sostiene la trama principal. Como en la vida misma, por cierto.
P. ¿Cuál de los poemas que lo forman le es particularmente querido?
R. Aunque, seguramente los poemas más redondos sean los del capítulo inicial del libro, en el segundo capítulo, en Los Cantos, me reconcilio con mi pasado, reescribiendo, al fin, unos poemas que no fui capaz de escribir, satisfactoriamente, en los años 80. Conseguirlo ha sido una tarea difícil, pero muy estimulante.
De Arpas y laúdes:
P. ¿Qué diferencia la poesía del libro del de Cercandanza?
R. En Arpas y laúdes la ciudad, Palma, y algunas de sus calles –especialmente la calle Olmos y sus alrededores- toman las riendas del libro para conducirme por donde no siempre fui feliz. Perosiempre lo intenté, faltaría más.
P. ¿Cuándo fueron escritos los poemas?
R. Después de poner punto y final a mis quince años ininterrumpidos de colaboraciones en la edición mallorquina de El Mundo y tomarme, más o menos, un año sabático, amediados de 2019 toqué diana de nuevo y me puse a escribir lo que llevaba unos ocho años rumiando sin tomar ni tan siquiera apuntes… ¿Ocho años resumidos en uno? Pues más o menos fue así.
P. ¿Qué une a los poemas?
R. En Arpas y laúdes resuena, a lo largo y ancho de todos sus poemas, la misma voluntad de búsqueda y consciencia, la idéntica perplejidad ante lo que somos y no alcanzamos nunca a comprender por completo: el resplandor, quizá, de ese instante milagroso y único en que nos miramos en los espejos como en los ojos de los demás, por ejemplo.
P. ¿Cuál de los poemas que lo forman le es particularmente querido?
R. No suelo tener preferencias, porque no acostumbro a memorizar mis versos, pero ya que me lo preguntas es posible que el poema titulado Génesis sea uno de los poemas, formalmente hablando, mejor resueltos y estructurados de entre todos los míos…
Sobre la Obra completa:
P. ¿Por qué el nombre genérico de “Biografía del deseo”?
R. Casi todos mis libros, alguna vez, han tenido ese título provisional… Pero ninguno se quedó con él. Es obvio, pues, que lo guardaba, sin ni siquiera sospecharlo, para unas obras completas que, al fin y al cabo, son eso, el fruto acumulado del deseo, su biografía impuntual pero constante, la mía
P. ¿Cómo ha ido evolucionando su poesía entre los años 1982 al 2009?
R. Yo me reconozco sin problemas en todo lo que he escrito, en lo que me sigue gustando y en lo que no. Esto implica aceptar numerosos cambios de registro, numerosas variantes y niveles de pensamiento, de sensibilidad, de consciencia, de identidad incluso. Todos esos cambios y mutaciones me permiten estar vacunado, de alguna manera, contra la terrible posibilidad de levantarme un día aciago y comprobar, con desolación, que todos los libros que he escrito son el mismo libro. No lo son. No pueden serlo. O eso espero.
P. ¿Cómo ha cambiado su mirada frente al mundo en ese período?
R. Pienso que habrá cambiado más el mundo que mi mirada que, al fin y al cabo, no hace sino interpretar lo que ve y convertirlo, si puede y le dejan, en algo lo más inteligible posible. Pero aun y así, de un mundo, con cabinas telefónicas donde a veces nos quedábamos atrapados, a otro dominado absolutamente por la ubicuidad nebulosa de las redes sociales va un trecho muy largo repleto, evidentemente, de numerosos cambios. Y no todos beneficiosos para el ser humano, por cierto.
P. ¿Se siente más cómodo en la poesía, en la prosa o en su faceta periodística?
R. La verdad es que nunca me he sentido muy cómodo conmigo mismo. Quizá por ello no he hecho en mi vida otra cosa que escribir, que coserme y recoserme las costuras, que adentrarme en la realidad como en la mayor de las ficciones… Y esto vale tanto para la creación literaria en verso como en prosa, sin distinción ninguna. El periodismo, sin embargo, es otra cosa. Escribir en un periódico es, además de un trabajo como otro cualquiera, un oficio con bastantes referentes éticos y estéticos de gran peso exterior e interior. Una manera –quiero pensar que noble- de contactar con la realidad para intentar no perderse en ella y, ya puestos en faena, intentar hacerla cada día un poquito mejor. Indudablemente, disfruté mucho escribiendo en la prensa, mucho. Lástima, eso sí, que sea, cada vez más, un trabajo precario y muy mal pagado.
P. Si se fuera a una isla desierta y tuviera que elegir solo una, ¿cuál de sus obras se llevaría? ¿Por qué?
R. No me llevaría ninguno de mis libros. Me llevaría, eso sí, una moleskine de hojas en blanco para poder anotar todo lo que ahí me ocurriera.
P. ¿Qué período considera más fructífero? ¿Por qué?
R. Es fácil hacer balances y dejarse llevar por las luces y las sombras de la contabilidad y pensar, entonces, que tuvimos años mejores y años peores. Yo no creo que sea así. Todo lo que hago hoy es fruto de lo que hice ayer y anteayer y así,sucesivamente, hasta llegar a una fría (imagino) noche de diciembre de hace ya muchísimos años. Espero que lo más fructífero aún esté por llegar, siempre.
P. Venda su obra. ¿Por qué un lector debería comprar sus libros?
R. Imposible intentarlo, siquiera. Nunca lo he hecho, además. Mira. Ya he dejado de soñar con grandes números de lectores y ventas porque, desde hace muchísimo tiempo, sé que escribo para muy poca gente, para gente con gustos tan especiales, quizá, como los míos propios. No pretendo llegar, pues, donde no tendría ningún sentido ir.
P. ¿Qué orden de lectura elegiría para alguien que no se ha asomado nunca al universo Planas Bennásar?
R. Yo siempre empezaría por el final, por el último libro y, más en concreto, por las últimas páginas de ese último libro. Si al lector le gusta lo que ahí pueda encontrar, siempre tendrá tiempo, entonces, de desandar el camino y comprender cómo fue posible.