La continúa indecisión
rodea su vida
atormentada
dubitativa
¿Acaso el Hijo no dudó
en el momento supremo?
¿No negó Pedro?
¿No desconfió Tomás?
¿No marcharon los discípulos de Emaús?
Desanimados,
decepcionados,
rotos por la derrota de la esperanza
¿No temió José de Arimatea
y sintió que todo había acabado?
¿No zarandeó su alma
la lucha entre fe y razón
a D. Miguel de Unamuno?
¿No creyó y descreyó
Miguel Hernández?
¿No dudan tantas y tantas personas
ante los embates traidores
que mueven sus cimientos?
Y preguntan con lágrimas al Azul
¿Por qué, por qué...?
Es un Ángel
con pocas respuestas
Está avergonzado
de ser celestial
Sólo se siente inseguro
Sólo quiso ser hombre
no criatura angelical
Mira a la cara de los que pierden
Y agacha la cabeza
Te dice: “Lo siento, lo siento...”
Los teólogos, los rectos doctores, los exégetas
amonestan con severidad sus inquietudes
Él vuelve a inclinar la cabeza
Buscas respuestas a sus incógnitas
desde su sencilla humildad
Él no tuvo la culpa
de ser siempre
contradictorio, complejo, indeciso
Nunca fue hombre de fortuna
En su vida de todos los días
Así le fue...
El Jefe envía a los desconcertados,
a los perdidos, a los dudosos
un Ángel como Ellos
Fiera, encarnadamente humano
