El Museo del Prado dentro de los cuadros expuestos, en su exposición "Invitadas", en la que recoge gran cantidad de obras de pintoras u obras pintadas por hombres, pero relacionadas con la mujer, expone un desnudo femenino, realizado por una mujer que fue en su momento, un auténtico revulsivo, en la restrictiva sociedad decimonónica en la que el papel asignado a la mujer, era sólo el hacerse cargo del hogar y de los hijos.
Este cuadro, que recuerda la Venus de Velázquez, rompía varios tabúes; el de la mujer artista, cuya meta no es exclusivamente el mundo del hogar, y el que una mujer realizara un desnudo femenino, desbordando "los límites del decoro" . No se trata como era habitual en esta época de representar temas "femeninos", como; madres con sus hijos, realizando otras tareas, o mostrando su belleza. Asuntos que mostraban el papel de la mujer y constituían el ideal femenino, en una sociedad diseñada por hombres.
Aurelia Navarro fue una de las mejores pintoras de su tiempo, aunque aún en la actualidad, no aparece entre los artistas destacados de principios del s.XX, y luchó contra una discriminación a las que se les sometía a las mujeres, en el mundo del arte. Tenían prohibida la clase de desnudo. Porque aunque se les admitió para cursar Bellas Artes, no podían acceder a dos asignaturas: la de Anatomía Pictórica y la de Colorido y Composición. En ellas se estudiaba anatomía y a representar el cuerpo humano, pero no podían acceder a estas clases porque "el estudio del desnudo perjudicaba valores femeninos como la modestia y la pureza".
Resulta curioso, que en La facultad de Bellas Artes, se encuentre en su biblioteca una importante colección de desnudos de Academia, 285 dibujos realizados entre 1752 y 1914, algo que no sería nada extraño de no ser porque, entre ellos, hay uno firmado por una mujer Marcelina Poncela y Ontoria, una de las seis matriculadas en 1884, en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado; y que fue la madre del dramaturgo Enrique Jardiel Poncela.
Pero poco a poco se iban cayendo trabas que impedían la igualdad social de la mujer. Así, el 1878-79 sería el primer año en el que hubo alumnas matriculadas en la Escuela
La sorpresa de la gran Exposición Nacional de 1907 fue, que una pintora, Aurelia Navarro, una granadina de 26 años, que ya había conseguido, en la Exposición de 1906, con “Retrato de señorita”, una Tercera Medalla del Jurado, presidido por Francisco Pradilla, participó con un desnudo, una versión de la "Venus en el espejo," de Velázquez. Era la primera vez que una mujer presentaba un desnudo. Curiosamente, la reacción fue espectacular. Consiguió una tercera Medalla, de un tribunal presidido por Joaquín Sorolla, imagino que temerían las repercusiones que tendría el concederle una primera medalla, o al menos la segunda, como la crítica pensaba se merecía. Pero fue tanto su éxito que. hasta, a la Infanta Doña Isabel, popularmente conocida como "La Chata" se entusiasmó con el desnudo y quiso conocer a la pintora y felicitarla personalmente, algo que también hizo Julio Romero de Torres.
Pero la popularidad, provocó, un auténtico acoso de la prensa, y esta situación le incomodó, decidiéndose volver a Granada. Estaba visto, que pintar desnudos estaba reservado a pintores masculinos, las cosas no había cambiado.
Se cree que pudo haber pintado cerca de un centenar de cuadros, hasta que un día debió de decir "ahí os quedáis, que os den". Y lo dejó todo, y se metió monja, tomando el hábito de las Madres Adoratrices, en Córdoba.
Nunca se hubiera imaginado que un cuadro de un desnudo, se hubiera tenido una repercusión tan fuera de lo que podría esperarse.
Los manuales de la historia del arte han borrado su nombre, y la familia de la pintora prefiere reservar en la intimidad el talento que atesoró la artista hasta que toma el hábito con las Madres Adoratrices, en Córdoba. Illán calcula que pintó un centenar de obras entre 1904 y 1916, ocultas hasta que la familia asuma la importancia de ellas.
Pero un espíritu como el de Aurelia, rompedor, le llevó a un "ahí os quedáis, que os den". Y lo dejó todo, y se metió monja, tomando el hábito de las Madres Adoratrices, en Córdoba.