Y 2.- El jardín sin delicias
Para Lola, Pepa y Loli en el jardín de su memoria
«Y el anónimo silencio del nombre de aquella maceta de 2007,
que, como un arca de Noé del diluvio de tu muerte,
se salvó en este otro jardín de veranos,
cuyas flores te señalan, crecen, se estiran para darte la mano».
Este destino del amanecer (El jardín y tú)
«Soy inocente de esa mirada»:
Ramiro Pinilla: Verdes valles, colinas rojas: 1. La tierra convulsa
***
Todo el silencio del mundo
no bastaría para recordaros
cuando aún amanece pálido:
La leche tibia del cielo se derrama
en silencio sobre todas las cosas;
en par de los levantes de la aurora.
No basta con adivinaros en la noche,
ni con poner las manos casi setenta años antes
—las manos azules de venas y de tiempo,
que, hoy, setenta años después, nos igualan—;
son suficientes una madrugada con sus velas
y dormidos ruidos de pisadas,
arrastrando las zapatillas negras de los años
—la sonora viudedad falsa—,
oliendo a café limpio,
astillas, carbón y fresco de pájaros.
El níspero aún no abrazaba a la palmera,
como tampoco hoy, 15 de agosto de 2019,
yo sabría que aún estoy escribiendo,
y vosotras tres no estáis para sonreírme
con este sufrimiento de los jardines.
No bastan, no, ni la noche,
ni las pesadillas, ni el ardor del insomnio,
ni la ventana abierta al más impuro silencio
—que es el no teneros a las tres—,
a esta noche derramada en el patio,
en la tardía tarde sin jardín de níspero,
sin más olor que el rancio dolor,
moho del Tiempo, que llaga,
y traspasa el día, adivinándolo,
tan puntual como vosotras os fuisteis.
Aunque no haya árbol de frutos prohibidos,
sí palpita un suicidio de jardines
bajo este jardín sin delicias,
que me arranca venas, arrugas,
pulsos y pasos encorvados,
silencios, besos al aire, fotos,
un café sin patio, un juguete sin ganas,
un húmedo olor a musgo
roto en las fotografías.
Soy inocente de esa mirada,
te decía ya Este destino del amanecer,
cuya otra tu muerte se había perpetrado insensata,
vendida ahora vuestra heredad a las ruinas.
La tarde se viste de café negro,
y olor a pasteles recién estragados;
la fruta viene sin la rugosidad de tu miedo
mas con el miedo en su hueso delirando.
Aquel jardín sin jardines, una delicia con vosotras,
se ha huido asustado del Tiempo y sus halagos fingidos,
vendida ahora vuestra heredad a las ruinas.
Había que llenar las tinajas en verano
de agua, alegría y fresca oscuridad,
mientras que para el invierno
las tinas se dormían, veladas,
hartas de mojada soledad cansada.
Y este jardín torpe, pobre,
que es solo un patio, nuestro patio,
vuestro jardín,
se cubre de lluvia y silencios,
madura como un luto muy largo, desesperado
de tanta muerte seguida de jazmines,
entre la sequedad mortal del níspero,
la yerma palmera sin sombra
y el tríptico rumor de sus dátiles fríos:
De aquel recorte azul, solo queda un desplegable
apagado en la memoria.
La tarde se viste de café negro
por el sufrimiento de los jardines.
Y el desasosiego de ojos y calendarios
se desvae en este ya jardín sin delicias,
donde no me queda ningún hueco
por donde agrietarme más,
vendida ahora vuestra heredad a las ruinas
de tierra ya insensata de cenizas:
todo el silencio del mundo se esconde
en este jardín sin delicias.
Soy inocente de esa mirada.