Emilio Gil nos vuelve a sorprender con Seres de cristal. Si ya es difícil desarrollar una sola historia, él nos reta a acompañarlo, como ya hizo en Violín roto, junto con los detectives Escrihuela y Calabuig, a desentrañar una serie de asesinatos… un tanto “ritualizados”.
De nuevo, tenemos ante nosotros un desarrollo magistralmente armonizado y perfectamente ensamblado. En la cabecera de la historia se sitúa algo grave y desagradable: el acoso laboral…
Cinco pacientes víctimas de acoso laboral se reúnen semanalmente en su sesión de terapia con la doctora Irene Albors, en su consulta de la plaza de la Reina.
Sus historias, sus decepciones, sus deseos de romper el círculo tóxico que les atenaza y les abruma, transcurren en paralelo a una serie de homicidios perpetrados en la comarca de l’Horta Sud de Valencia y rompen la bien ganada tranquilidad de los inspectores Alfonso Escrihuela y Gustavo Calabuig. Tardarán en descubrir a quién o quiénes se enfrentan, pero su oficio y la siempre brillante perspicacia del forense jubilado, Antonio García, contribuirá a ello. O a casi todo.
Gran maestría destila el autor para que todos los caminos abiertos, y en principio sin relación, converjan de una manera perfecta. Un digno final de gran película. ¡Qué gran guion encierra!
Poco a poco, Emilio Gil Ibor, va encontrando su lugar en el panorama de la novela negra. Más de uno que se autodenomina escritor quisiera tener la contundencia y profesionalidad en sus novelas. Acabo con una frase que plasmé en mi reseña de Violín roto: «Magnifica trama, urdida con eficacia -muchos son los sentimientos a tener en cuenta- para que cada pieza vaya encajando sin apenas darnos cuenta». Pues eso… lean ambas obras… ¡disfrutarán!
Emilio Gil Ibor (Alaquàs 1958). Licenciado en Farmacia. Comenzó a ejercer su profesión en Pinarejo (Cuenca), donde se aficiona a la lectura, encontrando en ella una gran aliada para combatir las horas muertas y la soledad. Después de una década abandona el ejercicio de la profesión para volver a su pueblo natal, trabajando durante cerca de veinte años en la industria. Ha sido docente de Formación Profesional, para el Empleo y en la actualidad se dedica a cumplir su sueño. escribir. En 2018 publicó su primera novela Violín roto (Editorial Caligrama).
Un placer, departir de nuevo con Emilio Gil Ibor… Gracias…
P.- Recuerde a los lectores quién es Emilio Gil Ibor
R.- Soy un valenciano de Alaquàs. Hace dos años escribí una novela, Violín roto, más como producto de un sueño que con intención de convertirme en contador de historias. Tras su publicación y mientras me enfrentaba al dilema de si continuar o no con la narrativa, me sorprendió que la gente me preguntara cuándo iba a sacar otro libro. Como la experiencia del primero me resultó satisfactoria, y sintiendo cerca la edad de jubilación, pensé que sería una bonita actividad con la que dotar de mayor sentido a esta etapa de mi vida. Me entró el gusanillo y, la verdad, no estoy arrepentido de ello, solo que he descubierto que publicar es una locura en la que en cada novela te lo juegas todo a una carta.
P.- ¿Cuándo, cómo y por qué nace Seres de cristal?
R.- Como acabo de decir, la idea surgió tras la buena aceptación que, a nivel local, tuvo «Violín roto», allá por abril del 2018. El cómo fue algo más delicado, ya que me costó bastante encontrar una idea que me gustase, y se contesta con el por qué. Alguien tenía que escribir sobre lo que considero un problema que, quizás por su cotidianidad y la variedad de gente implicada, conviene que pase desapercibido.
P.- Su base documental ¿es?
R.- En un principio la observación. ¿Quién no ha visto, en su lugar de trabajo, no una, sino numerosas situaciones de acoso laboral? Cuestión aparte es, que se las ignorase o incluso hayamos sido cómplices, activos o pasivos, de las mismas. En castellano yo no he encontrado mucha documentación. Las publicaciones del doctor Luis de Rivera, Consultor Jefe de la Fundación Jiménez Díaz y Titular de Psiquiatría y Psicología Médica en la Universidad Autónoma de Madrid, me han servido para caracterizar con rigor a algunos personajes, así como para describir la terapia que él propone para esta clase de situaciones.
P.- ¿Cuánto hay de usted en Seres de cristal?
Supongo que todas las novelas tienen, en distinto grado, rasgos del autor. En el caso de Seres de cristal hay muchos, ya que, más que intentar evitarlos, tiendo a destacarlos. Alaquàs es mi pueblo, en Pinarejo pasé diez años de mi vida, hice la mili en Rabassa, en Masía del Juez trabajé durante veinte años, perdí a un gran amigo, Antonio Daud, el día después de acabar el capítulo "Un forense en la albufera", en él me inspiré, ya desde Violín roto, para crear el personaje del forense Antonio García.
Si la pregunta es si hay algún personaje creado a mi imagen y semejanza, solo con Escrihuela comparto el rasgo de la capacidad de observación. Ya le dije, tanto en la primera novela como en esta, que mi mayor fuente documental se basa en observar todo cuanto me rodea. Bajo este prisma, sí he sido testigo en más de una ocasión, de situaciones de acoso laboral o cercanas a esta figura, ya que para clasificarlas como tal deben de cumplir unos requisitos muy determinados, aunque las secuelas suelen ser parecidas.
P.- ¿Qué hace más daño: la ‘crisis’ o el ‘acoso’ laboral?
R.-Desde que el mundo es mundo, las relaciones que se han establecido entre los poderosos y el resto, han pasado de la esclavitud a la relación laboral, consumiendo todo tipo de matices. A raíz de la Revolución Industrial nace el concepto de empleador y empleado, desarrollándose progresivamente los derechos laborales con mayor o menor éxito, en función de diversas variables.
El concepto de «mobbing», que no su existencia, no tiene sentido si no es dentro de unas relaciones en las que el trabajador ya ha adquirido algunos derechos. La opresión, la represión o el desfogue de determinadas pulsiones del poderoso en estas circunstancias, han llevado a refinar el sistema para quitarse de encima a aquellos que no han sido de su agrado, por supuesto, al menor coste posible.
La crisis ha traído pareja una reforma, en la que los derechos laborales se han visto cercenados y la precariedad e inestabilidad en el empleo campan a sus anchas. De esta guisa, crisis y acoso laboral van cogidos y evolucionan de la mano, aunque mi opinión es clara: la crisis te deja sin trabajo, el acoso laboral puede destrozarte mentalmente hasta dejarte hecho un vegetal. No exagero.
P.- ¿Seguiremos, en un futuro, acompañando a Alfonso Escrihuela y Gustavo Calabuig?
R.- Es una pregunta que me hice este verano después de dar a leer el manuscrito a gente de mi confianza. Les transmití mi inquietud, no sé hasta que punto el lector se cansa de ver siempre las mismas caras y, para mi sorpresa, todos dijeron que ni se me ocurriese matarlos, que, si acaso escribiera alguna otra historia sin ellos, pero de dejarlos ni hablar. Como me encuentro a gusto con estos dos policías, que además son de mi pueblo, supongo que volveremos a acompañarlos, claro está, siempre y cuando puedan continuar contándonos historias interesantes y comprometidas.
P.- ¿Sigue escribiendo en un ordenador con dos pantallas? ¿Ha desarrollado alguna nueva manía?
R.- Cuando lo hago en ordenador de sobremesa sí. Ahora he descubierto un sistema más acorde a mis huesos, escribo sentado en un cómodo sillón con el portátil sobre las piernas y así parece que se me cargan menos las cervicales. La última manía ha sido cambiar, durante la fase de borrador, el procesador de textos por uno de esos minimalistas, que solo muestran la página en blanco y que simulan el ruido de las antiguas máquinas de escribir.
P.- ¿Qué está leyendo, ahora mismo?
R.- Desde que he dejado de trabajar leo más. Este mes he leído Donde fuimos invencibles de María Oruña, Si esto es una mujer de Lorenzo Silva, y ahora estoy terminando La desaparición de Sthepanie Mailer de Jöel Dicker.
P.- ¿Qué impresión está recibiendo de esta nueva novela?
R.- La novela se presenta el día veintidós de febrero, así que solo le puedo contar la opinión de la decena de personas que la han leído. Supongo que cuando uno presenta su segunda obra, a lo mínimo que aspira es a que esté a la altura de la primera, al menos, es lo que yo pretendo. Todos me han dicho que les gusta más que Violín roto. Su opinión es que he crecido como contador de historias. Si ellos lo dicen, no voy a ser yo el que les lleve la contraria.
P.- Venda su novela, ¿por qué hay que leer Seres de cristal?
Soy mal vendedor, pero si tengo que recomendar la lectura de esta novela diré que el tema es interesante, vale la pena meterse en la piel de unos personajes que, conforme vaya conociéndolos, cada vez le parecerán menos ajenos, hasta puede que se sienta identificado con alguno de ellos. La trama pisa mucho la realidad, todo lo que se cuenta, desde los acosados, acosadores, incluso los héroes de la trama policial, son individuos perfectamente reconocibles, ya que lo que les cuento, en palabras del prologuista de la obra, puede suceder. Como no sé hacerlo de otra forma, Seres de cristal está escrita con el corazón y eso, en sí mismo, ya es una garantía de autenticidad.
Y una advertencia, si al terminar de leer la novela creen que la historia está inconclusa, que le faltan los fuegos de artificio, les adelanto que no es así. Por una sola vez y amparándome en la libertad que confiere la escritura de ficción, decidí que no acabasen ganando siempre los mismos.
P.- Sus planes a corto y medio plazo ¿son?
R.- De momento solo me planteo las cosas a corto plazo. Como decía antes, he dejado de trabajar, eufemísticamente diría que estoy prejubilado. Vivir, ese es el plan. Disfrutar de cuanto me rodea, sobre todo de mi familia.
Me he matriculado en la Universidad Senior y acudo a clases de narrativa, camino todos los días entre una y dos horas con mi mujer y mi hijo, cuando ellos pueden, y si no solo, buen momento para fabular.
El mes pasado comencé la escritura de El sueño del alfarero, una nueva aventura de Escrihuela y Calabuig, otra vez con un tema social de fondo que, me va a permitir, no le desvele.