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ISSN 1989-4163

NUMERO 110 - FEBRERO 2020

 

Las Mujeres Solas

Carmelo Arribas

El descubrir las peripecias vitales de una mujer , Elvira de Peñaranda, de los Santos de Maimona, (Badajoz) que se vistió de viuda cuando su marido, Juan de la Fuente, se marchó en 1595 a América, me hizo una vez más, considerar la situación de la mujer ante la ausencia prolongada del marido, teniéndose que hacer, ella sola, cargo de la hacienda, de la casa y de mantener a los hijos. Aspecto que se ha mantenido hasta fechas no muy lejanas, cuando el marido se marchaba a hacer la temporada de la siega y permanecía meses segando desde Andalucía a Aragón, o se marchaba a trabajar a Francia o Alemania, hasta conseguir estabilizarse, y poder conseguir la reunificación familiar.

¿Y cómo se ha sabido la historia de una de estas mujeres de pueblo que era superponible a la de tantísimas, a las que sus maridos les dejaban solas con los hijos y se marchaban, o eran obligados a hacerlo, para incorporarse al ejército, y de los que desconocían noticia alguna, durante meses, sin saber si estaban vivos o muertos?

Una vez más han sido los documentos, recopilados por el Tribunal de la Inquisición, los que nos muestran la vida, tan repetida en otras mujeres y no por eso menos dramática, de una mujer que denuncia a su marido por bigamia, por lo que interviene la Inquisición y deja datos del juicio, que nos permiten ver el drama de una mujer, realmente abandonada y con el estigma de la deshonra familiar causada por el marido, El matrimonio se celebró teniendo ella dieciséis años y él veinte. Entre iguales, se afirma,  "gente rica y principal". Y así debió ser porque a la boda acudió " la mayor parte de la gente de la villa".

Pero la cosa no fue bien desde el principio, preocupándose poco de su mujer e incluso dándole mala vida. Juan escribió a su hermano de México, diciéndole que estaba solo y cargado de deudas, y que quería huir de los acreedores. Este le encontró trabajo y se fue.

Cuando esto ocurre, llevaban ya cerca de seis años casados y sin hijos. Como era legal, firmaron un documento obligatorio a los que se iban y estaban casados, en el que se obligaban a volver  antes de seis años.

Por suerte, ella no se encontraba en la situación que otras muchísimas mujeres, que se quedaban en la pobreza y sin apenas recursos. Había conservado su dote, y su madre y su hermana la acogieron, incluso su cuñado era "perulero" definición que se daba a un indiano rico, que supuestamente había venido del Perú. Él sería, el que informado de la situación y las andanzas del marido de su cuñada, lo denunció ante el Santo Oficio por haber contraído un segundo matrimonio, estando su primera esposa todavía viva, lo que constituía bigamia.

Esto era algo que no esperaba su mujer, aunque suponía, como le escribía en una de las cartas, que estaría "embebido en las mestizas"." porque en mi presencia ya lo hacíais con otras mujeres, cuanto más en mi  ausencia."

Fue detenido y efectivamente estaba casado con otra mujer, y cuando el Tribunal de la Inquisición, le acusó, no negó haberse casado dos veces, pero "no por desprecio del sacramento del matrimonio, sino por la afición ( el amor) de la mujer con quien se casó segunda vez".

Esta situación de mujeres solas, en una proporción, que si hemos de creer a muchos historiadores, en la Edad Media la proporción de hombres y mujeres era de de 7 mujeres por cada hombre, hacía que la economía de los pueblos residiera en ellas. Eran las "ciudades de las mujeres" Las guerras continuas, producían una gran mortalidad en la población, pero fundamentalmente eran los hombres jóvenes que formaban los ejércitos los que más morían. Si a esto añadimos los que se encontraban movilizados, tendremos una imagen de la sociedad, que no corresponde a la que nos ha llegado, esto sin contar el supuesto oscurantismo, que se aplica a esta época, quizás porque todo recaía en las mujeres y ya se sabe que sobre ellas ha existido, siempre, un velo de invisibilidad, cuando la realidad no era así. Pero si tomáramos, como correcta, esta proporción entre hombres y mujeres, nos encontraríamos que en una población de 800 habitantes 700 serían mujeres y sólo 100 hombres. Lo que aunque la proporción no fuera tanta, nos pone ante un escenario social que rompe los esquemas de  invisibilidad y nulidad social de la mujer en la Edad Media. Porque aunque la preeminencia del poder fuera fundamentalmente masculina, constituida por realeza, nobles y clero, el funcionamiento social debería era femenino, algo que no se ha tomado nunca en consideración.

Así, se tienen datos de mujeres que aparecen trabajando en los más variados oficios, tradicionalmente conceptuados como sólo masculinos.
En el "Libro de los oficios" de París, del S. XIII,  se nombran gran cantidad de trabajos que realizaban las mujeres, e incluso en los Gremios de la ciudad de Marsella hay citados 150 oficios en los que aparecen nombres femeninos, aunque sólo se hace constar que eran mujeres, sin identificarlas por su nombre, porque su labor principal era el acarreo de materiales, agua arena o piedras, por lo que cobraban menos. Aunque en algunos casos, sí fueron reconocidas, algunas cuya labor era más destacada, como la escultora Sabine de Pierrefonds, cuyo nombre aparece en varias estatuas de la Catedral de Notre Dame, y de la que se sabe que dirigió un taller con discípulos masculinos. U otras que realizaron frescos, como los existentes todavía en la actualidad en la iglesia de S. Sebastián de los Caballeros de Toro ( Zamora) de principios del XIV, en los que en un letrero se afirma: Teresa Dieç me fecit". Teresa Diez me hizo.

Lo más curioso, y que rompe muchos estereotipos, es la existencia de mujeres jefas de cuadrilla, que son maestras de obra, como una tal Grunnilda, que aparece en la ciudad de Norwich en el momento en que se estaba erigiendo la nave central de su catedral gótica, y albañilas, y que no sólo hacían trabajos de apoyo, como se hace constar en los libros de obra:“Mujer que limpia donde se empareda el ladrillo”, “mujer que ayuda en la obra”, “mujer que lamina el yeso”, “mujer que aparta los medios ladrillos”, sino que son ellas las albañilas.

Representaciones medievales colocan a las mujeres en puestos de venta de los mercados, y por supuesto en la confección de las prendas de vestir, actividad, casi exclusivamente femenina, que incluía casi todo el proceso desde el hilado, como se puede apreciar hasta en las representaciones de Vírgenes, modelo de toda mujer, que tienen un huso en las manos, con el que convertían las madejas de lana en hilos, o en cuadros tan icónicos como las Hilanderas de Velázquez, hasta la confección de los vestidos.

Y es que esta invisibilidad de miles de mujeres a las que sus maridos dejaron, a la búsqueda de conseguir una  vida mejor y que en muchos casos dejaron la vida en el camino, o se olvidaron de ellas, llenando de lutos los vestidos de las mujeres,  no fue tan invisible, como han hecho creer, pero sí la superaron o sufrieron, con una carga de energía vital y en muchos casos de dramatismo que hizo que los pueblos y las ciudades mantuvieran su dinamismo y superaran unas circunstancias difíciles, y cuya labor ha sido tan olvidada, que los historiadores han definido estos períodos como épocas oscuras, en la que había nada destacable,  y evidentemente están muy equivocados.

 

 

 


 

 

Mujeres

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