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ISSN 1989-4163

NUMERO 110 - FEBRERO 2020

 

Fadrí, el Dragón Nombrador (Segunda Parte)

Ángela Mallén

…Y después de mucho nombrar, el dragón tenía una colección inmensa de palabras. Todas las guardaba dentro de su cabezota, detrás del cuerno. Sin embargo, todavía no había encontrado ninguna palabra que sirviera para nombrar al pequeño planeta azul. Intentó inspirarse en Brisa, Agua, Montañas, Árboles. Intentó construir una palabra combinando fragmentos de las ya inventadas. Por ejemplo: Brimón, Sagua, Táboles… Ninguna le satisfacía. Aunque con este método encontró una combinación llamada Sílaba que aprovechó para nombrar los trocitos de palabra. Pero para el planeta azul no había sonido, ni música, ni ritmo, ni acento con la suficiente personalidad. De modo que el planeta azul continuaba siendo el innombrado mientras iban naciendo los peces, los dinosauros, las aves, los animales arrastrados y luego los corredores. Con todos ellos jugaba el dragón a saltar, correr, chapotear, lanzar fuego, romper piedras, acariciar cachorros, lamer la lluvia, dibujar sombras, etcétera. Por supuesto, haciendo siempre el mudo. Todos estos acontecimientos sucedieron en un abrir y cerrar de ojos. Hasta que un buen día, en un lugar que llamó Orilla, apareció un animal nuevo, muy pequeño, que parecía estar jugando con los pies en el agua y las manos alzadas. Era hembra, sabía caminar con los pies y sabía alzarse de manitas. Por eso decidió llamarla Humanita. Tenía pinta de lista porque se quedaba mirando mucho rato las cosas, lo mismo que hacía él.
 
Un día estaba Humanita machacando un coco con una piedra y al ver que no se partía, dijo un poco enfadada: Coco, Coco. El dragón vio la escena y, lleno de emoción al comprender que este bichillo tenía energía, ritmo e imaginación, se le acercó y dijo con su voz de trueno cósmico COOOCOOO.  Humanita, lejos de asustarse del enorme dragón con su rugido de catástrofe, lo miró descaradamente desde su extraordinaria pequeñez. _Coco, dijo sonriendo. _COOOOCOOOOO, respondió el dragón encantado de la vida. Y a partir de ese momento se hicieron amigos inseparables.

Ambos habían encontrado un compañero de comunicación. El dragón le enseñó a Humanita casi todas las palabras que había inventado. Aunque muchísimas no se las podía explicar porque eran de otros mundos. Pero ella las repetía todas: _Galaxia -decía sintiendo el placer de los sonidos-. Y en su cabecita se formaba un agradable cosquilleo oscuro que muchísimos milenios más tarde denominaron “pensamiento abstracto”. _Árbol, piedra, río, monte… Decía Humanita con su voz aguda y alegre, mientras señalaba con un dedo muy corto terminado en una uña muy sucia. _ÁRBOL VERDE, PIEDRA DURA, MONTE ALTO… _Añadía el dragón con su voz de fuego cósmico.

Eran felices. Ella por primera vez en quince años y él por primera vez en toda la eternidad. El dragón la llevaba a la playa escondida en una de sus escamas esmeralda. Entraba en el agua y jugaban a ser una isla. Desde allí dentro se veía la línea de la costa con las montañas de color violeta oscuro y los bosques verde menta. Y creo que fue ese día cuando el dragón tuvo de repente un pensamiento triste y alarmante: todo lo conocido poseía ya un nombre, menos ellos dos y el planeta azul. ¿Y si por no tener un nombre caían en un agujero negro?

_HUMANITA NO NOMBRE, DRAGÓN NO NOMBRE, PLANETA NO NOMBRE. _Rugió el dragón preocupado.
_¿Planeta? _Preguntó ella extrañada, puesto que desconocía ese término.
_PLANETA: MUNDO HUMANITA. NO NOMBRE.
_Mundo Humanita Tierra. No agua.
_TIERRA. TIERRA. TIERRA. _El dragón no se equivocaba, ella era muy lista. TIERRA tenía lógica y también tenía música.
_TIERRA TIERRA TIERRA. _Repetía el dragón quemando con su voz un par de bosques.
_Tierra Tierra Tierra. _Replicaba ella varios tonos más alto.
Tan contento se puso el dragón que fue a buscar un regalo para Humanita. Al pie de las montañas violeta había un valle tan llano como la superficie del planeta Gliese, donde crecían extraños árboles de los que colgaban frutos de un color que a veces había visto él en Júpiter. Lo había llamado NARANJA. Allá se acercó el dragón y arrancó un árbol de aquellos para llevárselo a Humanita.
_NARANJA HUMANITA.
_¿Naranja Toc Toc? _Preguntó Humanita golpeando su pecho para indicar si era para ella.
_TOCTOC – TOCTOC - TOCTOC.  _Casi cantó el dragón como un barítono gigante.
_ Fadrí Dragón. ¡Fadrí!. _Dijo Toctoc inventándose una palabra para dar las gracias.
_FADRÍ – FADRÍ - FADRÍ. _El dragón a estas alturas estaba dando saltos de alegría y haciendo un agujero en el suelo que milenios después fue un lago de agua salada. Porque enseguida supo que esos eran los sonidos de sus nombres.

Para celebrar el acontecimiento, Toctoc se comió por lo menos dieciocho naranjas. Y FADRÍ se comió todas las que había en los árboles del valle, con hojas y ramas. Sólo quedaron los troncos pelados.

Él con su vozarrón de estruendo y ella con su vocecilla de pajarito cantaban y cantaban:
_TIERRA-TOCTOC-FADRÍÍÍÍ
_Tierra-Toctoc-Fadríííí

Milenios y milenios más tarde, los humanos todavía usaban el nombre de Toctoc para entrar en los universos personales y hasta construyeron una torre de ocho caras con el nombre del dragón FADRÍ.

Pero eso pertenece a otra era. Y lo importante es que ellos, Toctoc y Fadrí, nunca, jamás de los jamases, caerían en un agujero negro.

 

 

 

 


 

 

Fadrí

Imagen: Melchor Zapata 

 

 

 
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