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ISSN 1989-4163

NUMERO 100 - FEBRERO 2019

Cuerpo Felino tu Palabra

Ramón Asquerino

(Los sepopardos)

«¿Hasta cuándo aguantaría mi memoria?»: Manuel Pérez Subirana: Lo importante es perder
«La memoria cambia a medida que cae la tarde. Ni siquiera sé si son recuerdos»: María Tena: Nada que no sepas
«A mediodía, el sol hacía esfuerzos por abrirse camino entre la niebla, como si quisiera disolverla en azul. […] el vuelo de la niebla del amanecer, gélido e hiriente como el graznido de un cuervo…»: Thomas Mann: La montaña mágica

« con pasos de felino ingrávidos, se oía
un tímido café oscuro cimbreando el silencio
de parte a parte, cortando la mañana en ayunas»
Cansancio de musgo

***

Me temo que no hemos hecho caso a los planes de la memoria,
que nos hemos extraviado jugando a los dados,
a los pasos perdidos en la azotea tendida de rumores,
a la merienda sin chocolate ni caricias,
 al sol sudando por el esfuerzo en el amanecer, y al dolor de cabeza
de avisarte del peligro de asomarse al interior.
Me temo que la partida la hemos perdido
desde el inicio de la noche, desde el borde del vaso largo,
desde los labios del beso corto,
desde el oído de no verte,
desde el tacto de no aspirarnos.
Me temo que nos hemos disuelto sin esfuerzo en la niebla azul,
pero bajo un añil pastoso, menos tus ojos de gato.

No hicimos caso a los planos de la memoria
y, ¿lo ves?, nos hemos desorientado en el callejón del Gato,
aunque quizá sepan la verdad los sepopardos egipcios,
los polígonos invertidos, los nombres de los antípodas,
el revés de los pantalones o el reverso de la mano hostil,
o el desierto, con todo su sol a cuestas bajando por la cara de las pirámides,
por la fronda de tu falda silenciosa, memoria.
Tal vez conozcan la verdad los antiguos oráculos del viento,
la ventisca de los desiertos, los abrazos a cielo abierto,
las copas derramadas, las desveladas cepas,
la lejanía ciega, el viento del desierto sin mirada
que escribe nombres de arena en la pizarra de los deseos,
en versión original con subtítulos en tus ojos.
Mientras, un sepopardo se ríe en los prados de tus tobillos,
en la piel indecisa de tus manos se enrosca feliz,
en el índice azul de tu horizonte se estira en tu piel
sediento, cosmopolita, intruso, migrante de playa y ahogados.
Los sepopardos meneando su cola en el cuerpo felino de tu palabra,
sabrosa, áspera, final, incipiente, soberana, emperatriz.
¿Qué buscan esos sepopardos si no es tu languidez lenta,
tu estrategia de recuerdos de azules nieblas,
mi analfabeto añil desleído?

¿Hasta cuándo aguantaría mi memoria?,
me decías en tus noches de brisa y alcohol duro,
en el velo de la tiniebla del amanecer,
en tus labios sentados y expectantes,
en el cuerpo felino de tu palabra,
en la sintaxis de tus manos,
en el alfabeto de tu pelo.
¿Hasta cuándo aguantaría mi memoria
en tanto en gélido e hiriente
como el graznido de un cuervo?

Las serpientes sin su tutía como este veneno de estar escribiendo.
Por fin, el desliz herido de la osteoporosis del olvido y la memoria,
tu niebla azul amaneciendo en recuerdos,
 recalando arcoíris en el puerto, bonanza de las caléndulas,
cuando los faraones y los sepopardos se deshacían a besos y lapislázuli en sus tumbas.

*

Madrid, 2 de noviembre; L’Alfàs del Pi, 15-18 de diciembre 2018. Y Madrid, 17 de enero de 2019

 

 

 

 


 

 

Sepopardo 

 

 

 

 
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