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ISSN 1989-4163

NUMERO 100 - FEBRERO 2019

El Cielo de Kaunas (2ª Parte)

Javier Neila

Autor: Jesús Zomeño. Ediciones Contrabando. 2018. 230 páginas. 14€

Hace más de 30 años, una sucesión de extrañas casualidades– o ahora así me lo parecen- me llevaron a compartir alcohol, tabaco y confidencias con un atracador de bancos.

A mí me interesaba lo que contaba, y a él mi bagaje en derecho penal, así que hicimos comandita de barra. Yo pagaba más que él y élrelataba más que yo. Así que salí ganando. Yo acababa de salir de la facultad de derecho, y él de la trena, y si me dijo su nombre verdadero o sólo su alias, es algo que ya no recuerdo, ni muchos otros detalles del lugar en el que nos encontrábamos, más allá de un garito sucio y oscuro de sillas metálicas y azules, ocupadas por personas grises, cerca de Alhaurín de la Torre; y es que la memoriaa veces tiene piedad yte ahorra recuerdos incómodos.

De la larga charla que aquel doctor en filosofía carcelaria me impartió esa noche -no teníamos más planes y la velada estaba empezando- una de las enseñanzas que mejor recuerdo giró sobre la educación de los hijos. Sonaba Together foreverde Rick Astley, entre Fortunas mentolados y cubatas de ron Barceló.

“Lo importante, Javier, es que cuando tengas hijos, no los dejes huérfanos, como me hizo a mí mi padre. Te digo que estés con ellos, en lo bueno y en lo malo, y no les abandones nunca, aunque se lo merezcan o dejes a la madre para irte con otra tía. Pégales si hace falta, pero no con odio o porque estés borracho o enfadado. Sino por una razón. Que sepan que estás ahí, a jierro con ellos…sin condiciones. Los hijos necesitan valores, normas y un ejemplo al que seguir. Da igual los valores que sean. Porque si no, los educarán en la calle... y hay mucha gente mala ahí…yo lo sé.

Yo les daré valores y ejemplo de feriante (a eso decía dedicarse…lo del atraco fue que lo lio su colega) y tú les darás ejemplo de persona decente -me guiñó un ojo, como cuestionándolo- pero tendrán algo a que agarrarse cuando no sepan cómo actuar. Porque no saber lo que hacer y quedarse quieto cuando la vida te sorprende y te viene a contra mano, es lo más perro que le puede pasar a un crío, y al final se dejarán llevar por el primero que les eche un poco de cuenta. Y también es importante que te tengan respeto. A ti al primero, y luego a los demás. No me importa que un niñato me pida un cigarro…pero le voy a ostiar si me lo pide sin educación, en plan chulo…es lo que hay...”

 

Precisamente es de eso, de huérfanos rotos, es de lo que versa la segunda parte del desgarrador libro de Jesús Zomeño, el cielo de Kaunas, donde sus tres capítulos no dejan de entrelazarse de manera sutil e inesperada.

Vladik y Yuri son de los últimos hijos bastardos de un comunismo descabezado; retoños de un sistema caduco en dónde los valores y las bases de la convivencia han quedado tan vacías de contenido que, emulando a Nietzsche, están más allá del bien y del mal. En un mundo que se derrumba, los huérfanos de la URSS andan desorientados, sin un ejemplo a seguir, ni alguien real o imaginario que les enseñe a buscar la felicidad o al menos a intentarlo, o sin alguien que -simplemente- les dé una bofetada a tiempo. Al fin y al cabo, la felicidad, el amor y la familia no son más que falacias capitalistas, y la zona de confort donde ellos se mueven es ese terrible sitio donde la vida propia vale tan poco como la ajena, que es nada. No son personas malas, sino vacías de contenido, formateadas y calcadas las unas de las otras, que asumen que habrá un futuro sin ellos y que hubo un pasado que jamás importó, lo que les hace no sentirla más mínima compasión ni empatía por nadie, siendo inmunes a cualquier remordimiento.

Por eso, la falta de reglas y objetivos se convierte en la pesadilla argumental que les conduce a una vorágine de despropósitos en contra de sí mismos, camino a la locura, y que les costará a los protagonistas el precio más caro que puede pagar un ser humano, según la filosofía de Osho, y que es precisamente la perdida absoluta del alma. Es precisamente en este camino a la perdición, cuando conocen a Guitta, la joven estudiante alemana que los acompañará durante todo el relato, como tres ciegos que, agarrados de las manos, andan entre espinas, dejándose llevar por el menos cuerdo y hasta perder la piel.

Otras figuras a destacar en este segundo relato, preñado de matices y descripciones intensas, son el francotirador que nos acompañó ya en el primer relato, y un inquietante saqueador de tumbas, que sin una vida que llenar, llena de medallas y botones oxidados sus bolsillos, fantaseando entre los campos de batalla, desvalijando cadáveres de soldados muertos en tantas guerras que ya es imposible recordar, y vendiendo luego en Ebay las pertenencias que miles de soldados portaron y junto a las que sus cadáveres se descompusieron, como si la miseria y el horror de unos fuera el negocio y la morbosa colección de otros que, sin nada que sentir en su presente, necesitaran fetiches que les rememoren viejas glorias. Así, este lúgubre arqueólogo de la muerte consigue que la tosca cruz ortodoxa que un campesino ruso besó justo antes de morir en un ataque a la bayoneta en 1917, acabe en la vitrina del coleccionista de reliquias norteamericano con el único objetivo de impresionar a sus amigos. Y sólo este autor albaceteño afincado Elche es capaz de escrutar a la perfección el alma de ese gusano necrófago que vive de cadáveres.

Estos perfiles,entre otros, deambulan sin control ni pudores entre las hojas del último libro de Jesús Zomeño, como muestrario vivo y desapasionado de las generaciones posteriores al nazismo y al comunismo. Pero si tuviera que elegir una frase que crisolicea todos ellos de manera descarnada, no dudaría en apuntar la siguiente:
“Todos tienen miedo a levantar el vendaje que tapa su culpa, prefieren seguir sintiendo el dolor; pero no es el miedo solo a ser responsables, a veces es mayor el miedo que tienen a descubrir que son inocentes, porque eso resulta más difícil de explicar, cuando la culpa es parte de tu piel”


El cielo de Kaunas

 

 

 

 

 

 
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