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ISSN 1989-4163

NUMERO 100 - FEBRERO 2019

Provocando que es Gerundio

Inés Matute

Hubo un momento en el que arte dejó de ser estética. Empezamos a hablar de conceptos y se nos llevó, con mayor o menor acierto, a la reflexión. Todo era conceptual y todo valía. Mierda de artista enlatada, sin ir más lejos. De ahí pasamos a la pura provocación, tan vista y utilizada en la música y el mundo de la pasarela (ay, aquellas modelos que desfilaban con capucha, a tropezón limpio y a tacón tronchado!). David Delfín. La colorida Ágatha. El holligan de Mac Queen.

La mecánica de la cosa es simple: un “artista” curtido en las artes publicitarias provoca a las autoridades con su obra, estas se rasgan las vestiduras, los medios prestan atención, los mirones lo discutimos en los bares y el provocador logra publicidad. De eso se trataba, no? Ahí tenemos al rapero Valtonyc, a la siempre divertida Marta Sánchez ofreciéndonos la letra del himno nacional, y cómo no, a Santiago Serra que, con sus “Presos políticos en la España contemporánea”, consiguió el premio gordo: ser censurado en ARCO. Bingo!

Nada debería sorprendernos a estas alturas. Ya hemos digerido a Damien Hirst, a Duchamp y hasta a Madonna. Lady Gaga me enternece. Shalman Rushdie me aburre, a Houellebecq le leo de rodillas y Banksy me pone. Lo que no me pone nada es la realidad cuando se enfrenta al supuesto arte, sobre todo si escasos diez metros separan a la imagen que intenta provocarme detrás de un cristal de la horrible realidad que la inspira.

Aquí os dejo la imagen en cuestión. Un hombre que duerme entre cartones y la pregunta que intenta moverme a la reflexión. Cómo te ves a ti mismo dentro de cinco años. No digo que no tenga su enjundia. Desde luego yo no me veo así. Ni en la peor de mis pesadillas. Pero quien sí se ve así es un pobre mendigo que duerme (casi todo el día) en unos cartones idénticos a los de esta instalación. Un hombre que, muy probablemente, se sentirá humillado en su desgracia cuando vea que los demás llaman arte a su miseria, a su soledad, a su desgracia, y que sobre ella montan su chiringuito artístico e imprimen sus catálogos.

La pregunta es buena: cómo te ves a ti mismo dentro de cinco años. Lo que no me gusta es pensar cómo me sentiría yo si tuviera que dormir en la calle, dependiendo de la caridad de los demás, y viera mi realidad plasmada en una vitrina, y al “artista” haciéndose de oro con un muñeco que me representa a mí. Excluida de la sociedad. Marginada y marginal. Sola. Pobre. Débil. ¿Mona de feria? Tal vez sí.

 

 

 


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