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ISSN 1989-4163

NUMERO 100 - FEBRERO 2019

Cuando la Tragedia se Convierte en Show

Inés Matute

No es políticamente correcto decir que estabas hasta las narices del tema. Que te hartaba encender la tele y conectar con el maldito pozo, y con todo el circo que habían montado alrededor. Era obvio que el niño no podía haber sobrevivido pasados los primeros seis días. Solo, sin comida, sin agua, posiblemente con los huesos fracturados y rodeado de tierra, silencio, animales de esos que circulan por dentro de la tierra- ratas de campo, topos, gusanos, hurones y hormigas- y, lo que es peor, sin oxígeno. Pero el circo seguía aun a sabiendas de que el túnel por el que cayó se había rellenado de tierra y escombros. Los medios, contrarios a la razón y a la lógica, pretendían (y conseguían) mantener al telespectador pegado a la pantalla con la cantinela de que “no había que perder la esperanza”. Un espectáculo solemne, largo y multitudinario al que se iban sumando vecinos, policías, guardias civiles, mineros, ejército, bomberos y periodistas, por no hablar del padre de Mari Luz Cortés, que va de tragedia en tragedia dando su versión mística/sociológica de los acontecimientos, muy atildado y circunspecto. Al show se le sumaron helicópteros, para dar la sensación de premura a un rescate que ya solo era recuperación de un cadáver.

La transmisión en prácticamente directo de un espectáculo- en eso se acabó convirtiendo- de rescate, que no de salvamento, empezó a recordarme a esas largas sesiones de telebasura en las que los famosos aderezan sus vidas y ponen ceros a sus cuentas corrientes con rupturas, cuernos, abortos, acostorios, bancarrotas, fracasos, hijos drogadictos o cánceres terminales. Que no utilicen con nosotros el argumento de que con las continuas conexiones a Totalán nos estaban nutriendo. Alguna obligación moral tendrán los medios de comunicación, que pertenecen a corporaciones al frente de las cuales hay gestores de indudable solvencia, quienes a su vez están servidos por periodistas de primera línea, de hacer pedagogía.

Los medios privados se deben a sus accionistas, lo sabemos, y estos exigen rentabilidad. Pero quizás deberían plantearse el beneficio económico por medios no solo lícitos sino también éticos. Mientras las redes sociales se llenaban de corazones, peluches, muñequitos y manos tendidas al pobre niño muerto, yo pensaba (no como madre, pues desde la maternidad sí me sumo al inmenso dolor de los padres del chaval) que no se trata de ser ñoño o de derrochar filantropía. Pensaba que bastaría con tratar los sucesos con profesionalidad, sin excitar las bajas pasiones de la gente para arrancar audiencia o llevarnos a las lágrimas. Fue un circo lo de las niñas de Alcáser. Lo de Marta del Castillo y lo de Yeremi Vargas. Lo de Mari Luz Cortés y lo de la pareja desaparecida en el pantano de Susqueda. Lo de Daniel Cruz, “el pescaíto”. Lo de Diana Quer. Fue un circo lo de la muerte y agonía en directo de la niña Omayra Sánchez, años atrás. De todo hacemos un circo. Y a mucha gente, como a mi, no nos gustan ni los trapecistas, ni los leones, ni los payasos. Si nos gustaran, nos meteríamos en política.

 

 

 


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