¿Me dejé caer?
¿O me empujaste tú?
¿Me alejé de ti?
¿O me dejaste ir?
¿Quién dejó caer a quién? ¿O caímos los dos? ¿Quién se alejó de quién? Sospecho que me dejaste ir. Que ya no era importante para ti. Que cesé de significar para ti. No perdonaste lo que tú llamas “un error” que cometí y me has condenado a la indiferencia, al silencio, al anonimato. Un proyecto que como un cometa fugaz has dejado marchar, desaparecer, tirarlo al cubo de la basura sin una oportunidad
Tras el amor
vino la decepción
tras el amor
vinieron pala y socavón
Sentía que soñábamos un futuro juntos cuando tu panorama se aclarase. Cuando te conocí, vivías en sombras oscuras al acecho del miedo, la soledad, la incertidumbre. Ahora que tu cielo empieza a aclararse, arriba mi eclipse al interponerse una maldita luna entre tú y yo. Me diste el palazo de tu adiós inesperado a primeros de abril mientras mandabas tu fotografía desde la playa. Empezó el socavón descendente al tiempo que tú remontabas. La pala de tu despedida, el socavón de mi vida que ya no sabe dónde va.
La vida duele
si aprietan el corazón
Así tengo el corazón. Apretado. Descompuesto. Abatido. Roto tras tu marcha. Un mazazo a la vida que soñábamos juntos. Con nuevos plazos, nuevas ilusiones, proyectos emergentes para un futuro compartido. Le has dado el martillo del finiquito Ahora todo duele. Todo cuesta. Todo aprieta sin la posibilidad de tu mirada. De tus ojos negros como la noche negra. Hoy sin estrellas. Hoy todo duele en el espejo ajado de nuestros sueños
Ya no siento que me deseas
y es duro de aceptar
No me deseas como hasta hace poco. No buscas mis labios, no mordisqueas mi garganta, mi pecho. No juegas con mi sexo. No buscas mis abrazos para enredarnos juntos, que eran hasta poco tus redes protectoras. Y duele. Verdadera, humana, honda, amorosamente duele como clavos de una senda que no llevan a ningún sitio.
Era el primero de la fila
ahora soy el último en llegar
He sido durante un tiempo el primero y ahora no soy nada. Sospecho que otro ocupa mi lugar. Un tipo que me dijiste una tarde desolada que te hacía “tilín”. Un perfecto buitre que ha engatusado tu corazón con sueños nuevos, esperanzas de mercadillo y promesas fugaces. Me has relevado del escaparate de tus ilusiones cuando antes susurrabas: ¿dónde estabas hace veinte años...? ¿Dónde? Eres el hombre ideal para muchas mujeres. No entiendo que estés solo. Ahora suenas tus palabras a dardos amargos, palabras imprecisas en el álbum de la conciencia. Como si el ayer reciente no hubiera sido y el hoy amargo sea el delirio de una pesadilla sin fondo. Ahora otro ocupa mi lugar y tú me has desterrado a la tierra sin alma, sin ilusiones, sin esperanzas. Sin nada. Otro te ha comido el oído con quimeras que has comprado para tirar al cubo de los desperdicios las que te regalé, como un pañuelo sucio que después de usado y arrugado se despacha.
Tras el amor
vino la indiferencia
tras el amor vinieron
las consecuencias
Dices que haga mi vida y que tú harás la tuya. Ese mensaje brutal suena a despedida, a que ya he dejado de ser tu príncipe para ser un puto mendigo que anhela un imposible. Un pobre tonto que ha vuelto a perder y cuya suerte te merece la mayor de las ignorancias. La más terrible arma destructiva de los sentimientos: la indiferencia. Tú sales triunfante: alguien nuevo que te agasaja y pugna ha ocupado mi trono. Tú sales vencedora y yo pierdo. Sentía, creía, deseaba que esta fuera la estación definitiva. Tú, mi sur. Mi destino. Todo se ha desmoronado. Del castillo ya no quedan ni las míseras ruinas de un cercano ayer, gozoso, azul y compartidamente enamorado.
La vida duele
si aprietan el corazón
La vida duele. Mucho. No hay palabras suficiente para describir la herida. La herida de tu amor que había curado tantas cosas. Tu desamor. Tu indiferencia defensiva. Duele como mil cuchillos clavados en el desconcierto de la soledad sin tus besos, sin tus ojos. Sin tus abrazos que ya no están, que se han ido. Dices que para siempre. “Que te vaya bien y conozcas a otra con los mismos gustos que tú”. Duelen las palabras como disparos, como frases lapidarias que entonan un adiós. Como un berbiquí hiriente que se come el gusano bueno de tu corazón, como la fruta podrida al desamparo que termina en el contenedor. Como las bombillas que declinan la luz para acabar en el cubo de los cristales olvidados.
Si aprietan el corazón, todo es oscuro. El aire se cierra sin salida y las ventanas de tu alma gritan un adiós derrotado y melancólico. El hombre que amó, luchó y perdió a nadie importa. Menos a ti. Los labios partidos después de tantos besos, ya no valen. Se han sustituido por otros que piensas más necesarios. Los abrazos salvadores, las manos amantes son tinieblas del pasado cuando la luz relucía y nos salvaba.
Hoy ya no hay luz, ni abrazos, ni besos. Nada. Al corazón se le han apretado las clavijas y apenas puede respirar. Nada más queda especular que sea cierto este desastre de nuestra nave encallada en tierra desencantada.
El corazón apretado está tocado, herido. A punto de hundimiento. Hacia la mar.
La vida suele
si aprietan el corazón
“No voy a contarte nada más de mi vida ni de nada”
“Que si aguantabas mis milongas, que si patatín, que si patatán”
“Y no quiero hablar más contigo porque siempre es lo mismo, lo mismo y lo mismo. No quiero estar contigo. Acéptalo y ya está”
“Es que me has hartado de no entender la situación cómo está”
“Es que no quieres entender que cuanta menos conexión haya entre nosotros, mejor” “No empieces”
“Yo creo que tonto no eres. Pierdes el tiempo porque yo no voy a volver”
“¡Qué pesado! Yo no estoy hecha para nadie. Ni para ti ni para nadie”.
“No soy la mujer de tu vida, te lo vuelvo a repetir. Estás obsesionado y encabezonado porque te sientes solo y triste. Eso es lo quen te pasa a ti”
“Y no me eches más en cara las cosas que te decía y te contaba”
“No quiero estar contigo. Acéptalo y ya está”
Balas que agujerean el corazón. Heridas reabiertas que no supuran.
He tocado fondo
¿es que no lo ves?
Ahora vivo mi vida
vivo mi vida
al revés
Mi vida ya no tiene sur. Ni norte, este u oeste. Mi vida es como un pollo descabezado sin dirección alguna, sin travesía a la que encaminarse.
No, veo que no lo ves. Cada cual busca en estos tiempos líquidos, en estos tiempos yogur, en esta edad transitoria con etiqueta de caducidad su salvación particular y tú has decidido expulsarme de tu paraíso, que nuestros barcos naveguen por rumbos diferentes. Ya no vislumbro singladura alguna a la que dirigirme.
Ya no hay estrellas
cuando me miras
De noche no veo ninguna estrella en el cielo infinito, oscuro, sombrío. Inquietante, preñado de preguntas venenosas. Desolado. Tus ojos negros, como mi noche negra, ya no me miran y tu indiferencia duele como labios cargados de espadas.
Ya no hay cerezas en tus labios
cuando me besas
Tus labios que besaban, mordisqueaban, abrazaban, abrigaban, ilusionaban, soñaban, han hecho huelga en mis labios. Ya no hay cerezas ni fruto alguno. Sólo silencio y soledad. Desamparo. Campo yermo sin fruto, que nunca será abrigo de simiente para recorrer cogidos de la mano.
Ya no hay corriente eléctrica
cuando me rozas
Tu cuerpo ya no se enlaza en mi cuerpo. Ya no somos uno carnal en la playa desierta de nuestra cama. Tus ojos no son salvadores en mis días repletos de incógnitas. Tus labios no me transmiten la corriente eléctrica de tu deseo redentor, Tu desamor ha firmado el veredicto de mi condenación.
Ya no hay palabras de consuelo
en la derrota
Soy el hombre derrotado, el hombre perdido por siempre sin tu amor que salva. Ninguna palabra, ninguna compañía, ninguna mirada, ninguna fe vale ya en el peso de mi derrota. Nada consuela ya a estos labios, a estos ojos rotos, a estos besos heridos, a este corazón cruzado por heridas si no es tu palabra, tu presencia amorosa, tu mirada, tus besos, tus labios, tus ojos en el hondo castillo de mi batalla perdida. No bajas los puentes levadizos, los fosos cubiertos de espinas. Sin ti no hay nada. Nada.
Ya no hay mercromina
para la herida
La herida. Las heridas del desamor, el alejamiento. El distanciamiento. El desinterés de hoy cuando en el ayer reciente éramos todo. No paran de manar, no cesan como veneros vencidos, exhaustos por el desaliento del rechazo, de los “noes” a las nuevas posibilidades, de acercar dos caminos, hoy divergentes, a nuestros pasos.
La herida no deja de sangrar por todos los costados. Las heridas que tú cerraste con tus besos, tus abrazos, tu mirada, tu sonrisa, que apaciguaba la tormenta interior. Las heridas continúan manando sin solución de continuidad, sin que encuentren ya quietudes, alguna certeza que cobije en este campo de batalla devastado y perdido sin la luz benefactora de tu amor.
Las heridas sangran y no paran de sangrar y parece que no importa. Como si nada estremeciese...
Ya no hay despedidas
ni bienvenidas
“Mira, no me hagas sentir pena porque eso no va conmigo”
“Siempre estás igual. Tú y tu soledad”
“Ya te he dejado claro que no va a haber nada entre nosotros dos y tú sigues con tu cabezonería”
Sin bienvenidas. La cabezonería del Amor.
“Vale ya” “Déjame tranquila”
“Ya sabes lo que hay”
Las despedidas
Y esto es el principio
del final
“No soy la mujer de tu vida. Te lo vuelvo a repetir, Estás obsesionado y encabezonado porque te sientes solo y triste”.
El principio del final
El principio del final de los sueños, los proyectos juntos, las posibilidades abiertas. El principio del final de amarnos, esperarnos, soñar caminos juntos. Los senderos de la felicidad hasta que las arrugas marchiten nuestro rostro y más allá. Y tengamos que escribir los recuerdos de nuestros lugares, nuestros momentos, nuestros paisajes. Los sueños vividos de la mano.
El principio del final de mi desolación, de mi perdición, de la derrota definitiva. El espejo quebrado de las ilusiones.
He tocado fondo
¿es que no lo ves?
El fondo sin fondo de mi vida sin ti. El fondo sin fondo de tu pérdida, de tu ausencia que grita tu nombre. Tus besos salvadores. El pozo sin fondo de la barca que navega en medio de la tempestad y ya no sabe si alcanzará puerto alguno. Porque ya no ve nada.
Ya no intuye nada en este páramo sin besos, sin palabras de tus labios
Ahora vivo mi vida
vivo mi vida
al revés
Mi vida es un océano negro. Triste. Los días pesan toneladas sin ti. Los pasos llevan por calles vacías sin besos, abrazos, sin nada. Las calles me invitan al precipicio. Las avenidas están surcadas por lágrimas que ya no importan. Todo cuesta mucho. Pesa mucho sin tu presencia
Ya no eres importante para quien te importa. La vida que empezó con rosas y vino bueno hoy es noche amarga de días caídos y sin surco de salida. Los días del revés de tus sueños. Los días rotos al traspiés de tus ilusiones. Los días suspendidos sin esperanza de resurrección por el Amor. Los días caídos. Los días vencidos sin fechas para los dos en el almanaque.
Los días ciegos sin la presencia luminosa de tu Amor.
Relato inspirado en la canción “El principio del final” de Mikel Erentxun de su trabajo “El hombre sin sombra”