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ISSN 1989-4163

NUMERO 90 - FEBRERO 2018

Hitler, Junqueras y Puigdemont... Y Otros Nazi(onani)stas del Montón

Joaquín Lloréns

Los españoles y europeos que vivimos fuera de Cataluña llevamos un año observando perplejos lo que ha sucedido, lo que sucede y lo que presumiblemente seguirá sucediendo en esa comunidad autónoma. Creo que la entrevista de la danesa Marlene Wind en la universidad de Copenhague es el máximo exponente de lo que sorprende a toda la Europa occidental de la deriva balcánica, racista, xenófoba y clasista de los nazi(onani)stas catalanes.
No voy a entrar en el sofista eslogan del “derecho a decidir” que se erigen algunos catalanes frente al resto de sus compatriotas. En sí mismo, es una declaración de superioridad racial sobre el resto de sus compatriotas que el autor del Mein kampf suscribiría con orgullo.

Los paralelismos de las actitudes de los nazi(onani)stas con el auge del nazismo alemán son numerosos y, no diré que preocupantes sino, alarmantes.

Las hay de índole propagandística. La campaña mediática y educativa de los nazi(onani)stas no ha sido rompedora e innovadora como las de Josep Goebbels y Leni Riefenstahl, pero es que me temo que la creatividad de los Jordi y los sucesivos consellers de educación y cultura no les llegan ni a la suela de los zapatos de aquellos alemanes. Aunque han llevado a cabo durante años y años, como dice la Wikipedia de la propaganda nazi, un «intento coordinado del partido nazi¿onanista? para influir en la opinión pública a través del empleo de la propaganda en los medios de comunicación». El abuso económico publicitado en Alemania por los acuerdos de Versalles, aquí se han convertido en «Madrid nos roba». En la busca del enemigo del “pueblo catalán”, señalan con desprecio a los difamados como “vagos andaluces”. Y eso que gran parte de su población y –¡oh sorpresa!– de sus propios acólitos son de origen andaluz. Creo que es difícil no ver en la propaganda nazi la evidente escuela de la publicidad de barricada nazi(onani)sta catalana. He constatado a través de personas muy próximas, no nacidas en Cataluña, como la propaganda de la posverdad ha logrado confundir a mucha gente.

Otras similitudes entre ambos regímenes, además de las ideológicas, las vemos en la versión posverdad (es decir, la mentira o, cuando menos, manipulación interesada) de la Historia del condado catalán, convertido en los libros de texto en reino catalán o, por los menos desvergonzados, reino catalano-aragonés. En base a ello, si Hitler abogaba por la gran Alemania y, en base a recuperar diversos territorios, conquisto militarmente Polonia y Checoeslovaquia provocando la II Guerra Mundial, nuestros vecinos nazi(onanista)s se crean unos países catalanes que incluirían el reino de Valencia, el reino de Mallorca, el reino de Aragón, el principado de Andorra y Cataluña del norte (que incluiría diversas partes que en su día pertenecieron al reino privativo de Mallorca). Su discurso fascista, mesiánico y de superioridad deja pocas dudas sobre lo que harían si lograran algún día esa esquizofrenia de la república catalana.
Preocupante es también que con el 43% de los votos se arroguen como propietarios de la única (pos)verdad. Es verdad que son algunos más de los que Hitler consiguió –el 36,8%–, pero dejó patente para la Historia lo que se puede llegar a hacer siendo una minoría que se cree el pueblo elegido.

Y el miedo. Yo, que viví en el País Vasco los años de plomo de ETA, he constatado con tristeza en mis numerosas visitas como el miedo de la mayoría se había instalado en Cataluña. Es esa sensación de que si no estás de acuerdo con el discurso oficialista del nazi(onani)smo, más vale que te calles, pues lo menos que te va a ocurrir es que te agredan verbalmente. Y ello con la agravante circunstancia de que contaban con la connivencia de los poderes políticos y las fuerzas de seguridad, constituidas por unos Mozos de escuadra que, antes del 1-O, eran famosos por el abuso de la violencia y que, tras la pantomima de referéndum, dejaron claro que no trabajan para el pueblo catalán, sino solo para una minoría del mismo. Así se sintieron los judios en la Alemania de Hitler.

Y aunque, de momento, los ataques a los constitucionalistas han consistido en escraches, insultos, pintadas en los negocios de padres y familiares de los mismos, alguno de los nazi(onani)stas debe soñar con una “noche de los cristales rotos” contra los defensores de la legalidad.

Las evidentes similitudes entre ambos nazi(onani)smos darían para una tesis, pero hay una que me hace pensar que pueden venir tiempos aún más terribles para la gente de bien. Hitler, al igual que Puigdemont y Junqueras, protagonizó un intento de golpe de estado en 1924 y, como va a suceder a nuestras réplicas catalanas, fue condenado a solo 5 años de cárcel, que aprovechó para escribir su Mein Kampf. Sospecho que nuestros golpistas tampoco cumplirán mucho de la pena que les impondrán, aunque espero que el resto de fuerzas políticas no tengan la poca vergüenza, como paso en Alemania, de indultarles el mismo año. Y todo esto me preocupa. Hitler tardó 15 años en desatar la II Guerra Mundial y, durante ese tiempo, terminó de moldear la sociedad alemana, ensayó sus estrategias militares en la Guerra Civil española, convirtió en parias a los judíos, les robó su dinero y encarceló, sometió a la Justicia y torturó a quienes no pensaban como él. Los escraches a jueces y fiscales parecen indicar por dónde van los tiros. Yo, si fuera un “charnego”, como llaman los “vieja sangre” catalanes a los inmigrantes españoles que viven en Cataluña, no estaría muy tranquilo con los tiempos por venir.

Como corolario, espero que estas reflexiones se demuestren, con el tiempo, meras elucubraciones sin reflejo en la realidad y que la sociedad catalana abandone poco a poco esa esquizofrenia en la que se ha instalado. Si no, ¡qué Dios nos coja confesados!

 


Tansmongoliano

Adolf

Junqueras

 

 

 

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