Cuando, en El Escándalo de Larry Flynt, se muestra el juicio sobre la imagen publicada en Hustler acerca del supuesto mensaje que da un cura, quien afirma cometer incesto y consumir alcohol, lo que más puede sorprender es lo lejana que resulta la realidad presentada. Actualmente, solo a los más locos publicistas y trabajadores de los medios de comunicación se les ocurriría poner en boca de otro palabras que jamás ha pronunciado. Por las mismas razones, tampoco tomamos imágenes ajenas con la facilidad con la que hace unas décadas circulaban dentro de los medios.
Reclamar lo que es de uno no es tan sencillo cuando se trata de espacios compartidos. El tema de debate podría relacionarse con muchos cuentos de Millás en los que presenta de manera sutil e ingeniosa el absurdo humano, la conducta desfasada: como en Pendasco o Aseo de jefes. Y digo desfasada porque siempre podemos justificar los actos del pasado en una falta de conocimiento y, por tanto, en la falta, también, de herramientas para estimular la racionalidad o el pensamiento crítico, pero ahora ¿dónde nos refugiamos para justificar nuestros actos y conductas?
Este pretexto nos permite abrir un espacio de reflexión acerca de la copia en el mundo del arte y en el mundo judicial. Es una realidad de nuestro tiempo que existen conceptos afianzados y consolidados como el readymade, el arte apropiacionista, la cultura Dj o el remake cinematográfico y que, de hecho, son creaciones aplaudidas por el público. Estas tendencias se basan en creaciones previas como material para una nueva creación.
Pero vayamos por partes. Hace ya años que el ideal romántico del arte como creación asociada al original, a la idea única, se desarticuló.
Y es que es mentira que el arte pueda ser autónomo e independiente de la sociedad. Toda la información que una persona recibe se va acumulando y reestructurando de forma diferente a través de la creatividad. Es imposible crear de la nada. La copia está mal vista aunque nuestro aprendizaje provenga y se base en ella. Es buen momento para recomendar a los más escépticos, visualizar el documental Everything is a remix, que, como no podía ser de otra manera, está al alcance de cualquiera en Youtube.
Pongámonos a imaginar: ¿qué sería de Picasso si se le hubiera acusado de plagio al pintar El Guernica, por basarse en un acontecimiento existente?, ¿qué sucedería si a Richard Hamilton se le hubiera prohibido hacer uso de fotografías extraídas de revistas?.¿El collage desaparecería de la Tierra?
El mundo del arte es cada vez más complejo, al igual que todos los cambios que envuelven las relaciones sociales. Y aunque es difícil fijar una respuesta única e inequívoca a cualquier cuestión, el mundo de las leyes así lo requiere. Por esta razón, los artistas han dejado de cruzarse en las galerías para hacerlo en los juzgados: cuestiones de propiedad intelectual, copyright y autoría se interponen en las creaciones más recientes, que utilizan la copia como mecanismo y excusa para dar una nueva visión del mundo y que aspiran, en última instancia, a darle importancia a la imagen en sí. Los límites son difusos, uno ya no sabe dónde se encuentra la imagen original; si el acusador no es más que otro imitador enmascarado; cuándo una imagen es de carácter público o privado; cuándo se puede hacer uso de ella y cuando no. Quizá, por una vez, podríamos escuchar al acusado, no perdiendo de vista que <<lo falso no es plagio ni pecado, sino una nueva verdad>>, como bien apunta Pilar Bonet; El arte contemporáneo está dando respuesta a eso: relecturas de lo acontecido, reapertura de debates, crítica y reflexión a partir del imaginario existente.
En un territorio donde las fronteras chocan, debemos escuchar a todos los bandos y autorizar a expertos de ambos campos para establecer juicio. A día de hoy, decide únicamente el sistema jurídico. Un sistema que, a diferencia del arte, no se ha actualizado con la sociedad; más bien se rige según el modelo del siglo XIX, que distingue entre similitudes estéticas pero no intelectuales. En el estrato intelectual es donde se encuentra el de la obra: ¿de verdad alguien piensa que un artista que copia tiene como única finalidad copiar?
No sé si se llegará a un consenso, pero es agotador ver cómo algunos profesores no pueden facilitar material didáctico a través del campus porque se arriesgan a cometer un delito. Mientras, los corruptos caminando a sus anchas y las armas siguen siendo legales en Estados Unidos. Cómo aceptar entonces que el surrealismo es un movimiento únicamente artístico y literario. Y, por favor, que ningún escritor me denuncie si ya se ha escrito sobre esto antes.