Esa plácida lasitud del mar (I, febrero)
Dejando el mar de sus desgracias lleno. Cervantes:
Canción segunda de la pérdida de la Armada que fue a Inglaterra
Sus silencios boca a boca, de Aquí se han llevado los oasis
*
Esa plácida dejadez del mar
que no cumple más que con la luna
y el desafío último de las orillas,
donde deja su íntimo cansancio,
sabor a alga y arena; donde pisas
urgente por la mañana,
antes de que amanezcas,
y el aire sea un enemigo invisible
preñado de niebla opaca.
Baja los bancos la marea,
desciendes despacio hasta el límite,
donde se han quedado unos pies
desnudos, sin culpa, andados,
perdidos en el blanco flujo
sutil de tu silencio de costado,
perfil soberano de tus dedos;
o aquel tobillo, garganta del pie
con la que trazas sobrescritos,
cadencias de huellas sin destino,
desatino e indeleble futuro, perdido:
dejando el mar de sus desgracias lleno.
Me has venido a contar las olas,
mar, las arenas de las orillas,
las mareas con acentos de algas,
el olor verde de la madrugada,
las luces desmoronándose de noche,
el color oscuro de tus ojos demorándose
tardo en ese vaivén preciso de la sal,
la angustia de una boya vacilando,
la penumbra de mis ojos por no verte.
Todo, desfallecido, titubeante,
me lo has contado,
y nos hemos quedado sin números.
Pero en esta mano vacía late,
como una limosna, la caricia
sensata de tu mirada, ese inicio
de ojos en diagonal,
el paseo infinito de esas cejas
y el brotar suave de una espuma
hasta tus cansados labios.
Esa plácida lasitud del mar,
latitud que afeita el silencio,
que afecta a la morada intemperie encendida,
que despierta, horizonte próximo,
que desvela tus secretos
como un pintalabios
color a otra orilla,
donde pasear recuerdos de la mano,
breves, como castillos de arena
sin almenas, sin apenas viento,
sin banderas, ni puentes levadizos
de pestañas, ocaso de acasos,
crudos como un primer beso,
como una lengua primitiva
que dijera su primera palabra
con tu nombre con
sus silencios boca a boca
y el parpadeo de tus labios.
Febrero llega loco, con ganas de estrellas,
ansias de estrellarse en tus costas,
de vivir a tu costa, mar,
de marcar y marear agujas,
brújula de cantar sin voz la amargura
de amar en alborada, mar:
Y de seis a nueve metros de besos,
el parpadeo de tus labios,
dejando el mar de sus desgracias lleno.