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ISSN 1989-4163

NUMERO 60 - FEBRERO 2015

Por Favor, Dame Pie (Memorias de un Remero)

Julio Soler

 

Yo soy remero. Mi madre dice que lo he sido siempre, incluso de pequeño cuando le regalaba cajas de puros Cohiba a mi padre. Así pues, estoy contento, satisfecho. Mi circunstancia de ser remero me ha proporcionado una abundante experiencia, una rocosa musculatura y un rico y equilibrado sentido del ritmo. Además, soy bilingüe.

Ahora me puedo permitir estar retirado y vivir aquí en el campo y cortar el césped todos los días. Huele bien recién regado. Mi jardinera me está escribiendo mis memorias de remero y aparte solamente la dejo ocuparse de llevar cada noche mi biografía con la carretilla, de la casa al pajar. Del pajar a la casa. Es una gran yacedora y lleva gorra. En este momento le estoy dictando un boceto del capítulo XV, que trata de un simposio de remeros, al que tuve la suerte de asistir. Fue en Manchester.

-Señorito, prefiero regarle el siempre-verde o arreglarle el rosal. Para eso es para lo que he nacido.

-Quizá más tarde. Capítulo XV. Copia al pie de la letra. Fue en Manchester...

 

" Ella estaba sentada frente a mí, al otro extremo de la mesa del comedor de aquel hotel llamado Moorside Hotel. Un desayuno inglés y además esto es lo bueno, eran las siete de la mañana. Los dos habíamos dormido juntos y fue más tarde cuando llegaríamos a conocernos más profundamente. ' Which is your room number ?'- preguntó la camarera. 'La 148'- dije yo.

  Jamás, y esto lo digo llenándome la boca de azucarillos morenos, había podido contemplar una niebla tan espesa en un verano tan concreto como era aquel.

  Cuando me deshice del desayuno, salí al exterior y me puse los zapatos. Apenas se podía atisbar la presencia de... "

 

Oye, pon un poco de música. A los B-52' s mismo, a ver si me animo algo hasta que nos lo toquemos todo.

-¿Qué disco?

-El Wild Planet , por ejemplo. Sigamos...

 

" Apenas se podía atisbar la presencia de una alargadísima mesa de madera de árbol desarraigado, ubicada a unos pocos metros de la puerta del hotel. Me acerqué. Estaba todo dispuesto para la primera ponencia. En cada asiento, supongo-parecía haber un lápiz, un block de notas de Trashy World y una cajita metálica de pastillas de extracto de eucalipto, expedida especialmente para la ocasión.

  Probablemente había sido el primero en llegar y tomé asiento de un trago profundo y sincero. Me tapé con una manta y comencé a esperar. Ya no se veía absolutamente nada y blasfemé cinco o seis veces. Aclaró algo, entonces. Poco a poco, a tientas, los representantes de las traineras de la España Cantábrica fueron acomodándose. Y después aparecieron universitarios de Oxford y Cambridge, agarrados de la base de la cintura. También llegaron Ben-Hur y dos o tres condenados a galeras, secuaces suyos entonando tímidamente el Boga de Ariete. Poco después hicieron acto de presencia medallistas del K-4 en Montreal, Moscú y Los Ángeles, escoltados por timoneles desahuciados por falta de orientación y vitaminas (fundamentalmente manganeso). Y finalmente mi tío Jonás y mi tía Angelita... "

 

-Tranglia, sírveme una botella de Chivas y tres aneuroles. Vamos a ver si así puedo matizar de manera más sutil.

-Señorito, Chivas sí que hay, pero aneuroles ya no quedan en el barril. Solo quedan siete cajas de Atarax.

-No. Atarax no, que lo dan sin receta médica. Mira en la jabonera de nuestra bañera que seguro quedan unos cuantos.

-Voy. Espere dos minutos.

Bueno, estos dos minutos los voy a aprovechar para los siguientes menesteres:

a> Ver el estupendo trasero de Tranglia / Cinco o seis segundos.

b> Recordar resumidamente las mejores visitas recibidas durante mi querato-conjuntivitis del verano del 88. / Un minuto exacto.

c> Desabrocharme el cinturón. / Ya.

d> Cambiar de disco y poner a los Fleshtones / 35 segundos.

e> Pasarme la mano con afectada cadencia por toda la boca y comprobar la devastadora entrada frontal de Tranglia. / Se completan los dos minutos.

-Quítate corazón la gorra y continuemos...

 

" Para entonces la niebla se había disipado o levantado definitivamente y todos o casi todos los asientos estaban ocupados. Únicamente la hamaca del prologador y el columpio del ponente permanecían todavía vacíos. Pasaron tres minutos y después cinco puntuales horas.

Fueron los estudiantes de Oxford los primeros en mostrar estentóreas señales de protesta a través del repiqueteo quasi-gitano de palmas, acompasado por el baqueteo de los lápices contra la mesa. Después fue mi tío Jonás quien le reprochó acaloradamente a mi tía Angelita el haberle dado única y exclusivamente hijas que sólo tenían vocación de gimnastas rítmicas y no de remería. Finalmente admitieron ser los medallistas olímpicos quienes arrojaran sus preciadas y pesadas condecoraciones contra los taparrabos de los cabizbajos condenados a galeras. La inmensa mesa era un estruendo, cuando de repente se percibió un descomunal alarido de mayor capacidad decibélica y de complicadísimo análisis espectográfico en sus formantes. El burro tumulto se cortó de raíz. Era el prologador de la ponencia, que a lo lejos, en el pantano adyacente al hotel, amenazaba con abrir la compuerta a pulso... ".

 

-¿A pulso, señorito?

-Sí, a pulso. ¿Qué pasa?

-Tendría que ser entonces todo un hombre y... capaz de cualquier barbaridad, incluso con una jardinera tan indefensa como yo.

-Por ahí va la cosa... Pero no me pierdas y sírveme otra maceta de pura malta. Veamos…

 

...El magnífico macho sujetaba con su pie izquierdo el cuerpo de una mujer de ojos vendados, que yacía..."

 

-¿Yacía, señorito?

-Sí, yacía. Y no me interrumpas más...

 

" Yacía sobre la estrecha superficie del muro de la presa. Parecía totalmente relajada, con una revista de diseño gráfico en su mano, de la cual no logré comprobar su periodicidad. Me di cuenta entonces de que la mujer amenazada era la desconocida con la que había dormido la noche anterior. No podía permitir que muriese sin haberla conocido, como ya había dicho antes, más profundamente. Fui precavido y no hice nada. Seguidamente el sensato prologador nos increpó reposado: 'Pero quiénes os creéis que sois vosotros? ¿Es que no tenéis paciencia, remeros? La paciencia, esa que se os supone debe ser vuestra principal virtud y cualidad. He secuestrado voluntariamente a esta señorita, que por cierto es la ponente que todos esperabais, para probaros. Así he visto como perdéis los nervios en la espera, remeros. No merecéis que se os prologue a ninguno, piezas de cabrones. Eso es'.

Consecutivamente y tras avisarnos de que en pocos instantes abriría la compuerta, se inclinó sobre la joven y le colocó una gargantilla dorada. Ella sonrió extasiada al primer tacto. (Esto es vicio, pensé yo para mis adentros). El prologador, entonces, con una rara habilidad propinó una cálida patada en los riñones de la mujer lo que provocó su posterior caída libre de todo. (Esto es redención procesé yo de nuevo también en mis adentros). Estaba ya abandonada a su suerte, cuando en el aire y antes de chocar contra la mortal y fatídica colchoneta, gritó mi nombre y se presentó. 'Hello, I'm Rosalía. Nice to meet you! ' Y dicho esto, finalizó su trayecto vertical estrellándose contra la colchoneta, cedida gentilmente por la cuadrilla de payasos apátridas sin red del Circo Price. Pero Rosalía había caído en mala posición gracias a lo cual salvó su vida. El impacto la sorprendió con los brazos arqueados, con los rabillos del par de ojos subidos hacia arriba (cual animal felino que se precie), con las rodillas restregándose los pechos, con un cuaderno de caligrafía disimulado entre sus polleras... "

 

-Perdone que le interrumpa, señorito, pero con su debido respeto y permiso, creo que su ritmo de narración empieza a aburrir. Aparte se está haciendo de noche y tengo ya ganas de que me coja entre manos.

-¿De verdad? ¿Tú crees que no valgo para escribir ni siquiera mis infatigables y falaces memorias de remero?

-No señorito. Usted solo sirve para beber whisky, del bueno eso sí, y agitar en la cama a las jardineras...

-Vaya. ¿Entonces qué hago yo con mi pasado? ¿Cómo transmito al mundo la ilusión de captar y recobrar el tiempo para luego conservarlo y forrarlo con piel de cabra o en su defecto plastificarlo?

-Un remero nunca mira, nunca debe mirar hacia atrás.

-Pensándolo bien, creo que estás en lo cierto Tranglia. Me has desarmado completamente.

-Así es que señorito, no se preocupe más y bájese los pantalones. Esto es amor.

En cierta manera Tranglia tiene toda la razón. Todo lo que he remado, y mira por donde mi jardinera ya me guía, me orienta, me sana. Procuraré que mis movimientos a partir de esta noche no sean desordenados. Ya no hay mucha luz. Me alegro de que no necesite ni mi chaleco reflectante. ¡Qué espalda tengo! Esta mi espalda que me sirve de barrera protectora para olvidarme de todas las competiciones deportivas y de las que no lo fueron. Ganadas o perdidas. Mm, la verdad es que no me arrepiento de lo más mínimo. Tranglia está quemando la carretilla y luego echará agua, agua y más agua. Dentro de nada, se ocupará de mí, totalmente mojada, y yo ya estaré sin salvavidas y esperando tirar bengalas porque ante todo, yo soy remero y el remo es único instrumento fundamental de mi vida.

 

¡A REMAR!

Manchester,1.990.

 

 

Memorias de un remero

 

 

 

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