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ISSN 1989-4163

NUMERO 60 - FEBRERO 2015

El Puente de Trostbrüke

Juan Lozano

Autor: Jesús Zomeño. Ediciones Tabala, 2014. 12€ + 2€ de gastos de envio. Pedidos a tabalaedicines@gmail.com

 

Para hablarles de este libro de Jesús Zomeño, debo comenzar exponiendo algunas reflexiones sobre su inmediato antecedente, "Piedras Negras" (Lengua de Trapo, Madrid 2014), reconocimiento a su gozosa inventiva de más de treinta años. Los que tenemos la fortuna de frecuentar el caldero literario de Jesús estábamos al tanto de que, además de los cuentos que integran ese libro en sus dos partes, el autor trabajaba al mismo tiempo en otros que quedaron cerrados con posterioridad a la publicación de aquel, bien porque el resultado no le convencía o porque estaban entonces inconclusos, o porque no pasaban de ser el embrión de un futuro cuento. Incluso me consta que uno de los que más nos gustaba quedó fuera por simple olvido o despiste a la hora de mandarlos a la editorial. También quedaron fuera las maravillosas ilustraciones del artista vallisoletano, mallorquín de adopción, Fernando Fuentes "Miracoloso". Este artista había ilustrado desde junio de 2009 a enero de 2012 bastantes de los relatos de Jesús que luego integrarían “Piedras Negras” y que vieron por vez primera la luz en esta sede digital. Imagino que, por cuestión de uniformidad estética de la colección Nueva Biblioteca en la que quedó incardinado el libro, la editorial no consideró viable su inclusión. Pero lo cierto es que, más que un complemento, estas ilustraciones, y no sólo por haber visto la luz de forma conjunta, se me antojan como parte indivisible de los relatos de Zomeño, como si hubieran nacido de una misma inspiración.

Un año después de la publicación de "Piedras Negras", Jesús Zomeño ya había concluido varios de esos cuentos que habían exigido un replanteamiento y que el paso del tiempo y la escritura de nuevos relatos, le había permitido retomar con mejor perspectiva. Estos relatos, a mi entender, nada tienen que envidiar a los que integran lo que podríamos llamar el corpus oficial . Es más, en ocasiones denotan una mayor profundidad y madurez, sin menoscabo de la estética común que vertebra el conjunto.

Cuando Jesús comenzó a escribir los relatos que tienen como fondo la Primera Guerra Mundial, se obligaba escribir, como mínimo, un cuento al mes; quizás porque entendía, como Bradbury, que al igual que sólo se aprende a montar en bicicleta montando en bicicleta, a escribir sólo se aprende escribiendo. Desde entonces ha pasado mucho tiempo y hoy Jesús es un autor imaginativo y prolífico que posee un perfecto control del lenguaje y conoce perfectamente los resortes del relato. El fraseo y el ritmo de su prosa, ese lenguaje transparente a veces teñido por melancolía, son deudores de su capacidad poética. Algunas imágenes y la potencia expresiva denotan que el autor, en medio de ciénagas en las podría hundirse fácilmente, sabe muy bien donde pone el pie.

Hay épocas en las que Jesús escribe de forma compulsiva, que alterna con la dura pero necesaria fase de corrección. Estos relatos fueron escritos porque tenía necesidad de escribirlos, pero no porque pensara en publicarlos. Tras "Cerillas Mojadas" y "Piedras Negras", ya estaba enfrascado en otra serie de relatos que nada tienen que ver con los de estos libros y Jesús no quería volver a repetirse, pese a considerar estos cuentos de ahora como los mejores de su ciclo de la Primera Guerra Mundial. Este libro, "El puente de Trostbrücke", comenzó a tomar forma en algún momento entre la primavera y el verano de 2014. Entre pintas de cerveza y montaditos de chistorra o calamares, Juanvi, venciendo la reticencia de Jesús, le propuso volver a unir algo que el destino editorial había separado, es decir, aquellos relatos que quedaron fuera de “Piedras Negras” y las ilustraciones de Miracoloso. Así pues, estamos de enhorabuena y, a Juanvi Ruiz, director de la editorial indie "Tabala", a su entusiasmo, a su porfía y a sus desvelos debemos agradecer contar con este nuevo y hermoso libro. Editado casi con morosidad artesanal, “El puente de Trostbrücke” es una apuesta cultural de primer orden.

Por supuesto, los de este libro son cuentos que pueden ser leídos de forma independiente sin menoscabo de su comprensión, pero quienes hayan leído y disfrutado el alabado "Piedras Negras", no se verán defraudados en los aspectos narrativos, líricos y estéticos y hallarán las mismas claves temáticas y expresivas. De hecho, tal como mantiene su autor en la breve nota introductoria, estos relatos pertenecerían a la primera parte del libro, "Metralla de cuerpos celestes". De igual modo, quien no haya leído "Piedras Negras" este que nos ocupa puede ser un inmejorable punto de partida.

A pesar de ser un libro transitado por soldados, no hay aliento épico en sus páginas. La guerra aquí es un pretexto, un telón de fondo sobre el que se proyecta lo puramente humano que decía Nietzsche. Lo verdaderamente importante es la acción interna. Es como si Jesús nos contase la historia de un desmoronamiento personal, el relato de una catástrofe a cámara lenta. Jesús parece dotado de una formidable lente de aumento para descubrir en sus personajes el más mínimo gesto, sus pasiones y hasta sus sentimientos más profundos. Es fácil, leyendo estos cuentos, sentir angustia, inquietud, indignación, turbación, impaciencia, desazón, pero bajo la inclemencia, la crueldad y la crudeza se esconde la belleza que al final nos redime. Las alambradas son de espino, pero también son morales. Nadie mejor que Jesús lo ha explicado en alguna ocasión: "la guerra sólo es una circunstancia donde los hombres intentan seguir con sus vidas, sin pretender ser héroes e intentando ser felices a pesar de todo".

Si una palabra define a Jesús Zomeño, su carácter y su fondo, como una marca, es la ilusión. Ilusión por vivir, ilusión por crear...La escritura se convierte en él en una necesidad vital. Este libro nos habla de la absurda destrucción que es la guerra, del reverso horaciano que sirvió al poeta inglés Wilfred Owen como modelo para un memorable poema. Pero también, por lo menos a mí, nos habla de la felicidad de escribir, de alguien que disfruta enormemente con lo que hace. La obra de Jesús Zomeño entraña una gran coherencia interna. Tanto es así que, desde su primer libro, “Cuestión de estética”, parece que toda su obra estuviese perfectamente planificada desde el principio, como una especie de auténtica work in progress o, dicho en román paladino, un proyecto en continuo desarrollo; y, desde luego no es una obra de circunstancias ni marcada por las tendencias o por las modas. Es una obra personal y única que tendrá que sobrevivir.

 

El puente de Trostbrüke

 

 

 

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