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ISSN 1989-4163

NUMERO 60 - FEBRERO 2015

La Censura del Terror

Cristina Casaoliva

 

Libertad de expresión es más que un concepto, Wikipedia lo define como ¨ un derecho fundamental o un derecho humano ¨. Lo señalan la Declaración Universal de los Derechos Humanos y las constituciones de sistemas democráticos.

Estamos tan acostumbrados a ella que la damos por sentada, a menudo se menosprecia su importancia.

Nosotros que la mayor parte del tiempo vivimos amparados bajo el manto que la libertad de expresión nos concede, sólo reparamos en su importancia vital cuando esta es coartada, cuando se nos priva de ella, cuando es negada y abolida en cualquier parte del planeta. Por qué sin su luz, la fuerza de la represión nos ahogaría hasta desdibujar nuestras almas.

Lamentablemente encontramos ejemplos de censura por doquier, ya sea censura pasiva o una supresión violenta de la libertad.

El reciente atentado a la revista satírica francesa “Charlie Hebdo” donde murieron tristemente 12 personas abrió la caja de Pandora y desató la polémica. Por desgracia los ejemplos de represión se suceden por todo el planeta.

En Túnez un civil puede ser juzgado por un tribunal militar y condenado a prisión por criticar a las Instituciones del Estado y a las Autoridades, como hace pocos días le ha sucedido al bloguero tunecino Yassine Ayari.

Los datos son aterradores .El pasado 2014 murieron más de 60 periodistas y 30 colaboradores en todo el mundo cumpliendo con su labor informativa. Los últimos estudios aseveran que el peor saldo de muertes de periodistas se ha registrado en los últimos tres años.

Entre los países con mayor mortandad periodística destacan países como Siria, Birmania, Brasil y Paraguay.

De los fallecidos, dos tercios fenecieron en zonas de conflicto como Palestina, Iraq, Libia y el este de Ucrania, encabezados por Siria el más mortífero de los destinos periodísticos.

En su recuento anual sobre la Violencia sobre Periodistas en el mundo llevada a cabo el pasado año por RSF( Reporteros Sin Fronteras), se denunciaba el aumento de la barbarie y la violencia contra la prensa. Denunciaban que los ataques se han vuelto más cruentos y han adquirido fines propagandísticos.

Según sus cálculos, en esta cruzada por limitar la información libre y extinguir el Derecho Universal a la Libertad de Expresión, además de los periodistas que perecieron, estiman que casi 180 trabajadores de medios informativos fueron encarcelados, 119 fueron secuestrados, mil amenazados y 853 detenidos.

Sin contar con los 179 que se vieron obligados a exiliarse. Todo ello en un solo año.

Los ejemplos de ataques a la Libertad de Expresión son múltiples y pasan inadvertidos en nuestra vida cotidiana.

Por ejemplo a finales del 2014 en Ankara, Turquía, diversos periodistas opositores al gobierno fueron detenidos y condenados a prisión.

Hay muchos otros casos, miles de ejemplos, todos tristes y lamentables.

Es por eso que no podemos consentir ningún recorte a la libertad de expresión. No podemos tolerar la censura por nimia que nos parezca.

Es por eso que cuando en un sistema democrático como en el que supuestamente vivimos, el partido gobernante esgrime propuestas de ley de tinte censurador como la ley de orden público promovida por el partido popular, en otro intento de enmudecer la voz del pueblo, me lleno de horror.

Por qué todas estas pequeñas coacciones dan alas a la censura del terror que asola el mundo y que se expande como una pandemia.

Por eso cuando se moviliza todo el ejecutivo para impedir que un pueblo declare mediante votación si tiene sentimientos nacionalistas catalanes, españoles o ninguno de ellos, me horrorizo. Por qué cada pequeña censura nos acerca más al mutismo del miedo, a la falta de democracia, a la muerte de un futuro.

La libertad de expresión nos mantiene conectados, alerta, es de algún modo el oxígeno que nos sustenta. Hacerla desaparecer es condenarnos a la asfixia intelectual, social y colectiva. Es la muerte del alma.

 

 

La censura del terror

 

 

 

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