Que la novela sea el género predilecto por las masas lectoras desde mediados del siglo XIX no es sino un accidente histórico o una nimiedad. Durante siglos lo fue la poesía, y aun el teatro, sin que tampoco aquellas veleidades circunstanciales resultaran significativas. Pero sucede que el cuento, salvo en ciertos ámbitos y en períodos temporales muy concretos, jamás ha sido el género más amado. A pesar de su condición de lectura variada, breve, intensa e imaginativa, nunca los lectores lo han galardonado con la condición de “género estrella”, aunque apellidos como Cortázar, Chéjov, Borges, Carver, Aldecoa o Poe permanezcan asociados de forma casi indisoluble a él. Podríamos resumir diciendo que el cuento reúne todos los requisitos para triunfar en un mundo acelerado e inestable como el nuestro, donde la atención lectora no puede ser mantenida en condiciones normales durante mucho tiempo (autobuses, metros, trabajos y gestiones nos atenazan), pero que jamás ha gozado de ese éxito que sin duda merecía. Ahora, nadando a contracorriente, el escritor Antonio Parra Sanz acaba de condensar su indiscutible talento para los relatos en un libro que Ediciones Atlantis publica con el nombre de Polos opuestos, donde brillan la eficacia, la belleza formal, la sorpresa y la densidad estilística, hasta un punto que embriaga. Dueño de una musculatura narrativa de primer orden, este escritor madrileño ha esculpido una veintena de historias donde toda suerte de personajes, situaciones y finales capturan nuestra atención de un modo exquisito e inapelable. Así, en el relato Palabra de honor nos ofrece una inteligente fabulación protagonizada por un escritor de libros de autoayuda que ha alcanzado el rango de bestseller y que responde al nombre de Giorgio Bucconi (aunque podría aventurarse una pronunciación argentina del nombre), quien comienza a ver tambalearse su carrera gracias a una lectora entusiasta, que le hace comprender (sin desearlo) que todo él es un bluff y que la sinceridad ya no anida en sus líneas. O en Ariadna, donde asistimos al desarrollo magistral de una historia deslumbrante de toros y sexo, en la cual somos testigos de la cruda venganza mítica, épica, casi telúrica, de una camarera que compartió una noche de orgasmos con el célebre torero Pedro del Puerto y que luego fue abandonada por éste. O en Caronte, donde conoceremos a Carmelo, auténtica leyenda dentro de los funerarios de Cataira. O en esa delicia estructural y compositiva que es Café solo, sobre un hombre sucesivamente torpedeado por las asechanzas de la adversidad... Muchas historias excelentes, donde Antonio Parra Sanz trabaja con los mimbres del humor (Polos opuestos), las reflexiones sobre la barbarie de las dictaduras (Ojitos de caramelo), el surrealismo (Alta fidelidad), las actualizaciones de mitos clásicos (Polifemo) o la metaliteratura (No hay jurado que se resista), sin que baje ni un milímetro el listón de la calidad. Después de que varios de estos relatos obtuviesen galardones de notable envergadura en certámenes de toda España, el autor se ha decidido a reunirlos en un volumen; y este detalle permite a los lectores descubrir, entre otras cosas, que algunos de los personajes de este tomo aparecen en dos o más cuentos (el fotógrafo Mariano Beltrán, el constructor Ginés Olivares, el donjuán Alfredo Santaolalla, el comisario Marquina); y que el paisaje de Cataira empapa varios relatos; y que las conexiones argumentales de unos cuentos con respecto a otros son constantes. En el fondo, se respira aquí el ambiente de una novela construida a la manera de un caleidoscopio: los cuentos se articulan entre sí por sinalefas delicadas pero ostensibles. Estamos, a mi entender, frente a un volumen de primera categoría, que permite comprobar la gran magnitud literaria de Antonio Parra, del que se anuncia una novela de título inquietante (Apocalipsis 17,1) para las próximas semanas. Estaremos sin duda pendientes para consignarla en esta misma sección.