Prostitución: un oficio tan viejo como la Humanidad pero que sin embargo ha sido poco tratado en un medio como el cómic. Existen acercamientos, sí, ambientes marginales, personajes metidos en ese mundo, pero faltaba una obra que tratara el tema a fondo, hecho de manos de alguien que no hablara de oídas, sino que fuera parte de este negocio. Y en poco tiempo, han coincidido en el mercado español dos cómics que precisamente tratan el tema del comercio carnal. Dos obras muy diferentes pero que arrojan cierta luz sobre el submundo de la prostitución, lleno de amoralidades y alegalidades, desde la perspectiva del cliente. Son Pagando por ello: memorias en cómic de un putero y Sex Report: Diario de un putero en Japón, obra de Chester Brown y Hiromi Hiraguchi respectivamente.
Chester Brown es uno de los autores más renombrados de la escena independiente actual en Norteamérica. Él y sus compatriotas canadienses Joe Matt (Pobre cabrón) y Seth (La vida está bien si no te rindes) forman una tríada que ha marcado el camino a seguir a muchos otros autores por lo que respecta al género autobiográfico. Precisamente Brown siempre ha sido un autor con un fuerte carácter autobiográfico en su obra: en sus anteriores obras, Nunca me has gustado o El Playboy, ya aparece el propio autor como protagonista, siempre como un joven de un carácter marcadamente tímido e incapaz de establecer una relación con el otro sexo. En Playboy, el autor subraya la importancia que tuvo en su educación sexual la pornografía. No es raro, pues, que tras estos acontecimientos, encontremos en Pagando por ello a un autor ya maduro, pero con los mismos problemas personales. Brown sigue encontrando muchas pegas a las relaciones estables, y tiene una intensa diatriba sobre lo que significa el amor romántico. Incapaz de verle continuidad a una relación de pareja, pero con una fuerte necesidad de sexo, se plantea las posibilidades que tiene y decide probar el sexo de pago. La experiencia parece satisfactoria y poco a poco vemos como esa afición se normaliza en su vida. Chester se convierte en un cliente habitual de este tipo de servicios, lo que le permite crear en esta obra una suerte de crónica hetáirica, de documental sobre el estado de la cuestión. Sus amigos no comparten esa afición y en muchas ocasiones el debate surge entre ellos. No es Pagando por ello, por tanto, un cómic de contenido sexual -que lo tiene- gratuito ni su intención es el mostrar imágenes pornográficas porque sí, si no que lo que vemos está supeditado al guión. Brown retrata a cada una de las chicas con las que trató de forma personal en la medida que puede: las individualiza para que veamos el rasgo humano. Cada una tiene sus razones para estar en el negocio y en rara ocasión -el autor insiste en ello- ve síntomas de explotación o forzamiento.
Más que el recuento de las prostitutas con las que Brown yace, la obra se termina convirtiendo en una pequeña tesis de la opinión del autor. Los debates, como hemos mencionado, no son pocos, y Chester discute en varias ocasiones con Matt y Seth -dentro del cómic- sobre sus posturas encontradas sobre la prostitución. Y aunque Brown parece convencido de sus propios argumentos (¿por qué no pueden mantener dos adultos, de forma responsable y voluntaria, una relación sexual como un intercambio de servicios?), los númerosos apéndices que siguen a la novela gráfica, esto es, unas cincuenta páginas de textos a favor de la legalización de la prostitución, así como abundantes notas y bibliografía, nos hace pensar que tan seguro no está Brown, si necesita tantas justificaciones teóricas para lo que hace. Además, tras su invectiva contra el amor romántico, Brown se contradice cuando finalmente parece que establece una relación "tradicional" con una de las chicas de compañía que termina dejando la prostitución. Brown termina en el mismo punto de partida y demuestra que en el fondo el ser humano es extraño y contradictorio.
Brown no se explaya en las imágenes más sexuales: el sexo, a pesar el centro de la obra, da paso a las conversaciones de cama, las dudas, los pensamientos del autor. La sobriedad del dibujo y de la composición también intentan buscan poner el foco en el aspecto psicológico. No es el caso de nuestro siguiente obra, Sex Reporter, de Hiromi Hiraguchi. En este caso nos encontramos con una obra ligeramente diferente en el enfoque. Si Brown buscaba tranquilizar su ego legitimando una actividad que le parece ética, Hiraguchi ni siquiera se lo plantea. Si Brown es un caballero, Hiraguchi más bien es un predador: trabaja para una serie de revistas que le piden reportajes sobre casas de citas y servicios sexuales, que luego él ilustra en sus cómics. Aquí la obra sí es explícita, y se centra en todas las actividades sexuales que el protagonista, el mismo autor, da y recibe. La obra, por tanto, acaba convirtiéndose en un inmenso catálogo del submundo sexual de Tokio.
Con leves dosis de humor y un estilo ciertamente paródico, el sexo aquí sí es el protagonista estrella. Las breves historias que nos plantea dan cuenta de las andanzas, la búsqueda de los locales y del sexo en sí, anotando siempre escrupulosamente los gastos del día. Aunque se trata de una visitia guiada muy completa, al cabo de un tiempo uno tiene la sensación de que las historias que nos cuenta son una y otra vez la misma. El mundo que nos describe Hiraguchi es más sórdido, y en él vemos todo tipo de chicas y mujeres, cada una con unos motivos diferentes, pero también es una fiel descripción de las costumbres sexuales de Japón: una extraña mezcla -al menos, para los ojos europeos- de curiosas depravaciones, actitudes femeninas aniñadas e inocentes, y el rigor de la educación tradicional incluso en las situaciones más íntimas.
Ambas obras, en fin, proporcionan miradas diferentes a un mismo fenómeno, a veces hablándonos más de la condición humana culpable de su pervivencia, otras poniendo el enfoque en una actitud más materialista y carnal. A su manera, cada una nos habla de una sociedad que no puede vivir de espaldas a una necesidad tan vital como es el sexo, cada una nos habla del papel de la mujer en este negocio, y de lo que la misma sociedad piensa de ellas. No obstante, aún queda en este tema por aparecer el cómic que dé voz a la protagonista más importante: la prostituta. Tener también su punto de vista sería quizá tener el más enriquecedor para todos; se trata de una obra que todavía ha de llegar pero que confío en que algún día lleguemos a poder leer.