Mi Anita Cañamares, siempre generosa, me prestó hace un par de semanas un libro de poemas de Omar Pimienta. Puse el libro sobre el mueble de la tele. Picoteé un par de poemas como quien coge una aceituna del frigo, una patata frita de la despensa, y no me supieron a casi nada. El libro siguió por ahí encima y yo a mis cosas. Hete aquí que el domingo por la noche, Omar Pimienta, a quien no tengo el gusto, se me presenta en sueños. Estábamos en un bar que a ratos era mexicano (como el propio Pimienta), a ratos cubano, los sueños son así de caprichosos y lo mejor es permitírselo. El caso es que mi disponibilidad económica era en el sueño de tres miserables euros y un margarita costaba, según la carta, cinco. Preocupaba andaba yo con mi excasez de pasta cuando el poeta me pregunta: "Tú, Inma, desde dónde escribes". Dejando de rebuscar un momento en mis bolsillos y con aire bastante convincente le respondí a Pimienta: "Desde la vida, yo escribo desde la vida". Y me quedé tan ancha. Pero el poeta insistía: "Concréteme, más, mamita" (él también se volvía cubano de vez en cuando). Categórica a inesperadamente para mí, le respondí aún con más convencimiento: "Escribo desde la inquietud".
"Eso está mejor", me contestó Omar, "apúntelo y no lo olvide, hay que saber desde dónde se escribe para empezar a entenderse".
"Más bien para empezar a perdonarse", me dije a mi misma.
Saqué un bolígrafo de tinta verde de mi onírico bolso y lo apunté en una servilleta del bar cubano/mexicano. Omar Pimienta me invitó al margarita, saladito y picoso.
El lunes, por primera vez en mi trayectoria laboral, me dormí y llegué tarde al trabajo pero, sin duda, había merecido la pena.
Después de invitarme a la copa y mostrarme, si no el destino, al menos la larva de mi discurrir literario, qué menos que darle una oportunidad al libro de Omar. Me lo llevé a la cama al día siguiente (el libro). Cuando leí el título comprendí el guiño: Escribo desde aquí.
Entré en su casa, me presentó a sus padres, a sus abuelos, la herida que le dejó el adiós de su sobrino, las migrañas de su mujer, sus hermanos, la infancia, el árbol de su memoria, la pobreza, la huida..., todas las fotos de la familia en retratos sutiles, dolorosos, volcados.
Gracias Omar Pimienta, gracias por tantos extraños y fabulosos regalos.
Isaac vivió toda la vida en la casa de madera
que construyó su padre
a un costado de la casa de cemento y el taller de herrería
que construyó su abuelo
ahora descansa en la caja de madera
que le construyó su padre
sobre la caja en que descansa su abuela
cuando piensas que ya puedes morir a gusto
comienza a morir la gente que uno más quiere
no sé a qué quiero llegar
no sé por qué escribo
tal vez sólo me niego a creer lo que todos me dicen:
no hay palabras.
(Escribo desde aquí, Omar Pimienta, Pre-textos, 2010)