AGITADORAS

PORTADA

AGITANDO

CONTACTO

NOSOTROS

     

ISSN 1989-4163

NUMERO 10 - FEBRERO 2010

 

Sexo y Sociedad

Joan Ramis Otazua

    Señor Juez:

     Me llamo Jorgen Jorgensen Martínez, 60 años, “culé”, tres hijos, casado. Mi padre es noruego y mi madre de Teruel. Soy antropólogo. Le escribo esta carta para darle mi explicación de los hechos acaecidos el pasado 24 de noviembre en el salón de actos de las Escuelas Pías de las Madres Reparadoras.

     Doy clases de antropología en la facultad. Aparte de eso, doy conferencias. Me pagan bien y me permiten divulgar mis conocimientos entre la gente normal y corriente.

     Todo empezó por el cartel anunciador del ciclo de conferencias “Cultura y sociedad”. Por error, se anunciaba mi charla “Sexo y sociedad” para día 25 y otra titulada “Religión y Sociedad” para día 24, cuando era exactamente lo contrario. Esto motivó que, al entrar en la sala, observara que, junto a personas pertenecientes a movimientos progresistas, habían acudido personas de talante más conservador. La mayoría estaban adscritas al grupo “Apostolado Seglar”.

     Empecé mi parlamento con una introducción histórica en la que aludía a mujeres que fueron famosas en el ámbito de mi conferencia, como Cleopatra y Mesalina. A continuación, pasé a exponer mi tesis referida a las connotaciones negativas de adjetivo “viciosas” que se aplica en determinados ámbitos sociales a determinadas mujeres. En cambio, yo tendría del término “viciosas” una visión totalmente positiva, definiéndolas como “mujeres apasionadas por el sexo, que contribuyen a crear un mundo más humano y solidario”. Aquí, Señoría, debo decir que se produjo un murmullo de desaprobación entre la parte apostólica, mezclada con cierta sorpresa. Esta reacción  se extendió también a la parte progresista de la sala, si bien en este caso, el tono era jocoso. Me asusté un poco, lo reconozco, y cometí el grave error de proponer, como alternativa al término “viciosa”, el de “viciosilla”. Esto hizo alterar aún más los ánimos. Mientras en la zona izquierda o “progre” se oyó claramente la expresión “machista” y algunas risas, en la parte derecha no distinguí bien si escuché “sinvergüenza” o “poca vergüenza”.

     Le explicaré Sr. Juez un rasgo de mi carácter que viene al caso. Cuando me huelo que se urde una conspiración contra mí, me enroco en mis posiciones y sigo adelante contra viento y marea. Entonces, arremetí contra esas mujeres que practican la tecnocracia en el sexo y que extienden el mismo rol que juegan en la oficina a la cama. Para ellas, el sexo es meramente una obligación. Ante cualquier propuesta creativa por parte del hombre, tienen siempre un rotundo y seco no por respuesta. Sí, Señoría, sí, mi mujer es una de ellas.

     Y, frente a ellas, están esas hembras que responden a las proposiciones imaginativas de los machos con un sííííí con íes que se pierden en el infinito. La fuerza de estas féminas me recuerda una noche de relámpagos y truenos en que parece que el cielo se va a romper. Como ejemplificación de la actitud valorativa de estas damas hacia el género masculino, propuse la frase: “Me encanta cuando se te pone dura, cariño”.

     En este punto, los murmullos de desaprobación se convirtieron primero en voces  y luego en gritos. Crispados en la parte derecha, entre los que distinguí “degenerado”, y con risas que acabaron en risotadas en la parte izquierda. La tensión subió de tono, hasta que “voló” un paquete de “clínex” hasta mi mesa. Yo, Señoría, lo que no tolero es la violencia. Afortunadamente, compareció el guardia de seguridad, Ignacio Sancristóbal, 45 años, madridista, dos hijos, separado. Intentó serenar los ánimos y me aconsejó que diera por finalizado mi discurso. Me despedí como pude y salí, primero deprisa y luego ya corriendo, hacia el aparcamiento. Al salir con el coche, tuve un susto morrocotudo. Una mujer del grupo conservador aporreó el vidrio gritando con la cara desencajada, si bien no pude entender ninguna palabra.

     Hace días que estoy encerrado en casa. Lamento los desperfectos ocasionados en la sala, los enfrentamientos y las agresiones físicas que se produjeron. De todo esto, Sr. Juez, no me siento directamente responsable. Sin embargo, estaría dispuesto a reconocerme culpable, si se me conmuta la pena de prisión.

 
 

Sociedad

@ Agitadoras.com 2010