Los humanos castigan severamente el acto de matar a otro ser humano, pero no castigan el dejar morir a sus congéneres de enfermedad o hambre. Esto les conviene, pues así protegen su propia vida y pueden emplear sus recursos materiales en practicar su mayor afición: obtener objetos. Los seres humanos se hacen propietarios de cientos y hasta miles de objetos, desde un peine hasta una flota de aviones, según las posibilidades de cada cual. Muestran necesitar los objetos más que salvar vidas y perpetúan esa cualidad natural y cultural a través de sus crías. Basta saber que no existen en los colegios las asignaturas absurdolandesas de Compasión y Reparto, en cambio, consideran fundamentales banalidades como Historia, Matemáticas, Lenguaje, etc.
Curiosamente, en su experiencia moral reconocen la vida humana como un Valor Absoluto; y el gesto de Ayudar, una necesidad básica para alcanzar la mínima decencia ética personal. No obstante, delegan la responsabilidad de ayudar en aquellos que más objetos poseen, a los cuales llaman “millonarios”, a no ser que la suerte les convierta en uno de tales sujetos, en cuyo caso dejan incluso de proponer justificaciones a su egoísmo, enervados en un ataque nervioso de adquirir objetos con sus nuevos recursos económicos.
Más curioso aún es su actitud de desplazar estas responsabilidades a Gobiernos que precisamente ellos mismos votan democráticamente buscando el fin de conseguir una mejor situación económica con la que adquirir más objetos, nunca para poder ayudar a los desfavorecidos en peligro de muerte.
Fin del Informe. De Locuán para Absurdilandia.
Nota: Mandadme café de la Nebulosa de Orión, porque el de la Tierra me contrae los vasos sanguíneos y ya se me pegan las hemorroides a los tobillos.