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ISSN 1989-4163

NUMERO 10 - FEBRERO 2010

 

El Cónsul de Sodoma

Inés Matute

El cine es, a veces, mucho más que mero entretenimiento. Sobre todo si una tiene la inmensa suerte de asistir a la proyección de la película- en este caso, “El cónsul de Sodoma”- con el escritor Miguel Dalmau, autor de la biografía de Gil de Biedma  y coguionista de la cinta; más aún si luego se lo lleva a cenar y le tira de la viperina. Seguramente es la única manera de conocer los sinuosos márgenes del off the record y los motivos de esta insistente declaración de intenciones del director, que se centra, únicamente, en el lado homosexual del poeta obviando las múltiples aristas de su compleja personalidad. Pero el cine es muy osado y los biopics siempre se dejan cosas en el tintero..

La cinta se sostiene gracias al propio Gil de Biedma, bien interpretado por Jordi Mollá, y a la acertada lectura de sus poemas en los momentos álgidos del filme. La solvente actuación de Mollá queda, sin embargo, deslucida por una Bimba Bosé robótica e insulsa, reducida a mera caricatura de sí misma, o de su tío en “Tacones lejanos”. Alguien debería decirle a esta chica, de una vez, que ni canta, ni baila ni sabe nada de interpretación, y que su único mérito es pasear por el mundo un apellido de cuatro letras con reminiscencias de vieja gloria o de equipo musical. Supongo, y ya es mucho suponer, que su presencia en la cinta se justifica por el deseo del director de poner un gancho- ¿su cuerpo desnudo, su cuerpo vestido para el carnaval?- con el que atraer a la sala al público más joven. Pero el target de esta película no es la gente más joven, precisamente. Ellos no saben nada del poeta ni tienen el menor interés en conocer los entresijos de aquella España cada vez más lejana.

Nos llama la atención el personaje de cartón piedra de la madre del poeta, una persona fundamental en su vida, y también el modo en que se desaprovecha la ocasión para mostrar al pececillo moviéndose a sus anchas en las aguas de la clase alta catalana, sin olvidar sus raíces de aristócrata castellano. Por alguna razón, el director prefiere mostrar el lado canalla de su vida, sus relaciones con gitanos y chaperos, su fijación por el lado oscuro. Convertido en un perfecto dandy -  Sebagos, Eau Savage, paños asiáticos confeccionados a medida- Gil de Biedma nos conduce en este magnético viaje hacia las cloacas de la noche, salpimentando el descenso con poemas muy acertados y pensamientos más bien siniestros. En la cinta aparecen, casi tal cual son, Carlos Barral y otros miembros de la Gauche Divine catalana. También aparece Marsé. Un Marsé que ahora, con la cinta en la calle, vocifera y se cabrea sin motivo aparente. Ego herido, complejines y una sobredosis de realidad que él interpreta como una bofetada. Haría bien callándose, no vaya a ser que alguien le recuerde que lo más jugoso de su relación con Biedma no se recoge en la cinta. Por respeto a él, precisamente.

Amigo de Ángel González, de los Goytisolo y muy cercano a Áleixandre y María Zambrano, Gil de Biedma es un personaje fascinante en todos los sentidos. Políticamente. Intelectualmente. Eróticamente. No dejéis de ver esta película, de explícito sexo homosexual, y juzgad por vosotros mismos si el poeta se ganó o no su SIDA a pulso, su prematura muerte a los 60 años.

Siempre nos quedará su poesía, tan viva.

 

 
 

El cónsul de Sodoma

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