Vale, venga. Vamos a hablar otra vez de lo mismo. La semana pasada un hombre me robó el corazón. No es un hombre real, es un personaje de ficción. Pero, ¿qué hombre no lo es? ¿Qué hombre rellena hasta las esquinas la palabra tan mayúscula que lo nombra? Vamos por partes.
1ª parte. Planteamiento. Conocer a un hombre como él, desearle, querer tenerle, me ha obligado a ponerme una vez más en la incómoda posición de preguntarme qué clase de mujer soy yo. (“El amor de mi vida me pidió que me pusiera incómodo. Yo le obedecí inmediatamente” que diría mi querido Pedro Casariego). Am I Circe, Penélope or Calipso? ¿Puedo acaso manejar las reglas del juego? ¿Soy capaz yo de apostar todo mi capital por ser la dueña de una idea de hombre? ¿O pretendo ambiciosamente mantenerme señora de mi propio territorio conquistado y además sentir eso que describen en casi todos los libros, en casi todas las películas y en casi todas las canciones? Y preguntarme qué clase de mujer soy me lleva a preguntarme qué es ser una mujer, qué significa esa palabra, qué se espera de mi género y hasta si soy yo una de ellas. Seguir ese hilo me conduciría a los consabidos “la mujer no nace, se hace”, “la mujer no existe, existen las mujeres” y al eterno debate en torno al eterno femenino. Y yo, en realidad, solo quiero saber qué quiere él.
2ª parte. Trama. ¿Quién es él? Un hombre. O la fantasía de lo que debe ser un hombre con la que he crecido. Pero, ¿qué es un hombre? ¿Qué ser-extraterrestre es capaz de sostener semejante mito? El Hombre. Yo además lo tengo difícil. Porque he sido educada, como todas, en los cuentos de hadas. Pero también he sido fuertemente educada en los cuentos de piratas. Un hombre es fuerte, inteligente, se obliga a ser valiente cuando es necesario, toma decisiones, no se doblega ante su peor versión, lucha y mantiene una posición. No se queda anclado en los estereotipos pero tampoco juega a lo políticamente correcto. Debe ser un hombre de pasión, claro, capaz de la intimidad y la ternura. Y debe ser un hombre de acción. “My goodness. I´ve just realised how hard being a man must be” le dije mientras tomábamos un cocktail en nuestra primera cita.
3ª parte. Desenlace. La semana pasada caí en la adicción a una serie que ha estado dando que hablar. Alquilé la primera temporada de Mad Men y me la bebí de un trago. Y, claro, fui totalmente seducida por su personaje principal. Don Draper es el nombre del hombre. El siempre sabe lo que hay que hacer y lo que hay que decir. Es listo y ha sobrevivido a un gran naufragio. Tiene un pasado oscuro pero sentimientos nobles. Es un Corsario. Y va conquistando a todas las mujeres con las que se cruza como Ulises en su viaje de vuelta a Itaca. Las mujeres estamos locas por la idea del amor. Y viendo el modo en que se relaciona con sus tres mujeres, una independiente activista del East Village con todo lo que el lugar y el momento implica, una chica judía del Upper East Side, sofisticada, educada e inteligente, y una perfecta compañera, hermosa y solícita a la que le han grabado a fuego el valor de su belleza, impotente y frustrada de no poder ser la única, no pude evitar preguntarme cuál de ellas querría ser yo para tener su amor. Si es que eso es algo que se puede tener. Tal como lo soñamos. Y no consigo encontrar la respuesta. En realidad me he topado con una pregunta.