El artículo del mes pasado sobre Steve Harley tuvo respuesta de Il Gatopando quien, indirectamente, me despertó la curiosidad sobre Rufus Wainwright. Es un cantautor nacido en New York, aunque con fuertes vínculos canadienses, hijo y hermano de músicos y fue icono gay al declararse homosexual desde los inicios de su carrera. Dentro de los chismorreos, también ha reconocido que a los 14 años fue atracado y violado en Hyde Park por un hombre.
Centrándonos en su música, ha participado en numerosas y reconocidas bandas sonoras: El aviador de Martin Scorsese, El diario de Bridget Jones, Yo soy Sam, Zoolander, Shrek, Moulin Rouge y Brokeback Mountain.
Sus álbumes, hasta ahora, son: Rufus Wainwright (1998) , Poses (2001), Want One (2003), Waiting for a Want (2004), Want Two (2004), Alright Already (2005) y Release the Stars (2007). Especial mención merece su excéntrico Rufus Does Judy at Carnegie Hall, disco en directo que recoge un concierto en el que reinterpretó un recital de Judy Garland. En 2009 compuso su primera ópera, “Prima Donna”.
Su música es tremendamente interesante, con claras influencias de la chanson francesa, el musical y la ópera. Quizás lo que más llama la atención de sus interpretaciones es la peculiar cadencia de su voz, donde las palabras se deslizan en grupos inhabituales y las melodías se entremezclan, cambian y metamorfosean en medio de las canciones reflejando una complejidad que sorprende, aun cuando, en general, apenas se deja acompañar por un piano o una guitarra; aunque bajo mi punto de vista, sus mayores logros se encuentran en las composiciones más complejas.
En su primer disco, Rufus Wainwright, Rufus da las primeras muestras de su talento. Unos acompañamientos sencillos (piano con breves apariciones de guitarra, violín y batería jazzística) realzan una voz cálida, aunque melancólica. Ya se perciben aquí sus característicos cambios de frecuencia y melodía que hacen de él un cantautor fuera de lo corriente que, en momentos, nos recuerda a Neil Hammon, aunque más complejo.
En Poses es quizás donde se percibe con más claridad su personalidad, con un modo de expirar las frases que parecen estirarse hasta que el aliento no da para más, cual si de una ópera se tratara. Al igual que en su primer trabajo, vemos influencias folk (Old man gay) y unas melodías mucho más elaboradas que lo que estamos acostumbrados a escuchar a los cantautores de los últimos tiempos y que le revaloriza en nuestros, tantas veces aburridos, oídos. Como ejemplo de ello, os dejo el “Cigarettes & chocolate milk”.
En Want One, aunque sin abandonar en algunos temas su estilo sencillo y directo (Want, Dinner at eight…), es un disco más contundente que los anteriores, y muestra a la perfección una feliz algarabía de melodías (Oh what a world) y una evolución hacia la orquestación y teatralización que son uno de sus sellos más destacados (I don’t know what it is).
En Waiting for a Want y Want Two, Rufus alcanza su complete madurez, entremezclando sus armónicas melodías donde su voz demuestra todo su repertorio (The art teacher), con juegos sinfónicos (Little sister), y divertimentos casi de charada (Crumb by crumb), hasta alcanzar el barroquismo en algunos momentos. Especial mención merece el “Old Whore’s diet” que aquí os dejo para que disfrutéis de sus extraordinarios nueve minutos de recursos vocales y de composición.
Aunque Rufus ya comenzaba a obsesionarse con la composición de su ópera, Alright Already y Release the Stars no desmerecen sus anteriores trabajos y en ellos, aunque sin propuestas que fraccionen su anterior producción, podéis encontrar un Rufus en estado puro.
No os cuento más. Si os apetece descubrir un cantautor de los de verdad, no tengáis prevención en acercaros a Rufus. Poneros una copa de vino rojo en una buena copa de cristal, miradla, agarradla, oledla, saboradla y cerrad los ojos para que la buena música invada el último de vuestros sentidos.