Han caído lentejuelas en los bosques
las estrellas cintilan cabizbajas
pero los multicolores de la escena
irradian sus trágicos espermas diamantinos.
No ladran los perros a la luna de su vientre
junto a moscas andan ya las zapatillas
porque el libro del amor se ha clausurado
en la muerta cicatriz de la esperanza.
Nadie suena el claxon ya en las avenidas
Ni se rozan siquiera las palmeras
aunque el disco continúa esbozando arcoíris en la piel.
Porque la perra lujuriosa de agrias garras
es la iglesia en que los curas suenan los tacones
a sabiendas de que ansían que les rompan las sotanas.