A saber el tiempo que tardaría en acumular el valor necesario para afrontar la charla “de hombre a hombre”. Al final el encuentro se produjo de la peor de las maneras, no cuando él se vio preparado, quiso y eligió, sino cuando su padre, cansado de evasivas y respuestas vagas, decidió.
-Después de cenar no te levantes de la mesa. Tenemos que hablar.
Supo al instante lo que se le venía encima y no tuvo fuerzas ni para contestar, aceptando levemente con la cabeza el mandato. No probó bocado, a pesar de tener delante uno de sus platos favoritos.
-¿Qué te pasa?, le dijo su madre, sorprendida, sin obtener más respuesta que un encogimiento de hombros. El padre empezó a olerse algo; jamás en los dieciocho años de vida del chaval, le había visto un comportamiento frente a un plato de chipirones en su tinta que no fuera el de trinchar y tragar con voracidad, como si no fuera a haber un mañana.
-Id terminando, apremió el padre. La madre y el hermano pequeño apuraron al momento, advirtiendo la inminente tormenta.
Despejada la mesa de personas, vajilla y alimentos, habló el padre.
-Ya es hora de que zanjemos el asunto. ¿Has rellenado los impresos para matricularte en la academia?
Él era incapaz de detener el baile de san Vito en brazos y piernas.
-No.
-¡Y a qué esperas!, le espetó el padre endureciendo la mirada.
Entonces él contestó o, más bien, las tres palabras se escurrieron entre sus labios, blandas, como cayéndose de una boca anestesiada.
-Quiero ser ingeniero.
La madre no perdía ripio desde la distancia y sintió que le abandonaban las fuerzas en las piernas. ¿Qué hemos hecho mal?, pronunció. El padre se levantó como un resorte, volcando la silla al suelo. Dio unos pasos atrás, como si se alejara de un fantasma. Parecía más grogui que fuera de sus casillas.
-Tu abuelo estuvo en Woodstock en el 69. Sabes que conserva como oro en paño la púa que le firmó Jimmy Hendriks. Vivió para la música y fue el mejor batería del país. ¿Quieres mandarlo al hoyo?
-Ya lo sé, me lo has contado muchas veces. Y él también.
-Yo me codeé con lo mejorcito de “la movida”, se me rifaban las bandas, hubo una época que no podía ir tranquilo por la calle en Madrid...¡siendo batería!
-Ya, pero a mí me gusta la ingeniería.
-¡La madre que parió a Joe Cocker! Te he visto antes tamborileando en la mesa, agitando la pierna como si golpearas el chaston a un ritmo de mil demonios. Son los genes, hijo, eres la tercera generación de baterías de la familia. Solo que estás algo confuso.
-Y si no gestor de activos financieros.
-¡¿Cómo?! ¡Basta, no quiero oír más tonterías! ¿Quién te ha metido esos pájaros en la cabeza? Ingeniero, gestor… así no vas a llegar a nada en la vida. ¡La farándula, hijo, la farándula!
El hijo se encogió de hombros; la madre se encomendaba a Medina Azahara.
-¡Vete a tu habitación! Minutos después llegó con una fotografía en una mano y cuatro chinchetas en la otra.
-Por Led Zeppelin; por Leño; por Janice Choplin; y por Loquillo. Ahí tienes a tu padre, dándolo todo en el Festival indie de Vallecas. A ver si te ayuda a recapacitar, sentencia, cerrando la puerta con fuerza.
Diseñamáquinas, yuppy... masculla, con la angustia de ver que no va a haber reencarnación y solo le queda aferrarse a unos recuerdos difusos y lejanos.