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ISSN 1989-4163

NUMERO 99 - ENERO 2019

En la Edad Media las Mujeres Eran el Pueblo

Carmelo Arribas

Si hemos de creer a muchos historiadores en la Edad Media la proporción de hombres y mujeres era de de 7 mujeres por cada hombre. Las guerras continuas, produjeron una gran mortalidad pero fundamentalmente fueron los hombres los que más perecieron. Si a esto añadimos los que se encontraban  movilizados en los ejércitos, esto nos da una visión de la sociedad que no corresponde a la que nos ha llegado, algo que no ha sido asumido, y de lo que no se ha hecho análisis alguno dotándose de una normalidad , cuando la realidad lo rebate.

Pero si tomáramos, como anunciábamos al principio, como correcta, esta proporción entre hombres y mujeres, nos encontraríamos que en una población de 800 habitantes 700 serían mujeres y sólo habría100 hombres. Lo que aunque la proporción no fuera tanta, nos pone ante un escenario social que rompe los esquemas de la invisibilidad y nulidad social de la mujer en la Edad Media. Porque aunque la preeminencia del poder fuera fundamentalmente masculina, constituida por realeza, nobles y clero, el funcionamiento social debería ser femenino, algo que no se ha tomado en consideración.

Tenemos a través de la Historia, referentes de esta participación social de la mujer en la vida cotidiana. En el Museo Romano de Mérida, una lápida romana nos muestra a la tabernera Sentia Amaranta, que su marido "mandó hacer para su esposa queridísima con la que vivió 17 años" Tenía 45 años.

No será esta la única constatación de la actuación social de la mujer. Se  tienen datos de mujeres que aparecen trabajando en los más variados oficios, tradicionalmente conceptuados como sólo masculinos.

En el "Libro de los oficios" de Paris del S. XIII,  se nombran gran cantidad de trabajos que realizaban las mujeres, e incluso en los Gremios de la ciudad de Marsella hay citados 150 oficios en los que aparecen nombres femeninos.

Aunque sólo se hace constar que eran mujeres, porque su labor principal en las construcciones era el acarreo de materiales, agua arena o piedras, por lo que cobraban menos, que los hombres. En algunos casos, sí eran reconocidas, como la escultora Sabine de Pierrefonds. cuyo nombre aparece en varias estatuas de la Catedral de Notre Dame, y de la que se sabe que dirigió un taller con discípulos masculinos. U otras que realizaron frescos , como los existentes en la actualidad en la iglesia de S. Sebastián de los Caballeros, de Toro ( Zamora) de principios del XIV, en los que se afirma: Teresa Dieç me fecit". Teresa Diez me hizo.

Lo curioso es la existencia de mujeres jefas de cuadrilla y maestras de obra, como una tal Grunnilda, que aparece en la ciudad de Norwich en el momento en que se estaba erigiendo la nave central de su catedral gótica, y los nombres de diversas albañilas, demostrando que no sólo harían labores auxiliares, como se hace constar en los libros de obra:“Mujer que limpia donde se empareda el ladrillo”, “mujer que ayuda en la obra”, “mujer que lamina el yeso”, “mujer que aparta los medios ladrillos”.

Pero no sólo realizaban estas funciones, se sabe, por ejemplo, que la monja Ende , ilustró el Beato de Gerona , y en la Córdoba musulmana unas doscientas mujeres copiaban manuscritos.

Pero era la vida diaria el espacio que ocupaban las mujeres. Las representaciones medievales colocan a las mujeres en los puestos de venta de los mercados, y por supuesto en la confección de las prendas de vestir, actividad casi exclusivamente femenina, que incluía todo el proceso, desde el hilado, como se puede apreciar  en las representaciones de Vírgenes, que tienen un huso en las manos, con el que convertían las madejas de lana en hilos , hasta su labor mas industrial, en cuadros tan icónicos, como las Hilanderas de Velázquez.

Mas llamativos resultan cuadros como el de una mujer, golpeando en la forja, un hierro, profesión que nadie imaginaría pudiera realizarlo.  Que nos muestra que debió de realizar cualquier oficio. En los pagos del Monasterio de Guadalupe aparecen algunos apuntes de los realizados a vendimiadoras.

Quizás uno de los oficios más curiosos y escondidos, ejercidos por mujeres, sea el de prestamistas. La Iglesia condenaba el préstamo de dinero como pecado grave, porque habitualmente conllevaba usura, pero incluso aunque el interés no lo fuera. lo era.  Constituía uno de los tres oficios, condenados, junto con los juglares y las prostitutas, a no tener una sepultura cristiana.

Esta profesión de "banqueros" lo solían realizar los judíos,  curiosamente el Salmo XV también afirma que , el usurero no puede ser huésped de Yahvé, pero noo debían hacerle el mismo caso.

Salmo de David.
1Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo?
¿Quién morará en tu monte santo?
...
Quien su dinero no dio a usura,"

Pero esta actividad creó una imagen peyorativa del judío en la sociedad, quizás fueron perseguidos por causa de esta actividad, aunque la escusa  y el subterfugio fuera el de pertenecer a otra religión.

Esta ocupación de todos los estamentos  sociales, incluso algunas abadesas se adjudicaron, funciones del clero que eran privativos de los curas o monjes, como Flora, del Monasterio de Santiago de León o Inés Laynez del Real Monasterio de Las Huelgas, de la que se conocen enfrentamientos con los obispos y Papas por "abusos del orden sagrado". porque oían confesiones, daban el hábito y predicaban en sus comunidades, algo que sólo podían realizar los sacerdotes.

Pero esta ocupación de todo el espectro social por ausencia de hombres, no ha sido algo del pasado lejano. Hasta hace relativamente poco tiempo, en Castilla al empezar el verano, los hombres constituían cuadrillas para la siega. Comenzaban por el sur, Andalucía y Extremadura, tras esta, subían para hacerse cargo de las propias cosechas y continuaban por Aragón. Durante este tiempo, las mujeres se quedaban solas en los pueblos y tenían que hacerse cargo de todo: alimentar a los animales, hacerse cargo de los huertos e incluso administrar el patrimonio.

No era extraño que Cristine Pizán. escribiera en 1504  "La ciudad de las damas," Aunque su contenido fuera más intelectual, bien podría haber escrito sobre la vida cotidiana de las mujeres, al fin y al cabo las ciudades eran de las mujeres.

 

 


Edad Media

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