Llevamos años oyendo hablar de las preferentes, que fueron colocadas por los bancos mayoritariamente a pequeños ahorradores particulares y que, hasta por televisión, se las califica como “estafa”. No insistiré demasiado en el tema que, creo que todos, por desgracia, conocemos a estas altura y que, como digo, ha esquilmado a los particulares en especial. Aquí, el provecho directo ha sido fundamentalmente para los bancos locales, ya que vendían “papelitos” a un precio y los han recomprado a un precio irrisoriamente inferior. Ni un David Copperfield que ha hecho desaparecer aviones sería capaz de realizar una prestidigitación tan colosal llevándose una cantidad de billetes tal que no cabrían en un trasatlántico.
Lo más llamativo del asunto es que, en la última década, los bancos, no se han limitado a esquilmar a sus clientes particulares de toda la vida, sino que han desarrollado otras dos jugadas de malas artes bancarias que han vaciado al máximo los bolsillos del resto de sectores del país.
Si las preferentes se centraron en las personas físicas, a la par potenciaron un producto centrado en las empresas: los SWAP. En los años 2007 y 2008 especialmente, los bancos se empeñaron en colocar ese producto a las empresas que renovaban un crédito o solicitaban uno nuevo, dado que comenzaban a acumularse sentencias en contra de la legalidad de las cláusulas suelo aunque sin sentencias condenatorias a los bancarios que las habían endilgado. Como es torticera costumbre de las entidades financieras, en el mismo notario, aparecían con ese contrato de SWAP que vendían como seguro de tipo de interés –que nunca aparece en las escrituras para, de ese modo, esquivar a la justicia- y que, o se firmaba, o no había posibilidad de firmar el crédito. Al respecto, creo que somos multitud los que hemos sido testigos de ese malévolo proceder de los bancos cuando se firma una hipoteca. En principio, el hipotecado tiene por ley tres días previos para poder examinar las cláusulas de la escritura notarial y comprobar que las mismas se ajustan a lo negociado previamente con la entidad financiera pero, ¡oh misterios de la vida!, casualmente, dicha circunstancia no se produce jamás porque el director de la sucursal, el apoderado no tienen tiempo y tienen la costumbre –maliciosa- de no aportar los datos financieros de la operación al notario hasta el último momento, con lo que la otra parte –víctimas indudables de esas corporaciones- no tiene posibilidad de aclarar dudas y, mucho menos, reclamar la anulación de cualquier cambio de última hora que, como siempre, favorece a la banca. Volviendo a los SWAP, también aparecían –¡oh, inexcrutabilidad de los bancos!- en el último momento y se defendía asegurando al prestatario que le garantizaba un tipo de interés fijo, con lo que ganaba en tranquilidad. Lo que es pasmoso es constatar que dicha política, de pronto generalizada en todos los bancos españoles, se produjo en el momento en que los tipos de interés (EURIBOR) estaban en su punto más alto. Y yo no me trago que eso ha sido casualidad. Los bancos sabían a ciencia cierta que el Euribor iba a bajar de modo drástico en poco tiempo y el SWAP fue el instrumento para aprovecharse de ese conocimiento y, una vez más (Y son tantas como las gotas de agua que forman el océano), lucrarse de modo abusivo de sus clientes. ¿No está tipificado desde hace años como delito el lucrarse por usar información privilegiada? ¿Cómo es que no están a estas alturas miles de directores de sucursales bancarias y todos los consejos de administración de los bancos en la cárcel? Si así fuera, al menos el Gobierno de turno tendría que pasar por el bochorno de amnistiarlos después, como ya hizo con Alfredo Sáenz, Consejero Delegado del Santander.
Volviendo a los SWAP, y para que os hagáis una idea. Los que tuvieron que firmar esos SWAP en julio del 2008, tienen que pagar un interés del 5,393%, además del diferencial sobre el Euribor, que es lo que sería su lucro lícito y que es lo que los empresarios y personas físicas negocian. Ahora, en vez de pagar el 0,506% siguen pagando ese 5,393%. Es decir, están pagando DIEZ VECES MÁS que lo que tendrían que pagar. Y para que veáis la absoluta premeditación de este asunto de las SWAP, id al banco ahora y decid que queréis firmar un SWAP a los tipos actuales. Os mandarán a donde ya os podéis imaginar.
En cuanto al último, pero no menos relevante, de sus esquilmes, está el asunto de los rescates bancarios. ¡Pobrecitos bancos! A pesar de sus abusos indescriptibles, encima algunos van a la quiebra -¿cómo es posible?- y como el Estado tendría que pagar la mayoría de los depósitos, le sale más a cuenta suplicar un préstamo en Europa para refinanciarlos y, como en el caso de Novagalicia, se le aportan 10.000 millones y se vende un año después a un banco Venezolano por 1.000 millones.
Está claro que en poco más de un lustro –gracias, amigo Zapatero- alguien se ha embolsado miles y miles de millones de Euros de los españoles y no sólo han sido los millones de Euros que tradicionalmente los bancos han condonado –precioso símil para llamar al cohecho en el que llevan incurriendo desde hace décadas- a los partidos políticos a cambio de permitirles negocios tan fraudulentos –como así lo han dictado diversas sentencias judiciales- como las cláusulas suelo, su sustituto el SWAP, las preferentes, etcétera. La cuestión es: ¿dónde se ha ido todo ese dinero? Y lo peor del asunto es que a uno le da el pálpito de que esa auténtica fortuna no se ha quedado en España, sino que, al final, se ha disuelto en Suiza como siempre, habiendo actuado los bancos de atracadores por unas míseras comisiones –es un decir; habrán supuesto unos cuantos millones de Euros-, habiendo salido de nuestro país la parte del león.
Gracias Bancos por actuar de un modo tan honesto, y gracias Estado por velar tan eficazmente en la protección de tus ciudadanos.