Loado seas tú el amargo y solitario
el perdido ya desde el principio
el poeta que trabaja el cuchillo
en su indeleble tercera mano...
Odiseas Elytis
Loada la luz previa a los altares
y el muro en su latido aún de piedra
la rodilla devota que descalza
hinca su profecía en el sentido
común
para abolir su purgatorio
y el rostro desertor de los espejos
y el nicho sin más santo que tú mismo
Loada la plegaria aún sin grito
la confesión sin culpa ni milagro
la campana que anuncia el albedrío
el cirio moral dueño de su fuego
la eternidad lograda por tu sombra
en su diafanidad de vuelo de árbol
Loado sea el ojo que murmura
curiosidades varias porque es ojo
de los lentos caminos que apresuran
la multiplicidad de los agravios
él solo quiere ver (pero lo miran)
y después renegar de la mirada
Hay cerrojos que espían por el ojo
de su malinventada cerradura
Loado el campanario de tus tímpanos
donde descansa el eco y se fatiga
de tanto predecir alas raídas
La paloma que anuncia el precipicio
en su misión de verbo consternado
bebió su sed en ti (busca un diluvio)
Loadas las cornisas de tu tacto
etéreas cuando sienten que se posan
genuflectas y amadas las caricias
Es el dedo de Dios pulsando el molde
la carne que en su carne se revela
buscando eternidad en otro cuerpo
Loado el santoral de los aromas
y su feligresía de narices
pues no sólo de incienso y parafina
está poblado el reino de los suelos
Más allá del sagrario constreñido
va el olfato de Dios fundando esencias
Loada la manzana fría y mustia
ya Eva envenenada Adán sediento
(el pecado purgando su condena
vomita soledad dentro del templo)
hallan juntos la clave de su enigma
y además de manzanas manoseadas
hay todo un festival de frutos limpios
Loado el bautisterio de tu lengua
donde todos los nombres desembocan
Ahí se vuelven costa las orillas:
contemplemos la fuente de palabras
que puede hacer de un tumbo olas crecidas
(A lo lejos Noé loco de afluencia
sueña con manantiales de saliva)
Loada la placenta agua del río
que mana del fulgor del gran espejo
a bendecir el templo con su arribo
La columna puntal erguida al cielo
resume en su erección el evangelio:
en el semen (vinícola del verbo)
hace fruto el viñedo de estar vivos
Loada la techumbre que sostiene
no la fe sino el cielo en sus adentros
pues el cielo es el cielo de otros cielos
los muy particulares los minúsculos
los que son un infierno de tan cielos
los que de tan infierno son celestes
Loada la certeza de estar ciertos
que no importa el ritual sino la voz
que desde antes de ti desde muy antes
te convirtió en santuario de ti mismo