Las últimas horas del 2012 se apagan dejando tras de sí un eco triste y un regusto amargo y a pesar de la expectativa de un nuevo año que empieza, la desazón y la incredulidad no dejan a penas cabida para ensoñaciones de futuro, brindis llenos de alegría y proyectos chispeantes, sólo un deseo ferviente de solidaridad y ganas de luchar por lo que es justo, impelidos por la indignación y el asombro.
Es inevitable echar la vista atrás y las imágenes que nos asaltan son tremendas, van del horror más absoluto a la vergüenza ajena.
Un año de desahucios y corrupción a todos los niveles. Meses de abandono y desamparo para los que más lo necesitan. Días de recortes, en los que las exiguas ayudas por dependencia, maternidad o paro se han visto ahogadas a menudo hasta su extinción.
Ha quedado patente la incapacidad del gobierno para sacar a España de la crisis, su escasez de recursos y de ideas innovadoras para acercarse a las necesidades de los ciudadanos, su falta de ganas y de sentido democrático para dialogar con aquellos que muestran un pensamiento divergente, respecto al único e igual para todos, de estos magnatarios que nos gobiernan y su total inutilidad para lidiar con los nuevos capos de Europa, por otro lado nada sorprendente si tenemos en cuenta que se han llevado a cabo bajo la dirección de un presidente, poco viajado y que entre sus muchas carencias se cuenta la de no hablar inglés, que aunque no sea el único idioma relevante, debería ser imprescindible para un dirigente de gobierno.
La decepción cobra tintes dramáticos y me atrevería a asegurar, que son una apabullante mayoría, los que han perdido la fe en las instituciones, empezando por el gobierno y más concretamente en sus representantes.
Cuando los políticos electos dejan de representarnos, cuando los representantes de las leyes dejan de impartir justicia y son sólo un mecanismo al servicio de la burocracia, cuando los derechos civiles, democráticos y laborales, arduamente ganados y defendidos con el sudor y la sangre de generaciones de valientes, son pisoteados, en el momento que se coarta la libertad de expresión y para hacer acusaciones y desacreditar a cualquier persona, no se necesitan pruebas ni evidencias, sino meras suposiciones y hechos circunstanciales, cuando se boicotean las jornadas de reflexión previas a una votación , sólo me cabe preguntarme, por qué nosotros los ciudadanos hemos de ser los únicos que acatemos las normas. Por qué no escribir nosotros mismos las normas a seguir y obligar a estos dignatarios de medio pelo a acatarlas.
Son tantas las cosas que haciendo un repaso de la actualidad me repelen e indignan. Por poner un ejemplo reciente.
No debería considerarse pertinente que con la gran falta de recursos que hay destinen capital a grabar el ya rancio y consabido mensaje navideño del rey, que se me antoja añejo, banal y manido.
Para la grabación del mismo además de contratarse servicios técnicos de producción externos a los pertenecientes a televisión española, siguiendo así el proceso de externalización de servicios técnicos de la cadena, además de alquilar una unidad móvil de alta definición bajo el pretexto de que la cadena nacional no disponía de ninguna, cosa que no coincide con la realidad según se han hecho eco algunos medios, ha tenido un coste de 6000 euros.
El discurso del Rey de este año 2012 y que cada año recita con menos naturalidad, resulta a la postre, insuficiente y decepcionante como nunca, o debiera serlo, sobre todo para aquellos que aún creen en él, que esperan cosas del mismo y deseo sean pocos.
En un arranque de utopía, cabría esperar que se obrase el milagro, que Don Juan Carlos hiciera honor a su cargo y trabajara de una vez para el pueblo al que en teoría representa.
En ese arranque de utopía, el Rey, como jefe de estado, pide disculpas al pueblo por la vida opulenta, los gastos indecorosos e irracionales y los viajes sorpresa que su familia realiza a nuestra costa. Entrega a las arcas públicas, para atender explicita y solícitamente a los españoles en riesgo de exclusión social, a las personas con discapacidades y las familias que las cuidan, que han perdido sus exiguas ayudas, la mitad de su generoso sueldo y el de su esposa la reina, el de su heredero y esposa, así como la inmediata renuncia de sus hijas a cualquier retribución futura. En ese discurso imposible, digno del que seria un verdadero rey, el mismo, concede el uso inmediato de los palacios de Marivent, Pedralbes y de todos los demás, a las familias de desahuciados y nos informa que va usar parte de lo que llaman su fortuna personal, para fomentar el empleo y dar ayudas a la natalidad. En dicho discurso se anuncia el cese de cenas de gala, celebraciones reales, desfiles militares y viajes vacacionales o de ocio de forma definitiva.
Anuncia que tras el traslado a un chalet de él y su familia harán uso de un grupo muy reducido de personal de servicio doméstico y de guardia.
Tras las concesiones personales, exige a su yerno la devolución de los fondos sustraídos, así como a los responsables de los bancos con mala gestión, a los que han ejercido mala praxis y a los cientos de corruptos de todas las esferas, ordenando a los estamentos correspondientes, la puesta en práctica de los medios para un rápido enjuiciamiento y la total devolución de lo sustraído.
En lugar de hacer un llamamiento a la Unidad de España, que suena a discurso fascista, aboga por la libertad de expresión y de decisión de los pueblos que ahora conforman “su Reino”. En lugar de traducir sólo mediante la página de la casa Real el discurso, por primera vez en la historia, a las lenguas cooficiales, en un intento por demostrar por dichas lenguas, un respeto que la casa real y muchos dirigentes políticos están lejos de sentir, mostraría verdadero respeto, hablando en cada una de esas lenguas y no ahora como método desesperado, por cambiar un movimiento creciente, claramente en este caso el de Cataluña, sino como verdadero conocedor de dichas lenguas, las lenguas de los pueblos a los que pretende representar.
En este utópico discurso, instaría al gobierno a priorizar la calidad de vida de la clase trabajadora, los derechos sociales y las garantías laborales, por encima de los intereses bancarios, de las directrices de Merkel y de los intereses de partido, como favorecer a los que pagan sus campañas.
Como colofón final a un discurso realmente histórico, anuncia que tras su muerte, tendrá lugar el cese de la monarquía y que de ahora hasta que esta acontezca, juntos, pondrán en marcha los mecanismos, para hacer del país una República próspera.
Ese discurso no existirá y desde luego no ha existido esta pasada noche buena, la menos buena de las vividas por muchos y la más solitaria de respaldo institucional.
Así perdida la esperanza de hallar un atisbo de honestidad, justicia y vergüenza en su majestad el rey Don Juan Carlos y familia, sólo nos queda creer en los milagros y escribirle a sus Majestades los Reyes Magos, ya que resulta mucho más factible que nos escuchen, nos respondan y nos concedan nuestros deseos, así pues.
Queridos reyes magos …