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ISSN 1989-4163

NUMERO 29 - ENERO 2012

La Puta Jueza

Joaquín Lloréns

España ha sido tradicionalmente un país en el que no se invierte dinero en investigación y desarrollo. Pese a ello, de tanto en cuanto, algún/a compatriota aparece con una idea de Perogrullo que nos eleva a la “primera división” tecnológica. Tenemos casos por todos conocidos. A un catalán –Enric Bernat- se le ocurrió poner un palito al caramelo para no pringarse los dedos al chuparlo y ¡zas!, toma multinacional: Chupa-chups. A otro, un logroñés que además de disfrutar del vino se dedicó a otras cosas –Manuel Jalón-, se le ocurrió aplicar la teoría del palo al estropajo, y ¡zas!, he aquí la fregona, que hizo más por las espaldas de las mujeres de todo el mundo que el afamado doctor Kovacs. Y no sólo del palo viven las ocurrencias españolas. Otro iluminado en este país de la envidia, inventó la radio –Julio Cervera. ¡Jódete!, Marconi. Tú te habrás llevado la lana, pero la fama se queda aquí-. Otro, el submarino –Isaac Peral-. Otro el traje de los astronautas –Emilio Herrera-, etcétera. Y sobre todo: el afilalápices y la grapadora –Ignacio Urresti y Juan Solazabal-. No cabe duda; somos un país de descubridores de instrumentos que, vistos con la perspectiva del tiempo, logran que los demás exclamemos: ¡A mí se me hubiera ocurrido!

Pero la envidia es muy mala. ¡Menos mal que a muchos de ellos les han robado sus ideas los extranjeros! En las últimas décadas no hay constancia de ningún español que haya vuelto a tener un espíritu visionario que haya logrado cambiar el mundo elevando a público una idea que todos estemos dispuestos a aceptar como sublimemente simple, pero prácticamente genial…, hasta la aparición de la jueza Gloria Poyatos.

Nuestra brillante magistrada decidió llevar a la práctica lo que, oficialmente, es imposible. Darse de alta en la Seguridad Social y en Hacienda como prostituta. Esa actividad comercial económicamente tan rentable y con tantos puestos de trabajo indirectos –como les gusta remarcar a las multinacionales que nos hacen el favor de instalarse en nuestro país, a cambio de ventajas fiscales y laborales-: chulo, madame, palanganera, productores de latex “durox”, farmacéuticas de pastilla azul, intermediarios de popper y demás.

Y como siempre ocurre en este país de envidiosos, su novedosa iniciativa ha pasado casi desapercibida. (Ignoremos la sencilla idea genial. ¡A mí también se me hubiera ocurrido!) Ante el silencio cómplice de nuestra sociedad –el Congreso rechazó no hace mucho (2009) la proposición de ERC de regulación de las meretrices, a pesar de su evidente presencia y arraigo-, Gloria –si hasta el nombre le acompaña- evidenció públicamente el debate es estéril y vacuo; el/la prostituto/a que lo desee puede realizar su trabajo de una manera oficial y públicamente bendecida. (No olvidemos que, a estas alturas, si la Seguridad Social y Hacienda te aceptan, el resto no tiene sino que agachar la cabeza y decir “Amén”).

Y sin embargo, en vez de darle el Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales y Económicas –en plena devaluación gracias al espabilado Urdangarín-, su descubrimiento de Perogrullo ha pasado con más pena que “Gloria” por nuestros medios de comunicación.

Ya llevamos más de cinco mil años de hipocresía al respecto. Meretrices las hay y las habrá. No entraré en los motivos, que todos conocemos y callamos -¿Lo quieres discutir? Adelante. Tod@s hemos mantenido posturas que sabemos a bien cierto son indefendibles-, pero ya está bien de mirar para otra parte. Hace ya dos años que escribí sobre el tema en Agitadoras (ver aquí) y sigo manteniendo lo mismo. Es más, como allí exponía, a la erradicación de multitud de problemas que supondría su legalización (proxenetismo, trata de blancas, negras, o mulatas), añadiríamos una aportación económica a la resolución de la crisis que, ni el Santander ni el BBVA, realizarán. (El cálculo en impuestos es de más de 15.000 millones de Euros, que evitarían gran parte de los tan cacareados recortes de nuestro falso –se asienta en que los países del tercer mundo sigan viviendo en la miseria- bienestar social).

Señor@s, estamos en el desnortado siglo XXI, donde una quinceañera puede abortar sin que sus padres –responsables económicos subsidiarios de sus demás desmanes- tengan derecho a saberlo, donde se permite a que los políticos nos roben sin vergüenza ni arrepentimiento –ni, por supuesto, se les exija que devuelvan lo robado-, donde la moral ha dejado de ser una referencia a la que el/la  hombre/mujer pueda asirse. ¿Y todavía miramos para otro lado cuando hablamos de la prostitución?

Dejemos que l@s trabajador@s de ese sector aporten su grano de arena a nuestra malherida economía. Cuando paguen sus impuestos, como los demás, no os quepa duda de que ganarán con holgura el respeto de toda la sociedad. A fin de cuentas, en este Occidente en descomposición, desde hace más de un siglo, lo único que cuenta es el dinero que se tiene. Ell@s se ganarán el respeto de la sociedad y la sociedad ganará en moralidad real y en impuestos.

Justicia

Foto: Chema Madoz

 

 

 

 

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