Segundo shot de mezcal y
ya estamos con el tema que nos ocupa:
el fin del género masculino.
El género masculino,
como la vieja Europa,
tendrá que re-inventarse.
Fuera del bar está nevando.
La Grand Place se ha vestido con adornos de Navidad.
Un espectáculo de música sinfónica y luces
me conmueve.
Siempre me ha fascinado esta atmósfera
de Fanny y Alexander.
Soy del Sur,
nadadora y agitanada,
pero tengo una madre nórdica.
El caballero que me acompaña
viene de tierras lejanas.
Me cuenta de lugares que yo no he visto,
y utiliza palabras de mi idioma que yo no uso
pero que empiezan a quedárseme prendidas en el habla.
Es su sinceridad cruda.
Me aclara algunas ideas. Miedo y soledad.
Mi sinceridad, esta noche, también tiene dos palabras: amor y acción.
Y un sentimiento: el de no querer renunciar.
Y un sexo: soy eso que podríamos llamar “una mujer”.
“Nunca lo había pensado de ese modo” dice él entonces.
Y yo, también comprendo de lo que él habla.
Tercer shot de mezcal pues.
A la salida del bar,
las calles aledañas a la plaza,
frías y resbaladizas,
se ponen a mimarnos.
Si esto fuera amor,
así habría que llamarlo.
Un aguja en un pajar,
un encuentro entre mil desencuentros.