(A propósito de Es-puto, cabaret de Ángel Calvente. Producciones El espejo negro. 2010, Sala Federico García Lorca, Vitoria-Gasteiz.)
Sexo, drogas y todo el rollo versus “Dios, Patria y Rey”, en ese obsceno, irreverente y libertario abrazo grotesco del cabaret de Marianna Travelo, el/la artista de variedades -la malagueña salerosa- protagonista y presentadora del cabaret Es-puto de Ángel Calvente.
Y eso porque este espectáculo hace desfilar ante “El espejo negro” de la deformación grotesca a las grandes –y pequeñas- figuras del rancio imaginario colectivo español -sin librarse del rey abajo ninguno, de la Legión hasta el último paje (y/o paja); la virginería sureña y las monjas o los figurones folclóricos de la copla (Lola Flores y Rocío Jurado) y las figurillas de la canción española (¡ay..., Joselito!)-, amén de artistas internacionales del kitsch –Nacha Guevara, Madonna y Freddie Mercury- o diversiones de los clásicos -Chopin-, desde la picardía y el doble sentido grosero proverbial del cabaret marginal que hurga obsesiva/mente en el tríptico tabuítico del sexo, la escatología y la muerte. Y
adobado todo ello, claro, con las alusiones a la actualidad social o política o a la ciudad visitada con el desparpajo y descaro de la fauna de la noche en un probscenio cutre-lux con la estética friqui -bien siliconada por cierto- y la sal gorda del cómic underground.
Y nada más propio de la estética de lo grotesco que la convivencia promiscua sobre el mismo escenario de muñecos de gomaespuma –hobbit con su hobby horse (‘caballito’), como Joselito; o Eva Lorena, la niña pelona (verdadera obra maestra de cuento infantil de terror naïf en miniatura); la cantaora saetera; el payaso y real conejo de las fantasías animadas; el perrillo Trotski; o juegos de manos como el dúo del castañeteo de dientes o “las cosas del querer”-, con medios seres –troncos parlantes, o bustos cantantes, como las monjas travelos del Vals del minuto (o del Ex-puto)-, junto a marionetas de tamaño natural –o marotes- como la propia Marianna Travelo y reinonas como Lola Flores y Rocío Jurado o Freddie Mercury, junto a pas/marotes –manipuladores encapuchados con el deus ex machina (de esa maquinaria de ruedecillas del engranaje del reloj cuyos dientes roen el Tiempo) Tente-puto de jefe del comando, en el ca/marote de los Marx-.
Ni nada mejor que, en el centro de la pista, y como ombligo del cabaret, una grotesca marioneta –Marianna-, actoraza travestí -como la esencia del teatro- e híbrida, ciborg o cruce de cerebro humano y cuerpo sintético –paradoja/parajoda de una tetona sin/tética-, penetrada -por detrás- por la mano que le da vida –“una marioneta casi humana”-, al pie del cañón –de luz-, partiéndose –el culo- de risa, despedazada por Jack el manipulador, desde el espejo negro que devuelve al espectador su imagen antitética del espectá-culo.
Con unas marionetas de factura expresionista –o de línea guarra- y una endiablada y cronometrada puesta en escena, Es-puto deviene encadenado de escenas de regocijante farsa que ridiculiza la patética –y patentada- añeja tradición razzial del artisteo andaluz trascendido a esencia viejuna –grande y libre- como sinécdoque de lo tópico español y la cultura contemporánea kitsch, un travelling de cámara oscura por los rancios valores nacionales de la España negra y una ejemplar muestra de autocrítica hacia lo propio que bien pudieran emular los artistas autonómicos con su mitología –en lugar de limitarse a hacer leña (y echarla al fuego), con el hacha del espíritu auto-crítico español, del árbol caído de lo troncal hispánico (grafiótico olmo seco, ciprés calcificado)-, para un público tibio, como el vitoriano, de aplauso fácil, y comodón y complaciente como el que más.
Metáfora dramática de significación liberadora, en el aquí y ahora de una actuación en la capital del País Vasco –al menos para este crítico-, la del calvo Ángel Calvente y sus manipuladores, al desembarazarse de las capuchas para dar la cara, tras la parodia de la Madonna Travelo sado-maso, y después de haber coqueteado la revolvedora Marianna con un revólver –“los carga el Travelo”-, con asesinatos de humor catártico y festivo, de muerte y renacer grotesco, para devolver al muerto la vida en el siguiente espectáculo.
Un escupitajo a la cara de la corrección política, pues, el de este calambur grotesco de malintencionado doble sentido,
Es-puto —es-prosti
puto y es-
cupido—, que no llega a Es-Cupido, puesto que el Amor brilla –con lentejuelas (o lentejillas de la
penetracción)- por su ausencia en toda la función: Ex-
Cupido, pues, de la ex-
puta Ex-
paña/paña negra.