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ISSN 1989-4163

NUMERO 19 - ENERO 2011

Presentaciones, Presentados, Presentadores: Tres Casos

Inés Matute

DANDO EL PEGO

Dicen que la niña es vistosa, que tiene el culo en la coordinada exacta, que gasta andares de gacela. Barbaridades. A mí me parece simplemente joven, desparpajada y bastante  ducha en el arte de incrustar la pose en el silencio y el escote en la sinalefa. Calculado todo, ya se sabe, que de la improvisación nace la pifia. La bella se apellida poeta – artículo en promoción-  porque marida palabras raras, porque languidece  bajo las luces de los tugurios donde recita y porque su mirar concentra humos del chocolate del Atlas. La niña luce aunque sus rimas sólo sirvan para forrar carpetas. Eso sí, ante un jurado de machos exaltados, no hay Slam del que se la descabalgue. Aplausos entusiastas,  título acreditativo y corona de laurel para conmemorar la hazaña. A la edición barata de su primer poemario, acuden todos en marea viva, por si la sortean. Dicen que la diosa leerá entre trasparencias, que sus pezones se endurecerán compitiendo con los de las que, lejos de decirse escritoras, se inscriben en los concursos de Camiseta Mojada no sin antes tirarse al disc jockey, que en ocasiones, puntúa. La niña convoca, da el coñazo, se vende en prensa, jode por exigencias del guión y aprende trucos para una mejor fotogenia. Parece alguien. Y en eso tiene su mérito, o, mejor dicho, sus tres méritos: Ser constante, ser ambiciosa y estar buena.

OPERACIÓN COMERCIAL DE ÉXITO

El tipo en cuestión es cocinero, pero aspira a ser el perejil de todas las salsas. Por ello escribe recetarios, nos aconseja de músicas y moquetas, nos recomienda el restaurante más in,- ¡una palabra tuya bastará para sanarme!-, y, cómo no, nos mortifica con sus poemas.  El cocinero polivalente puede ser, según el caso y la provincia, un crítico de arte, un diseñador caído en gracia o un zapatero tipo Manolo B. Lo que cuenta es que sea muy visible, que tenga  poder, que la gente le deba favores. Y que tenga sección fija en prensa, aunque sea tóxica. La presentación del artefacto tendrá lugar en una galería de arte, que viste mucho y no se riñe con las marmitas. Obligada será una amplia representación de los medios. Los canapés tras la multitudinaria firma, serán, como él, exquisitos. Para que la operación comercial sea redonda, el poeta novel se hará acompañar por un editor deslenguado y localmente influyente. El librero amigo, que montó su tenderete a medio metro de las botellas de cava, se frota las manos: más de 200 ejemplares vendidos en una horita larga. Días después, los amantes de la poesía, que nada le debemos y poco le tememos- carecemos de restaurante en el que él pueda hacer diana-, comentamos el fiasco: ni el más vicioso de los lectores ha llegado a la página 15. Eso sí, antes de que cambie el viento, el rey de las salsas se posicionará entre los más vendidos. Ya se cuidarán su editor y sus plumas a sueldo de elevar al Olimpo al “humilde” cocinero. Los restauradores, mientras tanto, cruzan los dedos y calzan las mesas con el poemario mostrenco.

LOS VIEJOS ROCKEROS NUNCA MUEREN  (PERO NO SIEMPRE VENDEN)

Merecería que la pusieran una plaza, una calle o un puesto de castañas. Verla en directo es un espectáculo: cómo lía los cigarrillos, cómo tuerce el gesto cuando el presentador la reta con una boutade, cómo ataca y defiende mitos de otras épocas y latitudes. Es más vieja que andar para adelante, se las sabe todas. Mamó literatura, parió literatura, vivió por y para los libros. Como buena hermana de famoso, “La niña” sabe de eclipses. Dicen que los caballeros no tienen memoria. Pero ella es dama, y recuerda, y de esas leches mamamos todos en envase libro. Unas veces poemario, otras, ficción o memorias. Curiosamente, o no, los periódicos no remarcan la cita, iluminada por un presentador de lujo. ¿Por qué será? ¿Qué extraño boicot se le hace? Sopla el viento y acudimos ocho, los de siempre. Dos por parte del periodista que le hace de paraguas,  dos espontáneos (adictos y revistos) y el miniclub de escolta que viene de Barcelona, que murmura mucho (con razón, ¡puñetera isla!)  y la empuja hasta el avión, que despega ya con la venia de los controladores. Nadie se explica el vacío de la sala, la falta de interés, en qué momento caducó su tinta si la calidad y la sabiduría duran más que las sobras de Nochevieja.  Ávidos de novedades, y de tetas respingonas, los hijos del frío y la tendencia le dan la espalda. Un misterio, ya digo. Una lástima.

Navaja

 

 

 

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