Anoche la Diosa se citó con ambos. La canícula invita a estas cosas. Al alzar su mano detuvo el estruendo de cubiertos. Pidió al camarero frutas raras para darlas a comer de su vulva, primero al él de la derecha; segundo, al él de la izquierda. El orden no era arbitrario, por aquel entonces ella ya se había inventado la palabra almena. Nuestra Señora accedió a retorcerse de placer al cruzar las piernas. Fue todo un acto de consideración para los devotos.
Después, otra cerveza, y otra, en Plaça Reial. Por el camino titubeó la minifalda. Como un milagro. Hay que hacer algo de deporte, moverse un poco, a ver cuándo. Los aseos, asquerosos. El guiri entró en escena en el momento previsto: ¿cómo se escribe esto? ¿be alta? ¿be baja?
Era alta.
Las palmeras no pudieron contenerse. Hubo ovación.
Y volvió a disertar. Tema: la pre-movida y la Ocaña. Le sonaban todas las pulseras que no llevaban sus brazos desnudos.
Ya en la cama, la Reina del cielo de sus bocas pidió el cetro. Pasó media madrugada insuflando paz a la espalda de la izquierda, media madrugada apacentando los ojos feroces de la derecha.
Barcelona mola.
Amanece. En el balcón, él le da fuego a él. Miran la calle, callan.
La veneran.
Aún no lo saben. Pronto ofrecerán el más alto de los sacrificios: Diosa a la Diosa.