Hubo un tiempo en el que los teléfonos valían para llamar a otra persona y comunicarse con ella. Luego llegaron los móviles y la tecnología los dotó de múltiples funcionalidades que fueron arrinconando a la primigenia, la de hablar, la que Antonio Meucci dio en 1854 al primer prototipo, patentado para mayor honor y gloria por Alexander Graham Bell en 1876. Lo dicho, casi un siglo después, el ingeniero Martin Cooper creó el primer teléfono móvil, el Dyna-Trac, un artefacto que rondaba el kilogramo de peso y que, eso sí, contaba con una batería de treinta y cinco minutos de duración, como los de ahora.
Las cabinas telefónicas servían a ese primitivo fin.
La Historia la ignora -y engrandece- Antonio que, tres años, once meses y cuatro días después, sigue al otro lado de la línea, esperando a que Asunción dé marcha atrás y retome la llamada colgada.