“All of those people
Everywhere
Ever so needing
Where's it all leading
Tell me where”, While My Heart Sill Is Beating,
Roxy Music
Por alusiones, a Rosa Cuadrado
Música para acompañar el artículo
Público. Mucho público. Gentío. Multitud. Sala abarrotada. Aforo completo. Full house. Todos con máscaras. Estreno de Desenmascarados, la obra cumbre por eso inédita del autor maldito del siglo XVIII Expósito Veneciano XVIII. Se va a abrir el telón. Rojo. De ese color del algodón una vez empapado en la herida que deja de sangrar por haber sido absorbida, de ese color de cuando las perlas de la granada estallan en los cielos estrellados de las bocas, de ese color del rubí confiado antes de ser traicionado y suplantado por el topacio, tan solo por un puñado efímero de gloria, brillo y fulgor durante una falsa subasta. Ese telón rojo que ahora se va a abrir como dictan los cánones de las pasiones inconteniblemente incontenidas.
Yo con mi zoot suit de pachuco a lo Kid Creole & The Coconuts en primera fila balanceando el reloj de bolsillo delante de mis ojos como para autohipnotizarme. Sí, estoy en plena cita a ciegas y he olvidado la contraseña y la máscara. Se abre definitivamente el telón. Efectivamente, es una fiesta de máscaras con personajes transparentes disfrazados eligiendo sus colores, confetis deseando desplomarse por su propia gravedad festiva igual que sus competidoras las serpentinas, acuarios de aguas rebosantes con los peces empleados en la película Rumble Fish, ansiando combate y litigio. Hay, hay, claro que hay, cubalibres encadenados a sus propias barras con eslabones perdidos en un tris de desbarrarse y transformarse en tragos eufóricos y un D.J. apoltronado en un trono con dosel sobre luz cenital de lámpara de lágrimas a punto de hacer sonar Ghost Town. Sin rastro de ella. Sin noticias de la otra mitad de la cita a ciegas... Un momento, toda la escena se ha quedado estática, personajes, confetis, serpentinas, peces, cubalibres, música…
Me llamo Overseas Conrad y soy marino mercante. Transporto contenedores llenos de corazones de tinieblas. Cuando doblo el Cabo de Buena Esperanza, a pesar de que es la frontera en que los huracanes se convierten en tifones, esos ventrículos se alumbran con el Sol naciente con quietud balsámica. Cuando se es patrón de un mercante, uno, uno y otra vez exclusivamente uno, desafía los elementos imprevisibles y se guía por orientaciones inescrutables para atracar en el puerto pactado. Uno, uno y solo. Y únicamente hago ese trayecto de occidente a oriente, de oeste a este, de poniente a levante, de muriente a naciente. Después cojo un avión sin escalas ya con la bodega cargada de corazones iluminados y vuelvo a casa, ¿casa? Así la conocí. Normalmente cuando no hay suficiente espacio en los contenedores dejo para el próximo viaje, corazones de tinieblas envasados al vacío con mucho hielo incluso, en la colosal cámara de congelación del pasillo de mi hogar, ¿hogar?, pero cuando regresé de esta última singladura, todas la luces estaban encendidas, los electrodomésticos funcionando a pleno rendimiento sin utilidad alguna pero la cámara XXXXL estaba sin corriente eléctrica. Apagada. Inerte. Solo una linterna en la tapa sin pilas y un candil de aceite. Los envases al vacío, vacíos y los corazones flotando en el agua derretida del hielo. Llamé a la Compañía Eléctrica. Sí, quería compañía y saber lo que había ocurrido. Una razón, una causa, una satisfacción. Deseaba encarecidamente hablar con alguien y tras dos horas de monosílabos con máquinas autómatas de género desconocido tuve la suerte de que algún Gran Hermano confundido ese bendito día me pasara al consultorio sentimental de Luz Divina.
-Hola, me llamo Luz Divina y ¿usted?
-Overseas Conrad.
-Perfecto, cuénteme su historia y si me gusta, después quedaremos para una cita a ciegas, contraseña incluida.
Le conté la historia en cuestión y otras muchas relevantes y no relevantes, es decir, irrelevantes. Bueno, me imagino que el episodio de lo que pasó con la nitroglicerina durante mi anterior destino en el Cabo de Hornos también podría clasificarse de relevante pero ahora es presente. Simple presente, presente simple.
-Me han encantado, su historia, sus historias y usted. Nos vemos en el estreno de Desenmascarados, lleve máscara y recuerde la contraseña. Una vez allí, ya nos tuteamos.
Sin rastro de ella, el telón abierto y sin noticias de la otra mitad de la cita a ciegas y la escena paralizada y yo en primera fila y yo vestido con un zoot suit pachucoa lo Kid Creole & The Coconuts y yo autohipnotizándome con el reloj de bolsillo y yo sin recordar la contraseña y yo sin máscara.
-Overseas, Overseas, ¿eres tú? Seguro que eres tú porque eres el único que no llevas máscara entre el público y tienes un pañuelo de corazones sobresaliendo del bolsillo izquierdo del traje, aparte de lo del reloj, claro. Por cierto, elegantísimos y discretos cuadros Madrás color musgo combinado con color melocotón los de la chaqueta y preciosos tirantes y corbatín rojo flamígero a juego con el telón. Y por supuesto, inmaculado sombrero borsalino. Gracias por el ramo de hortensias y dalias que me traes. ¿Te acuerdas de la contraseña?
-¿Luz Divina? ¿Eres tú? Podrías haber estado en cualquier otra parte pero estás en esa. ¿Eres la tramoyista que abre y cierra el telón? No, no me acuerdo de la contraseña.
-Da igual, te acordarás al final. Una vez localizados, ubicados, reconocidos y confirmados nuestros nombres, irrumpe en el escenario y únete a la desenmascarada privada que va a ocurrir. Voy a cerrar el telón y decirle a los espectadores que se vayan porque no tendrían que haber venido a esta sesión y además tienen corriente en su casa hoy, mañana no sé.
Una vez establecido en el escenario, personajes transparentes dejan caer sus máscaras, los peces de Rumble Fish encuentran sus duelos, los confetis y serpentinas vuelan sin gravedad aparente, los cubalibres se desencadenan de sus barras y el D.J. se prepara para poner su canción…
-Alto, ya me acuerdo de la contraseña. Siempre canto lo mismo cuando doblego el Cabo de Buena Esperanza y alcanzo el Índico en busca del Sol Naciente mientras los habitantes de la costa saludan la hazaña porque también tienen corazones para ser alumbrados. Es While My Heart Is Still Beating.
-Oh, Overseas, esa es la contraseña. Cántala. Ya sabes que no hay fiesta sin ti.